Joseph Walsh traza curvas que son puro arte.
Sinuosas, delicadas y bellas, las piezas del artista y disenador irlandes extienden los limites de la madera para crear poesia.
Aprendió los secretos de la madera de modo autodidacta cuando era adolescente, mientras vivía rodeado de naturaleza en la hacienda familiar del s. XVIII, en Kinsale, condado de Cork, Irlanda. Su abuelo le enseñó las bases de la carpintería, y él adquirió virtuosismo y audacia para trabajar la madera, un material que, según él, “tiene una vida que contar a través de su veta”. Una pasión que pronto dio sus frutos: recibió su primer encargo a los 15 años; a los 19 creó su estudio-taller; a los 28 realizó su primera expo en solitario en Nueva York. Lidera un equipo internacional de 20 maestros artesanos y aprendices desde su estudio en Riverstick (Cork). Sus esculturas y piezas de mobiliario únicas siguen formas que les dan ligereza, ritmo y singular belleza. Elegir la curva es una “reacción de diseño emocional y personal, y una forma de que el material se exprese”, señala Walsh, quien también pone a la madera en diálogo con mármol, piedra caliza, cristal, resina y bronce en sus obras. “Hoy hay más oportunidades que nunca para la creación, más conocimiento y experiencia, acceso al diseño global, y cada vez más la gente busca conexiones y signifcado en los objetos de los que se rodea.”
“Me inspiran la vida, los ciclos de la naturaleza, el cambio... su belleza es tan grande y compleja que a veces hay que expresarla en una escultura”