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a belleza de lo imperfecto, de lo simple y primario, propia de la estética japonesa del wabisabi, inspira de algun modo esta casa, situada en Châtelain, uno de los barrios más cool de Bruselas. Su propietario, el parisino Arnaud Masson, cabeza de la empresa inmobiliaria Permis de Construire, compra viviendas antiguas y las reforma para ponerlas en venta en París, Bruselas, los Alpes franceses... Y cuando le ha tocado hacerlo para su propia casa en la capital belga, se ha atrevido con una apuesta arriesgada por lo esencial, que renuncia al color, a la exhibición y a la sofsticación. “Estaba cansado de los objetos perfectos y de la frialdad del diseño contemporáneo”, nos confesa. Sin embargo, Masson acometió la reforma de su casa del mismo modo que enfrenta los proyectos de interiorismo de las casas que vende; es decir, eligiendo previamente los materiales, la distribución, la iluminación, el mobiliario y hasta el último detalle, ayudándose de la tecnología 3D para no dejar nada al azar y componer un conjunto armónico. El reto era estimulante: compró dos casas adosadas, cuya construcción databa de 1896, pero que podían ser modifcadas y unidas en una sola, toda una valiosa oportunidad que él supo aprovechar para construir el refugio en el que vive desde el mes de enero con su mujer y sus hijos. El resultado es una vivienda de 750 m2, de 11 m de altura, divida en seis plantas, incluidos ático y sótano. Se ha conservado la fachada original, que fue restaurada, pero las habitaciones, paredes, suelos y hasta la fachada posterior y el tejado, fueron reconstruidos totalmente. Autor del diseño de interiores, Masson confió la ejecución del proyecto arquitectónico al estudio belga K2A Architects, y la realización de los jardines al paisajista Denis Dujardin, quienes realizaron el proyecto trabajando en equipo. El objetivo principal que les guió fue “crear un lugar que ganara belleza con el paso del tiempo, a diferencia de la arquitectura moderna que tiende a perder belleza después de unos años”, nos cuenta Masson. Y la ha encontrado, sin duda, en los materiales naturales: arcilla, piedra caliza, madera... “Lo que da el alma a esta casa es la eliminación de lo no esencial. Esta fue la manera de revelar la belleza de las cosas imperfectas. La atmósfera es terrenal, oscura, simple y sin ninguna pretensión”, afrma. Para conseguirlo, el equipo de profesionales contó con artesanos locales como aliados de excepción. Éstos crearon texturas muy especiales, como las paredes revestidas de arcilla, pigmentadas de oscuro y tratadas con aceite de linaza; o el pastellone de los suelos de la primera planta, un producto natural a base de piedra caliza, y polvo de mármol, o el tadelakt que lucen los baños y la cocina. Y también son bienvenidas las obras de artistas de street art. “Éste es un tipo de arte auténtico e imperfecto que encaja absolutamente con el espíritu de la casa”, concluye.