ELLE Decoration (Spain)

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unque los diseños de Tommy Hilfiger representa­n la americanwa­yoflife más auténtica, su mansión de Connecticu­t muestra el sello de identidad de la vieja Europa. La propiedad, llamada Round Hill, está situada a poco más de 50 km de Nueva York y, al encontrars­e en el punto más alto de Greenwich, disfruta de unas vistas increíbles. Su historia arranca en 1939 cuando el premiado arquitecto Greville Rickard la diseñó para el magnate inmobiliar­io Charles Vincent Paterno; en 1961 fue adquirida por el coleccioni­sta de arte Joseph Hirshhorn, quien utilizó la casa para exponer su extensa colección de pinturas de los siglos XIX y XX. En 2010, Tommy y su mujer Dee compraron la fnca y se pusieron manos a la obra para lograr su objetivo: disfrutar de una confortabl­e casa de campo inglesa con exquisitos detalles franconorm­andos. La mansión les conquistó desde el primer momento: “tenía el encanto del viejo mundo y la sensibilid­ad europea; viví la mayor parte de mi vida adulta en Europa, así que inmediatam­ente me sentí como en casa”, cuenta Dee. Para preservar esa magia que aporta la historia de épocas pasadas, no repararon en gastos ni esfuerzos. “Para ambos era importante restaurar la propiedad en vez de simplement­e renovarla”, confesa Dee. Y se implicaron de cerca. “Como diseñadore­s, Dee y yo adoramos colaborar y tuvimos la oportunida­d de trabajar con un equipo increíble en este proyecto”, apunta Hilfger. El arquitecto André Tchelistch­eff, el constructo­r Jim Xhema, las frmas de diseño interior Rinfret Ltd y Martyn Lawrence Bullard, la paisajista Miranda Brooks, el horticulto­r Phillip Watson y el cantero Bobby Hilfger fueron los responsabl­es de dar forma a los deseos de Dee y Tommy.

En cuanto a la inspiració­n, la pareja no buscó más allá de sus propias experienci­as. “Dee y yo tenemos la suerte de haber viajado mucho”, dice Hilfiger. “Esto nos ha proporcion­ado un gran aprecio y respeto por otras culturas y esta casa fue la oportunida­d maravillos­a para rendirles homenaje”. Y así, las evocacione­s a Inglaterra, Francia, Holanda, Flandes... salpican los ambientes de toda la casa. Muebles, obras de arte y objetos decorativo­s que, combinados con maestría, provocan una cálida sensación de viaje en el tiempo. La chimenea de piedra, la escalera de madera tallada, la cama de caoba con dosel, los suelos de mármol, las ricas alfombras y tapicerías... devuelven a Round Hill la distinción que tuvo en su origen.

El exterior debía estar a la altura de la grandeza de la casa y con su jardín acuático, sus parterres perennes, sus senderos empedrados, su jardín de corte para disponer de fores frescas... se superó el desafío. “Miranda hizo un trabajo increíble para restituir al jardín su antiguo esplendor”, apunta Dee. Después de seis años se concluyó el proyecto

Hilfger.• y la mansión se convirtió en el refugio soñado de la familia

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