L
os que han emprendido alguna vez la construcción o reforma de su casa saben que es un camino lleno de sorpresas y giros inesperados. Un ejemplo es esta vivienda, en una granja de caballos enclavada en una zona rural del condado de Chester, en las afueras de Filadelfa, en el estado de Pensilvania (EE.UU.) cerca de un antiguo coto de caza de zorros. Inicialmente sus propietarios, una pareja joven dedicada a las fnanzas, quisieron mudarse a la casona de fnales del s. XVIII que había en la fnca. Cargada de historia, ésta ofrecía, sin embargo, techos bajos, habitaciones pequeñas y escasas ventanas, nada apropiado para la vida de una familia contemporánea, formada por cuatro niños, varios pollos, dos perros, un gato... Optaron, entonces, por reformarla y construir un anexo mucho más luminoso, que encargaron a un amigo de la familia, el arquitecto Fritz Read, de Read & Company Architects. A la espera de la ejecución del proyecto, se mudaron a un granero de la fnca. Pero cuando constataron que la edifcación de la casa original tenía defectos estructurales, cuya reparación sería carísima, optaron por cambiar el chip y reconvertir el granero. “Después de darnos cuenta de que estábamos construyendo en la casa equivocada, Calidez serena en el enorme salón- comedor, vestido con texturas naturales y tonos lisos. Sofá, de Flexform, junto a una butaca noruega que combina madera y piel. Cortinas con la tela Cambourne, de Villa Nova. Sobre la alfombra cruda a medida, de Beauvais, otra de piel de oveja. Al fondo se ven el piano y el comedor. Mirando al exterior, el comedor combina diseño escandinavo y antigüedades locales. La mesa de madera data del s. XVIII y las sillas son de la firma danesa Hay, adquiridas en Danish Design Store.
>pensamos: ¡hagámoslo bien! Y empezamos de nuevo”, cuenta la propietaria. Read diseñó una nueva construcción que se añadió al granero, dotándolo de grandes espacios abiertos y luminosos, pero también creando zonas de intimidad. Cristaleras de suelo a techo integran los ambientes con el paisaje exterior. Las técnicas tradicionales de la comunidad amish, para levantar graneros de madera en poco tiempo, inspiraron al arquitecto. Con ayuda de antiguas técnicas artesanas de ebanistería, se crearon estructuras hechas de vigas de madera local reciclada que quedan a la vista en la planta inferior y en la superior, donde están los dormitorios. El marco proporcionó una preciosa “caja” de generosas dimensiones para acoger los muebles, texturas y complementos del proyecto de interiorismo realizado por Ellen Hamilton. Esta diseñadora de interiores afncada en Manhattan, quien había trabajado para frmas de arquitectura como Peter Marino y Fox &Fowle antes de fundar su propio estudio, apostó por el estilo nórdico. “La calidez y modernidad del diseño escandinavo resultaban perfectos”, afrma Ellen, quien recibió una instrucción clara de la propietaria: “la casa tiene que ser alegre, cómoda y duradera”. Ésta no quería estampados, o sea que la calidez se consigue con tonalidades lisas y texturas naturales. Sofsticación serena, sin estridencias, en medio del campo. Como en las nubes, en el dormitorio principal, lámpara Cloudsoftlight, de Molo, cama, de Ivano Redaelli, con lencería de Matteo. Silla Womb y otomana por Saarinen, de Knoll, y lámparas de pie, de Ikea. Mesita, de Suite N.Y. De roble se revisten paredes y suelo en esta zona del salón. Mesa de juegos estilo jacobeo del s. XVII y sillas danesas, de Poul Kjaerholm para Fritz Hansen. Mármol travertino en un baño con lavabo, de Kohler, y grifería, de Dornbracht. Taburete Dahlia, de Signature Hardware; lámpara de Luminaire.