Única y fuera de convencionalismos, así es la casa en La Haya de la pintora Lita Cabellut.
Entramos en casa de Lita Cabellut en La Haya. La pintora espa–ola contempor‡nea m‡s cotizada internacionalmente ha construido, como todo en su vida, un lugar a su medida. A la suya y a la de unas puertas con una historia especial. No pod’a ser de otra man
Sólo hay que teclear su nombre en internet para leer cien veces su sorprendente historia, vital y artística. Pero hoy, en su casa de La Haya, Lita Cabellut nos cuenta mucho más. Dulce, intensa y locuaz se ha explayado -con una narrativa descriptiva tan potente como sus obras- en el sentido que tienen las casas en su vida, poniendo especial enfásis en ésta, un almacén que fue de antigüedades en el siglo XVIII. Así lo recogemos.
“Haber crecido en un escenario muy gris, muy húmedo, muy pobre, muy pastoso, ha motivado mi búsqueda de la luz. Mi amor por el interiorismo ha sido una manera de poner contrapeso a lo que yo podría haber sido y no me gustó nunca. Ya de pequeñita hacía mis chabolas en Montjuic, me iba al campo donde tiraban los escombros y buscaba materiales, sillitas de plástico... construía mis casitas y siempre las remataba con diferentes flores. Era una necesidad tremenda de belleza, más tarde supe que la pobreza sin dignidad se puede transformar en oscuridad, aunque también la pobreza puede ser radiante. Si tienes suerte”.
“Cuando, tras mi adopción, llegué a un nuevo ambiente donde había arte y luz, respiré y pensé: “ya estoy en casa”. Aunque al principio me aterroricé, un cambio así de un día a otro es brutal. La belleza puede ser insoportable, duele, es desgarradora. Y no puedes cerrarte ante ella. Todo era demasiado bonito, desde el sencillo acto de meterme en aquella cama con sábanas de satén. A día de hoy sigo durmiendo así, es algo a lo que no renuncié ni en las épocas en las que he tenido menos dinero. Son el ultimátum de la belleza, lo último con lo que te despides del día y lo primero que percibes al despertar. Una sensación de riqueza absoluta”. ”En el colegio era un desastre, aprendí a leer y a escribir a los trece años. Pero sabía pintar desde antes y los que me observaban entonces percibían una dicotomía en mí, “es muy lista”, decían, “no sabe de perspectiva pero mira qué paisajes pinta”. Y es que soy disléxica, esto me va muy bien para crear mis casas: entro en un espacio e inmediatamente detecto donde hay que tirar paredes, me encanta la construcción, la transformación. La pasión y la locura están en ellas. Lo convencional termina por derrumbarse mientras que lo diferente va creciendo orgánicamente porque siempre tiene la posibilidad de desarrollarse por nuevos caminos”.
“Me entusiasma comprar casas completamente rotas, destruidas y darles nuevas formas, ya lo he hecho tres o cuatro veces. Siento este ejercicio como una manera de reconstruir mi vida, me veo en el momento en que se podía pensar que ya estaba todo dañado en mí y cómo fue posible una gran transformación. Y esta misma actitud la defiendo en mi estudio a la hora de encarar una nueva obra, tengo que verla en mi cabeza terminada antes de empezar. No voy trabajando sobre una tela en blanco, ni sigo unas inspiraciones esperando a ver lo que sale, no. Yo trabajo a partir de una idea, como hacen los arquitectos y los decoradores, necesito imaginármela, sentirla, olerla, casi visualmente poderla tocar para empezar a trabajar”.
“La historia de esta casa es una aventura. A pocas manzanas de aquí, en la calle donde siempre había querido vivir, yo había comprado un palacete magnífco y lo había restaurado. Quedó maravilloso”.
“Pero, al terminarlo, no me veía viviendo allí. No soy mujer de palacio. Esto era un almacén que conocía desde hacía más de 25 años, enorme, oscuro, sucio, lleno de antigüedades que a mí me maravillaban, venía frecuentemente con mis hijos y me imaginaba cómo sería un estudio aquí. Fue mi hija Marta quien me animó a preguntar si estaba en venta, la propiedad resultó ser de una inmobiliaria que planeaba la construcción de trece apartamentos. La noticia nos decepcionó. Pero la crisis económica del momento jugó a mi favor y mi oferta resultó aceptada aunque contenía una condición; debería reformarla en un plazo si no quería perderla, trabajamos veinte horas diarias y la terminamos a tiempo para conseguir la fnanciación bancaria. Fue un gran logro”.
“Yo sabía que ésta era mi casa, participé directamente en la creación de los espacios, no sólo de colores o materiales, también las aperturas, las claraboyas, la distribución, dónde se ponían los interruptores... Unos muebles fueron diseñados a medida, otros, rastreados por contactos con empresas de derribo. Uno de éstos me pasó por whatsapp una foto de una puerta antigua, el texto decía: Es de un palacete francés que está en Egipto. Vienen trece como ésta. Respondí de inmediato: Las compro todas. Cuando llegaron, vi que muchas traían anotaciones en árabe con caligrafía ¡de niño! Y es que el edifcio había sido donado por su propietario y fue un orfanato durante cuarenta años. ¿Qué te parece esta casualidad? Entonces dije, no se tocan, no se lavan, se mantienen tal y como vienen con todos sus rastros, con las manchas de las manitas de los niños. Construí la casa en función de estas puertas”.
“Una casa tiene un alma, es la parte de fuera del corazón, es una piel y si no le ponemos cariño, de la misma manera ella nos tratará. Además, guarda su propio carácter, algunas te producen temor, rechazo, no son generosas, no te dejan moverte de tu silla y te dominan totalmente, pueden llegar a hacerte enfermar. Otras son capaces de curarte, siempre responden al trato que les das. Hay que tocarla y sentirla, al igual que yo toco las pinturas. Debería ser obligatorio que la gente viviera consciente de ello y se diera cuenta de lo importante que son los muros, la luz y el contenido, a mí me infuye muchísimo, para crear necesito la belleza alrededor, como tomarme un café en la cocina y ver entrar la luz y lo hermosa que es esa for sobre la mesa. Todos los arreglos forales los preparo yo misma, disfruto, es imposible vivir sin fores. Lo mismo me ocurre con los aromas, en casa siempre hay velas, el olor y la limpieza son muy importantes para mí”.
“Mi estilo en los interiores es un compendio de todo lo que me gusta: piezas francesas, orientales, italianas... juntas consiguen un ambiente cómodo y bello de vivir. Ahora fantaseo con la oportunidad de hacer un loft, pero siempre busco y buscaré la luz y lo que refeja, es un prisma que convierte en formas todo lo que baña. ¿El diseño actual? Claro que me gusta. Para otros. Mi tendencia es más dramática, más teatral”.
“Los artistas no necesitamos casas para poder trabajar, necesitamos espacios. Nuestra vida es en el estudio, la casa se va creando a medida que avanza el arte que practicamos. Y yo buscaba una casa y un estudio muy complementarios, muy juntos, como el hígado y el corazón, los dos son muy importantes en nuestro organismo, están separados y conectados”. Éste es el sitio que yo necesitaba para los próximos 20 años de mi vida”.
“BUSCABA UNA CASA Y UN ESTUDIO COMPLEMENTARIOS, COMO EL HÍGADO Y EL CORAZÓN. UNIDOS PERO NO JUNTOS”