Los arquitectos Turull-sörensen han transformado una antigua oficina en un piso cosmopolita.
¿Contemporáneo o clásico? El típico dilema que resuelven de forma magistral en este piso barcelonés los arquitectos Turull-sörensen. Parece destilar el paso del tiempo pero ocupa lo que fue una ofcina.
Con su estilo clásico, modernizado aquí y allá con unos armoniosos toques contemporáneos, este ático en la zona alta de Barcelona parece que siempre hubiera sido así. Se encuentra en un edifcio de principios del siglo pasado, construido por una familia que tuvo su vivienda en este último piso. Hace muchos años la casa se dividió, y una parte continúa estando habitada por descendientes de la familia propietaria. Sin embargo, la otra, que es en la que nos encontramos, tras su emancipación, no siempre ha sido una vivienda. Hasta hace poco, de hecho, era una ofcina. Así que la huella de su pasado como casa ilustre había empezado a borrarse. De lo que había sido solo quedaba la zona de la escalera de mármol y su labrada chimenea de madera, además de una buena parte de los suelos. “Era la ofcina de una empresa de ingeniería. Para hacerla habitable de nuevo, había que diseñarla entera”, explica el arquitecto Fredi Turull, que optó por un proyecto de reforma acorde con el porte de su opulenta escalera, reinventando desde un dominio de lo contemporáneo el estilo clásico de la vivienda original. “Antes de comprar la casa, el propietario me consultó qué posibilidades tenía. Tuve muy claro que éste era el tipo de proyecto que el espacio pedía, no tenía sentido hacer otra cosa. Para el estudio, ha supuesto un enorme reto pues no es nuestro registro”. El resultado del trabajo realizado por los arquitectos Turull- Sörensen es tan auténtico que cuesta adivinar qué existía antes de la reforma y qué no, a no ser que se trate de materiales u objetos manifestamente actuales. Por ejemplo, el baño parece haber sido renovado, pero la verdad es que fue rediseñado entero, nada en él pertenece a su estado anterior. Y la cocina también, a excepción de una alacena y unos azulejos verdes. El tapizado de ciertas paredes parece haber estado ahí siempre pero… no lo estaba. En determinadas zonas, la casa era como un lienzo en blanco. A algunas áreas, como la zona de billar y el bar de la entrada, se les dio un aire de club inglés. Otras, mantuvieron su porte de palazzo italiano. Y otras, se convirtieron en espacios de corte clásico contemporáneo vía reintroducción de molduras, parqués teñidos y mobiliario de estilo mezclado con piezas creadas a la medida del espacio por los arquitectos, otras de autor y puntuales licencias industriales. La terraza merece capítulo aparte pues, aunque en tiempos había sido un jardín, se había terminado por convertir en una decadente terraza. Ahora es la zona con más sabor contemporáneo. Por último, pero para nada un nimio detalle: kilómetros de cables tras los tabiques hacen posible un sinfín de virguerías domóticas.