El palacio en Palermo de Dario Longo presume de unos impresionantes frescos del s. XVI.
La aparición de frescos del siglo XVI bajo el cemento completa la restauración, dirigida por su propietario, el abogado milanés Dario Longo, de este precioso palacio muy deseado, y por fn encontrado, en su Palermo natal.
En Palermo, donde la arquitectura sigue el rastro del pasado y la historia se extiende por todas partes, una casa muy, muy especial, largamente deseada por su dueño, nos recuerda la belleza del pasado. Dario Longo, un prestigioso abogado milanés, adquirió su segunda casa aquí: “Durante mucho tiempo busqué un lugar como éste, quería hacer las paces con esta hermosa pero agitada ciudad, que es donde nací, y con sus tesoros escondidos”, explica. Su bella vivienda en el barrio de Kalsa se desarrolla en dos niveles, desde el segundo piso de un palacio histórico cuyos orígenes se remontan a fnales del siglo XVI y principios del XVII, hasta un tercer piso ganado a los áticos y terrazas originales. El primer piso alberga un peculiar museo mayólico privado “Stanze al Genio”. “Compré esta casa en 2013, un edifcio con historia, y bastante vestigio original en comparación con otros lugares que visitaba, todos extremadamente restaurados. Al contemplarlo supe que era justo lo que quería, pero la autenticidad viene, siempre, con un precio a pagar”, continúa Dario, “estaba destartalado y caótico, lleno de pleitos que solucionar”. Esto no le asustó y se lanzó a la aventura de restaurarlo. La monumental casa de 500 m2 todavía posee la estructura original, “cuatro grandes salones de baile, que se suceden, y una pequeña zona privada con un dormitorio y un baño, al que hemos añadido otros dos”, explica. Mientras que el trabajo estructural es obra del arquitecto Mario Vigneri, Dario se ha encargado del resto con la ayuda del restaurador Davide Sansone: “En un punto de este siglo, tal vez en los 50, en un intento de modernizar la propiedad, el antiguo dueño cubrió todos los frescos y zócalos con yeso y pintura, a excepción de un techo abovedado en una de las habitaciones principales, no imaginaba que tras las capas iba a encontrar cientos de metros cuadrados de frescos originales, muchos de ellos imitaban sedas y fores orientales, algo muy típico en los palacios palermitanos del XVIII”. También dejaron la pared del comedor sin restaurar, la pintaron de azul, como recuerdo de lo fácil que es esconder la belleza del pasado y lo difícil que es recuperarla. “He querido mezclar piezas modernas con antigüedades sicilianas, como el pequeño sofá del siglo XVIII, tapizado con una tela que compré en Milán, y la mesa de la cocina, que me traje de una pequeña herrería”. Su gusto por el rigor se refeja en el resultado fnal, tan bonito, • tan italiano, tan exquisitamente decadente.