NUEVA ARQUITECTURA CALIFORNIANA
Barbara Bestor es una de las figuras más respetadas de la arquitectura contemporánea de California. Se formó entre Harvard y la Architecture Associaton de Londres, fundando en 1995 su propio estudio en Los Ángeles, Bestor Architecture. También es la directora del Julius Shulman Institute. Para renovar esta vivienda de Lautner, llevó a cabo una exhaustiva investigación histórica del proyecto original.
Vista desde abajo, parece una media luna descansando sobre la ladera de la colina. Se llama Silvertop y es una de las obras maestras del arquitecto John Lautner, considerada como el paso intermedio entre la visión de Frank Lloyd Wright (para quien trabajó seis años) y la de Frank Gehry. Durante mucho tiempo, a esta vivienda, en la zona californiana de Silver Lake, se la ha conocido como la casa Reiner- Burchill, por los apellidos de sus dos primeros propietarios. Kenneth Reiner, el magnate que encargó en 1956 a Lautner que hiciera realidad su sueño, participó activamente en el proyecto con sus conocimientos tecnológicos y su inventiva, creando él mismo para la casa aparatos futuristas y sistemas eléctricos e hidráulicos muy avanzados, como de peli de James Bond: una mesa de comedor que se convertía en una baja de centro gracias a un pedestal hidráulico, tragaluces que ofrecían panorámicas del cielo estrellado, un sistema de calefacción y de refrigeración invisible y silencioso… Reiner invirtió un montón de recursos en este proyecto, sin embargo, terminó en bancarrota y tuvo que venderla a los Burchill, con partes aún sin terminar. Tras vivir en ella desde los años setenta, en 2014, Jacklyn Burchill decidió ponerla en venta por el inestimable precio de 7 millones y medio de dólares, desatando una feroz puja entre diferentes compradores. Finalmente, Silvertop quedó en manos de Luke Wood, un ejecutivo de la división de Apple, Beats Electronics.
Wood contrató para su remodelación a Barbara Bestor, una fgura destacada entre la nueva generación de arquitectos modernos de California –que ya había hecho previamente la oficina de Culver City de su empresa–. Barbara, a su vez, enroló al decorador de interiores Jamie Bush, un apasionado del diseño orgánico californiano. “El principal desafío fue introducir discretamente el siglo XXI en tan increíble arquitectura, convirtiéndola, además, en el cálido hogar de una familia”, resume Barbara tras tres años muy intensos de trabajo empapándose de los archivos y el legado del arquitecto. En este proyecto, Lautner experimentó por primera vez con su característico uso escultórico del cemento monolítico. Empleó cerramientos curvados de vidrio que podían abrirse por completo a las numerosas terrazas y jardines, conectando de manera continua interior y exterior. Las paredes interiores eran móviles y funcionales, mientras que falsos techos de corcho ocultaban todos los sistemas mecánicos o eléctricos. Además, cuenta con un acceso por un camino en voladizo y con la primera piscina tipo infnity. Un sinfín de innovaciones que posteriormente Lautner utilizaría en otros proyectos. Barbara tuvo que lidiar con la difícil tarea de transformar esta obra de ingeniería aeroespacial en una casa funcional contemporánea, recuperando y modernizando ciertos elementos del proyecto original que habían sido alterados y llevando a cabo otros nunca terminados. “Era una cuestión de respetar la visión de Lautner realizando de manera discreta cosas que aún no eran posibles en los sesenta y reemplazando sistemas obsoletos. No obstante, en ciertos casos, como por ejemplo la cocina, fue necesario una intervención mayor. El mejor camino era, en mi opinión, tratar de no parecer feles al original a toda costa, sino seguir la conexión natural con la estética de la escuela de Frank Lloyd Wright o Alvar Aalto, imprimiéndole mi propio estilo orgánico”, explica Barbara. Entre sus discretos añadidos se encuentran los paneles de listones de la cocina, el baño abierto al exterior y conectado con el dormitorio principal, la ampliación de la terraza del salón desde donde ahora se puede disfrutar de unas vistas de 180 grados de la ciudad y el embalse, y la construcción del nido de cuervo de Lautner: una torre de observación prevista en el proyecto original que nunca llegó a hacerse.