ELLE Decoration (Spain)

CAMAS CON DOSEL

- POR ANA DOMÍNGUEZ-SIEMENS.

Pocas cosas dan tanta sensación de glamour como acostarse en una cama con dosel. Se siente uno privilegia­do, entre otras cosas porque el dosel implica que estamos en una habitación de techos altos con considerab­le espacio y que uno dispone del servicio necesario para limpiarlo con mucha frecuencia y asegurarse de que en sus pliegues no aniden colonias de ningún bicho. Y si no miren la colosal cama Melville que tiene un dosel que emplea 85 metros de terciopelo y 114 de damasco, para horror, imagino, de las criadas de entonces.

Dicen que la primera cama con dosel que se conoce es austriaca, de principios del siglo XV, y que desde allí se expandió por Europa. No cabe duda de que debió de correr como la pólvora ya que en aquellos tiempos en que la calefacció­n se reducía a la chimenea más cercana, la idea de envolver la cama dándole un techo a modo de tienda de campaña y, a veces, cortinajes como cerramient­os, debió de ser una idea genial para preservar el poco calor del que disponían, eso sin contar con que aportaban una privacidad muy interesant­e para la época. No es por nada que este tipo de camas en el Reino Unido pasó a llamarse “cama de reyes” al tiempo que crecía en tamaño y ornamentac­ión, convirtién­dose en símbolo de status y poderío.

Hasta tal punto es así, que la famosa Great Bed of Ware que menciona Shakespear­e en “Noche de Reyes” o Lord Byron en su “Don Juan”, tiene un tamaño suficiente para albergar a cuatro parejas. El caso es que con el paso del tiempo la tipología se ha ido simplifica­ndo y despojando de decoracion­es

Ly ropajes hasta quedar prácticame­nte en los huesos. Hoy es común encontrar un tipo de dosel que se limita a dibujar el espacio que ocupa la cama en el aire, a través de distintos materiales y los fabrican muchas empresas, desde De Padova a Poltrona Frau pasando por Zanotta; Maxalto o Punt Mobles, como un modo de delimitar un perímetro, de reclamar un espacio para la cama misma, en el fondo, nada más que una ilusión, una ficción.

Los franceses mientras tanto desarrolla­ron otra tipología más doméstica y con menos capacidad de seducción. Se llama la “lit clos” y básicament­e es casi una cama metida dentro de un armario de madera, con sus correspond­ientes puertas para quedarse encerrado dentro, arropado, protegido y aislado del mundo, casi una cama-caja. Dicen que es una tipología que usaban los granjeros para protegerse de las alimañas que se podían colar en la casa, en particular de los lobos.

os Bouroullec que siempre tienen ideas geniales retomaron esta versión para hacer su propia “lit clos” al principio de su carrera, al fin y al cabo, es un mueble típico de la Bretaña, de donde son ellos mismos. Pensando en todos aquellos que se fueron a vivir en espacios industrial­es diseñaron esta cama/ dormitorio, que es como una cabina sobre patas a la que se accede por una escalerill­a y en donde encontrar la privacidad necesaria para un momento de paz. Si la hubieran hecho unos años antes, quizá la habría comprado Elvis Presley que, ansioso por una cama original, se fabricó una con un dosel de peluche en forma de hamburgues­a y con estéreo incorporad­o. No me digan que al

• mundo no lo enriquece la diversidad.

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