Pablo Paniagua devuelve la magnificencia y el resplandor a una casa en el corazón de Madrid, con un proyecto que investiga en sus raíces y orquesta un diálogo fluido entre antigüedades, piezas de diseño del siglo XX y arte contemporáneo.
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FOTOS: GERMÁN SÁIZ. TEXTO: ANA RODRÍGUEZ FRÍAS.
Lujo y esplendor en el chalet de Madrid puesto en valor por el interiorista Pablo Paniagua.
“SE BUSCÓ LA RECUPERACIÓN DE LA ESENCIA DECORATIVA Y DE LADISTRIBUCIÓN ORIGINAL”
EL CONTRASTE ENTRE ESTANCIAS CON COLORES DENSOS Y OTRAS CON TONOS CLAROS APORTA RITMO
“LAS PIEZAS DECORATIVAS DE ESTE BAÑO LO CONVIERTEN EN UNA ESTANCIA PRINCIPAL.”
Como un restaurador de arte que trae2al presente el esplendor perdido de obras antiguas, el interiorista Pablo Paniagua devolvió el brillo a esta casa construida hace siglo en Madrid. De 1.100 m , distribuidos en tres plantas y un torreón, pertenece a una familia madrileña que encargó al estudio Paniagua una intervención que recuperara su esencia original. Tras una labor de búsqueda de la documentación de los orígenes, el interiorista comprobó que el proyecto inicial combinaba la arquitectura clasicista de finales del XIX y comienzos del XX en el interior, y planteamientos que anunciaban el Movimiento Moderno en la fachada. Entre otras cosas, el trabajo del estudio incluyó devolver la distribución a su estado inicial; reproducir molduras, tomando como punto de partida cornisas ya existentes en el techo; restaurar la piedra caliza en el pavimento de la planta baja y las tarimas de madera esmaltadas en la escalera y en la primera planta. Además, en las paredes, se recuperaron panelados de madera esmaltada, a partir de los planos originales. Dos elementos singulares fueron potenciados: la escalera y el jardín. Este último “es una joya en sí mismo”, asegura el interiorista. Cipreses, tejos, madroños, camelios y magnolios rodean la casa, combinados con parterres de arces y gardenias. “El extraordinario bosque de bambú junto al comedor es toda una rareza botánica que convierte a este jardín en un pequeño paraíso”, afirma.
Para complementar los mármoles, calizas, granitos, bronce y latón, alabastro, madera esmaltada y vidrio, Paniagua eligió terciopelos, paños de lana y de otomán, chenillas de algodón... Otro acierto fue poner en valor piezas de los siglos XVIII y XIX y hacerlas dialogar con otras actuales, como las de Hervé Van der Straeten o de Peter Lane, usando como enlace mobiliario de grandes diseñadores del siglo XX: Jean Michel Frank, Adnet, Arbus, Mongiardino o Jansen, y de firmas míticas como Charles Paris, Arlus o Baguès. “Esto permitió armonizar con toda naturalidad un recorrido decorativo que va desde el siglo XVIII al XX”, concluye. Entre sus empeños, estuvieron también el de utilizar obras de arte contemporáneo como contrapunto a la colección de antigüedades, así como intentar que los espacios fueran rápidamente “entendibles” y que las piezas tuvieran cada una su espacio, sin eclipsarse unas a otros. Objetivos conseguidos. •
Edén exterior. Dos monumentales cipreses, además de tejos y manzanos, rodean la casa formada por tres plantas y un torreón. Desde la azotea se asoman cipreses y mandarinos. Este verde entorno da frescor al porche, cubierto por una pérgola que se instaló en los años 40. Las cortinas de lino son del estudio Paniagua.
Mirador interior. Tiene un sofá tapizado en seda de Jim Thompson, en Gastón y Daniela, diseñado por Pablo Paniagua, al igual que el tejido mixto de lino y lana de las cortinas. Las lámparas de pie en latón y bronce años 50 son de Maison Arlus. Sobre la mesa, de Maison Jansen años 30, dos cassolettes francesas Imperio. La espina dorsal. Lo es la escalera, que conecta las plantas y aporta luz a las estancias de la planta baja gracias a la vidriera recuperada. En el eje se colgó un farol de bronce niquelado. Fiel reflejo. Una copia en terracota del Sátiro Danzante, de la florentina Galería Uffizzi, se instaló junto a dos urnas neoclásicas italianas de finales del s. XVIII de mármol Brescia. El banco en terciopelo, de Rubelli, es de Paniagua.
Diálogo fluido. En esta toma del salón, en primer plano, dos mesas con patas de lingote de bronce marteleado y sobre de ónix negro, diseño de Pablo Paniagua. El jarrón de cristal de Murano años 20 se adquirió en Bakelita. A la derecha, butaca española de finales del siglo XVIII, con tejido de Zoffany, gueridón francés Imperio y un sofá diseño de Paniagua. Detrás, obra de la artista María Yelletisch, de la Galería Marita Segovia.
Un lugar de honor. Es el que tiene el plato de terracota de Pablo Picasso, realizado en Vallauris en los 50. Está sobre el aparador del comedor, diseñado por el estudio Paniagua, en nogal, bronce y ante, recreando modelos de la primera mitad del s. XX. Exhibe un templete Grand Tour italiano en mármol y ágata y columnas españolas neoclásicas, todos del s. XVIII y adquiridos en Tesla. Protagonista. Es la lámpara de techo Confusion, de Hervé Van der Straeten, sobre la mesa de nogal con borde de bronce, hecha por Paniagua, como las bandejas de bronce. De EE.UU. proceden las sillas
Klismos, de caoba años 40, en terciopelo y raso de algodón.
Espléndida cocina. Combina granito negro belga en el suelo con el acero en los frentes del mobiliario, mármol blanco Macael en las encimeras y papel pintado color celadón. La lámpara de sobremesa es de George Pelletier, años 70. En la foto a la derecha, la mesa de roble talqueado en blanco con adornos de latón se rodea de taburetes de mimbre andaluces. Un mueble botellero la separa de la isla. En la pared, composición de fotos en blanco y negro.
Juego de arcos. El techo abovedado se ve realzado por los colores y por el remate curvo del espejo en este baño. La pared luce un papel gris de Jim Thompson; y el pavimento, piedra negra de Calatorao. El mueble es de roble talqueado en blanco.
En cinabrio. De este color es el terciopelo de Rubelli que cubre las paredes de un cuarto que incluye piezas excepcionales, como la mesa de Gio Ponti, en peral y nogal ebonizado. La cama tapizada en lana, de Manuel Cánovas, y las mesitas lacadas son diseños de Paniagua. La manta de lino egipcio y la colcha son de Matarranz.
Con un dosel. Hecho de raso de algodón blanco y brocado en bronce y plata, de Threads, éste se ha rematado con galones y flecos de Gancedo. Al pie de la cama, flanqueada por gueridones franceses del s. XVIII, un canapé Luis XVI en madera dorada y terciopelo azul petróleo. Asomado al jardín. Destaca el escritorio Luis XVI en bronce y con decoración de chinerías sobre laca negra. En él, lámpara de cristal de Murano, de la Maison Arlus, años 60, y juego de cristal de Baccarat. La banqueta Luis XVI se restauró y retapizó con un tejido de seda de Brochier, en Gastón y Daniela.
Baño de contrastes. Dos grandes acuarelas chinas del s. XIX en la pared añaden un plus orientalista al baño del dormitorio principal, como se observa en este detalle de la zona de lavabo. Tomar asiento. Una butaca estilo Luis XVI de finales del s. XVIII, en madera dorada y tapizada en dos colores, destaca junto a la ducha, en este mismo baño con suelo de piedra de Calatorao y pared de mármol blanco griego. De este último es también la encimera de la consola de hierro y latón diseñada por el estudio. Sobre ella, un candelero francés Imperio de finales del s. XVIII, de Tesla. Pensado al detalle. Una consola de hierro pavonado alberga el frente de lavabo e incluye dos cajoneras lacadas en azul tinta. Sobre la encimera, dos lámparas, de la Maison Charles Paris, con pantallas de ante flanquean el espejo suspendido. Las cortinas son de lino natural, de Gastón y Daniela, donde se adquirió el papel de Jim Thompson.
Gran mix. Junto a la butaca del s. XVIII, lámpara de Peter Lane, sobre una mesa revestida en terciopelo, de Rubelli. Salón exterior. Con mobiliario de mimbre original, de Jean Michel Frank, adquirido en París, y lámparas de cerámica de los años 50.