PASE PRIVADO.
Una colección de arte protagoniza la decoración de un piso madrileño, obra del arquitecto Juan Pablo Domínguez y del estudio Andina & Tapia.
La colección de arte de sus dueños ha sido el punto de partida de la renovación y posterior labor de interiorismo en este piso del madrileño barrio de Justicia, que firman el arquitecto Juan Pablo Domínguez y el estudio de decoración Andina & Tapia.
Cruzar el paso de carruajes de uno de los edificios elegantes más distinguidos del madrileño barrio de Justicia y caer rendido al síndrome de Stendhal es todo uno. Si a ello le sumas que al entrar en una de sus señoriales viviendas te encuentras con un apabullante (en el buen sentido) cuadro del exitoso Secundino Hernández y un par de obras del malagueño e internacional Javier Calleja, junto a una escultural butaca Favela de los hermanos Campana, un espejo-perchero italiano y una lámpara de Serge Mouille divisando la escena desde el techo, concluyes que la filosofía hedonista de Epicuro, tiene un paradigma aquí. Una pareja de colombianos amantes del arte hallaron este piso en el que dejar crecer su colección privada tras visitar a unos compatriotas suyos (y ahora vecinos de escalera). Estos últimos confiaron el proyecto de rehabilitación de su casa al arquitecto, también colombiano residente en España desde hace 20 años, Juan Pablo Domínguez, que comenta sobre los dueños de esta especie de galería de arte en pequeño: “deseaban una casa señorial y conocían el potencial. Por eso, dado el valor arquitectónico, hacer una intervención actual habría sido un crimen. El mayor valor ha sido mantener elementos originales, recuperar incluso herrajes o radiadores y lograr una distribución abierta, para poner en valor una casa excepcional”. A las obras de recuperación de escayolas, molduras, altura de techos y restauración del suelo de pino melis, que detalla el arquitecto, se desarrolló en paralelo el interiorismo que han llevado a cabo por el estudio Andina & Tapia, formado por Mónica Andina y Fernando Tapia. “A la marcada identidad de la construcción del arquitecto Fernando Rodrigo de 1890 y, teniendo como punto de partida el arte, optamos por pocas piezas pero con peso en términos de diseño, y por crear espacios neutros”, argumenta Fernando Tapia. Y, lo mismo ocurrió con la pasión artística.
El primer cuadro fue el de Secundino Hernández (Heinrich Ehrhardt), incluso antes de tener esta casa, el segundo, de Brian Calvin, lo encontraron en Art Basel Miami, y luego llegó el de Thilo Heinzman. “Nos gusta comprar todo tipo de arte contemporáneo que nos haga vibrar, no tenemos un guión establecido y tenemos la suerte de que a los dos nos enamoran las mismas piezas”, reconocen. “A partir de tres obras de arte que trajeron desde su país, los propietarios han desarrollado una colección que se ha ido enriqueciendo gracias a su interés por las propuestas de las galerías madrileñas y generando su colección privada”, dice el interiorista. La visita por la casa se convierte en un disfrute que combina arte, diseño y espacios bien ideados arquitectónicamente. De este modo, obras de artistas españoles, Secundino Hernández y Javier Calleja, se mezclan con la de los colombianos Nadin Ospina y Aníbal Vallejo, con los alemanes Thilo Heinzman y Wolfgang Voegle o los estadounidenses Brian Calvin y Evan Holloway. Mientras, el diseño es básicamente italiano y oscila desde los 50 hasta hoy, para configurar un estilo contemporáneo con un twist mid-century. •
Mezcla de épocas. Espejo-perchero modular Gonda, diseño de Luciano Bertoncini, fechado entre 1970-79; puf italiano de los 50 con pelo de cabra de Mongolia y jarrón de cristal de Murano de los 60, todo de L.A. Studio. La escultura Missing The Blue Sky es una edición limitada de Javier Calleja producida por APPortfolio.