Las luminarias más espectaculares son el hilo conductor de esta casa de Copenhague.
Inundada de una luminosidad casi cegadora, que se filtra a través de los grandes ventanales que la envuelven, esta vivienda ubicada en el corazón de Copenhague, resurgió de sus cenizas de la mano de sus propietarios, Sarah Fitzgerald y Christian Klinge, que aplicaron aquí su pasión por el diseño.
Acogedor, elegante y lleno de luz, con una paleta de colores que invita al descanso y a la tranquilidad. Ésta es una buena definición de este apartamento, situado en un barrio residencial del distrito de Osterbro, en la ciudad de Copenhague, donde Sarah Fitgerald y su pareja, Christian Kling, conviven con sus hijos, Alberte y Barbara. Pese a que la primera vez que la visitaron se encontraron con una casa desgastada, construida con materiales de poca calidad y sin encanto, “nos enamoramos inmediatamente de ella porque le vimos un gran potencial”, afirman. Unas posibilidades que les permitía alcanzar uno de sus retos: ubicar la cocina en el centro de la planta, en lo que era el antiguo comedor, y convertirla en el corazón de su residencia familiar. Pero, por supuesto, no fue solo esta posibilidad lo que les hizo decidirse. “Los techos altos, los detalles de estuco, las estufas de leña y, lo más importante, los grandes y espléndidos ventanales que llenan de luz todo, jugaron un papel decisivo en nuestra elección y nos hicieron visualizar la casa terminada”. Esta perspectiva y su pasión por la belleza les convenció de que este proyecto era perfecto para ellos.
Durante la renovación, los dueños y diseñadores a la vez, decidieron conservar algunos detalles originales, como la hornacina, a los que no solo devolvieron el esplendor de siglos pasados, también consiguieron armonizar su ubicación en la casa, sus materiales y colores con la funcionalidad, una condición que muestra con desparpajo el estilo de los países del norte de Europa. “Nuestra vivienda no es un escaparate para mostrar a las visitas, es parte de la vida cotidiana. Lo que tenemos, se utiliza siempre y se difruta”, comentan.
Esta generosa vivienda de más de 200 m2 se manifiesta como un espacio neutral donde las piezas con personalidad tienen su retiro ideal y en el que se entremezclan la calidez de la madera en muebles de anticuario, con la sencillez del diseño nórdico en otros hechos a medida, como los de la cocina. Una apuesta que ha dado como resultado una convivencia sin roces entre “un ambiente de estilo parisino clásico y la simplicidad de la decoración escandinava”. A la pregunta de cuál es su habitación preferida, la respuesta no se hace esperar. “La cocina es un lugar imprescindible en nuestras vidas. Queríamos conseguir un espacio dinámico perfecto para cocinar y también para ser vivido con la familia y los amigos”. Y en ella, “el comedor frente a la ventana,
• es, sin duda, el mejor rincón”, concluyen ambos.