EL MEJOR MIX.
CARPINTERÍAS NEGRAS ENMARCAN GRANDES APERTURAS Y CONECTAN ESPACIOS EN CASCADA
El decorador Amaro Sánchez de Moya aglutina pasado y presente en esta vivienda madrileña.
Ubicada en el madrileño barrio de Salamanca, esta casa es todo un paradigma de atemporalidad. El estudio de interiorismo de Amaro Sánchez de Moya firma una reforma que ensambla, de forma natural, pasado y presente. La decoración -ecléctica y contemporánea- dialoga con una arquitectura art déco que habla del paso del tiempo, del arte y la belleza sin fecha de caducidad.
AMARO SÁNCHEZ DE MOYA “MI ÚNICO SELLO ES EL RIGOR”
Así define este arquitecto y decorador de interiores su trabajo. Sánchez de Moya
-en la imagen con su gato himalayo Lolo, al que adora- se impone como objetivo principal el esmero tanto en el diseño como en la ejecución de obra. Bajo este modus
operandi ha ejecutado proyectos integrales en tiendas, clínicas, oficinas... y en una gran variedad de viviendas, desde palacetes burgueses a desenfadados pied-à- terre en la playa. En esta casa, el interiorista “ha inventado una arquitectura potente y rigurosa, inspirada en los pocos elementos art déco que mantenía el edificio”. La relación entre caja y contenido es, una vez más, brillante.
Juego de trampantojos.
Nada es lo que parece en este rincón junto a la chimenea, de inspiración art
déco. Diseñada por el estudio de interiorismo de Sánchez de Moya y realizada en madera, imita un acabado en mármol. La rematan espejos que camuflan las puertas de un armario de TV. A los lados, esculturas de latón dorado compradas en el Rastro hacen las veces de apliques. Las butacas caldero son de los años 70, retapizadas en terciopelo de Güell Lamadrid. Firmada por Giacometti, destaca la escultura negra encima de la estantería.
Una casa “congelada en el tiempo”, ese era su aspecto cuando la encontraron sus actuales propietarios, una pareja de directivos sin hijos. Construida en los años 30, se trataba de una vivienda perteneciente a un edificio singular, con elementos art déco. Más presentes en las zonas comunes que en el propio piso, constituían aún así uno de sus principales atractivos. La reforma integral, ejecutada por el estudio de Amaro Sánchez de Moya, partió de unas bases “conservacionistas”, a petición de los propios clientes, para dar forma y contenido a lo que sería una residencia del siglo XXI con toda la impronta del XX en su ADN. Se rescataron los suelos de parqué de pino melis, la carpintería en madera, las contraventanas originales, los radiadores antiguos, la manillería de bronce. “Uno de los dueños ya conocía mi trabajo y lo admiraba mucho, explica Sánchez de Moya. Además, su pareja es compañero de profesión de la mía: así que el destino y la coincidencia hicieron que me encargara del proyecto”. La comunicación entre las partes fue muy fácil desde el principio, porque “todas nuestras propuestas encajaban perfectamente dentro de su ideario de casa perfecta”. Recuperar la esencia estética conservando piezas originales interesantes fue el primer paso; el segundo, crear una caja sobresaliente, inspirada en ese movimiento artístico que aportaba al inmueble un valor diferencial. Se diseñaron a medida las molduras de escayola, las impostas (tapajuntas, rodapiés...), los muros de espejo, la chimenea, los elementos de mármol del baño...
El plano distributivo, sin embargo, se modificó radicalmente con el fin de eliminar un exceso de divisiones y un trazado obsoleto. “Tuvimos mucha libertad para desarrollar este lenguaje estilístico y recibimos con entusiasmo las primeras propuestas, en las que conseguimos espacios generosos, grandes aperturas, perspectivas que aumentaban la sensación de amplitud”, concluye el interiorista. Por ejemplo, el salón ha resultado de unir tres habitaciones y un corredor. Y la entrada suma el antiguo vestíbulo, una alcoba y dos pasillos. En cuanto a la decoración, es puro eclecticismo conceptual: cada ambiente responde a un estilo muy distinto con el único parámetro en común de la elegancia. Nada tiene que ver el comedor -evocador jardín interiorcon el estar, que rezuma calidez, movimiento y color. Finalmente, el arte, muy presente en todos los espacios, ayuda a cohexionar este puzle estético tan contemporáneo como clásico, en el que se adivina de lejos el buen oficio del profesional capaz de convertir lo moderno en antiguo... y viceversa. •
El salón comunica con el comedor
y el distribuidor, un espacio largo decorado con copas clásicas de cerámica, adquiridas en Anmoder. Se exhiben sobre pedestales de madera lacada diseñados por el estudio de interiorismo. Los apliques de luz son de cristal de Murano de los años 70, de Lagur, en el Rastro de Madrid.
Puertas de cristal liso y esmerilado
independizan la cocina bicolor, revestida en mármol negro Marquina la pared del salpicadero. Este tipo de piedra y el mármol blanco Macael forman un bello damero en el suelo.
Glamour y puesta en escena.
A la entrada del comedor, columnas de acero sustentan lámparas en cristal
eglomisé dorado, compradas en Berenice. El papel pintado de motivos vegetales convierte este espacio en un jardín de invierno, es el modelo Florencecourt, del Archive Anthologye, editado por Cole & Son. Más plantas sobre la mesa años 70: ramas de olivo y eucalipto, adquiridas en Floreale, adornan jarrones de cerámica procedentes de Anmoder. El conjunto de sillas es de los años 50, con tapicería original en piel de gacela. Se adquirió en Subastas Durán.
Exquisita caja. Molduras blancas realzan techo y paredes del dormitorio, pintadas en un relajante azul claro que hace destacar el cabecero de la cama, en terciopelo caldero, de Nobilis, a juego con los cojines. La ropa que la viste es de Zara Home. Como mesillas, se dispusieron consolas fernandinas españolas de principios del s. XIX; en una de ellas se exhibe una obra abstracta de Natalia Román. Los apliques de lectura son de latón con pantallas a medida, y las ámparas de porcelana china del siglo XIX proceden de Anmoder. Elegante y sobrio, el baño repite la estética de la cocina. El mueble en acero y mármol negro Marquina es diseño de Sánchez de Moya, y los apliques en latón cromado y opalina son modelos antiguos.