LA FINCA ROJA.
Eliminando elementos innecesarios que se fueron acumulando a lo largo de los años y limpiando capas y sustratos del pasado, el interiorista Francesc Rifé llega hasta la esencia de esta vivienda valenciana.
La vuelta a los orígenes de una vivienda valenciana con el diseño de Frances Rifé.
El mítico edificio valenciano conocido como La Finca Roja se ha convertido en un buen ejemplo de la arquitectura racionalista en la ciudad. El arquitecto Enrique Viedma lo diseñó en 1929, encontrando la inspiración en el expresionismo holandés. Con este edificio propuso un nuevo modelo de vivienda para la incipiente clase media valenciana. La llamativa utilización de la cerámica verde y las singulares torres circulares que enmarcan los chaflanes, así como los miradores poligonales, configuran la singular fachada del edificio, que se caracteriza por el uso de ladrillo rojo cara vista y molduras ornamentales. Ochenta y cinco años después, el interiorista catalán Francesc Rifé ha recuperado la historia del lugar en esta vivienda/estudio de 135m2. Los techos expuestos de hormigón y los suelos originales de hidráulico dejan constancia de las distintas intervenciones que se fueron sucediendo a lo largo de los años. Las heridas causadas por las distribuciones previas nos cuentan la multitud de estancias que originariamente formaban la vivienda. “Una gran parte de su esqueleto ya estaba al descubierto, lo que nos invitó a continuar un concepto desnudo abriendo mucho más los espacios y eliminando divisiones”, nos cuenta Rifé.
El apartamento se encuentra en la planta baja del edificio, con poca luz natural, lo cual aprovecha Rifé para crear un espacio dramático. “En términos de diseño, el espacio era totalmente diferente: mientras que antes todo eran paredes blancas, procuramos proporcionar una sensación más íntima y templada a través de la madera teñida en negro. Este color es para nosotros un tono neutro, lleno de emoción y matices. Con su uso buscábamos sosegar el espacio, pero también favorecer el protagonismo de los elementos históricos del edificio, sobre todo los suelos de hidráulicos valencianos que conforman un collage extraordinario en sí mismo”, describe el interiorista.
Sobre este escenario se combinan las características propias de una vivienda que incluye una zona de trabajo. Ese carácter polivalente, con dos áreas bien definidas, se articula a través de un pilar estructural que divide la sala de estar. Abrazada al pilar, una mesa diseñada a medida, que servirá tanto de mesa de reuniones como de comedor, se convierte en el corazón de la estancia. Enfrentada a ésta, un escritorio con estanterías y un volumen de armarios camuflados bajo los paneles de madera teñida de negro que, asimismo, cubren las paredes divisorias de la vivienda, integrándose en la armadura como un solo elemento arquitectónico. Este mismo territorio se abre hacia el interior e incluye una zona de televisión, lectura, chimenea, cocina, acceso a una pequeña terraza interior y comunicación directa con el resto de habitaciones. En este contexto, la selección del mobiliario ha sido culminante, diseños clásicos y honestos de Carl Hansen, muy ligados a la personalidad de los clientes, en contraste con el mobiliario contemporáneo, como el sofá Mex Cube, de Piero Lissoni para Cassina, el banco Bud, de Carmenes (diseño de Rifé), o piezas de iluminación de Flos y Viabizzuno, se combinan con diseños icónicos del siglo XX, como la butaca Utrecht, la mesa Refolo y las sillas de Thonet. “En Valencia se ha generado una ejemplar tensión entre experimentación e historia. Han sabido aprovecharse como pocas ciudades de esta relación constructiva y que vaya a ser capital mundial del diseño en 2022 es una gran oportunidad para marcar precedentes. El diseño a través
• de la historia es para mí la mejor forma de diseño”, concluye Rifé.
UN AMBIENTE DRAMÁTICO, EFECTO CAVERNA, IMPERA EN TODA LA VIVIENDA