OBRAS PARA UNA BATALLA GLOBAL
Responsabilidad social. Ambas palabras reflejan una de las principales cuestiones a las que atiende la arquitectura. Cicerón la equiparaba junto a la medicina y a la enseñanza, en cuanto a los beneficios para la ciudadanía. Vitruvio apuntaba la necesidad de que diversas nociones médicas deberían incorporarse en el proceso formativo del arquitecto. A lo largo del tiempo, plagas, enfermedades y desastres han presentado ejemplos de este diálogo entre ambas materias. El Mal de San Lázaro, la lepra, marcó fuertemente la Edad Media, los sanatorios para estos enfermos se instalaban fuera de los límites de diferentes poblaciones con el fin de alejarlos. El sistema de protección por distanciamiento ya se había iniciado anteriormente, pero bajo la tutela de la iglesia, estos lugares se organizaron como complejos monacales donde los residentes vivían, para siempre, entre sus muros. El último de todo el continente, el Sanatorio de Fontilles, se localiza hoy en Vall de Laguart (Alicante). Esta obra buscó dar respuesta a un fuerte brote de la enfermedad a finales del siglo XIX; un blanco lugar levantado en un altozano de roca y pinos con una estructura claustral, delimitada por cuatro sencillos torreones y por unas fachadas exteriores de ventanas rectangulares. El patio central cuenta con arcadas y galerías que aportan una amable transparencia entre el interior y el exterior.
La aciaga Peste Negra, originaria de Asia, alcanzó Europa en el año 1346. Treinta años más tarde en Ragusa, hoy Dubrovnik, se decretó la primera cuarentena de la historia. La Serenissima Reppublica di Venezia, enclave económico fundamental de la época, se convierte en el inicio del s. XV en el primer estado con una regulación sanitaria, para combatir enfermedades tan dramáticas como la vivida en el siglo anterior.
Por un lado, la arquitectura protege y aisla al colectivo del exterior y de los sanos; por otro, el objeto se ajusta, específicamente, a la escala humana y a los síntomas de la enfermedad.
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Tres Pritzker atestiguan cómo la arquitectura siempre responde a las crisis humanitarias.
Este mal no apareció solo: desde 1914 se libraba la Gran Guerra y la Gripe española acompañó el último año de campaña. La llegada de tropas estadounidenses a Europa facilitó su propagación, los gobiernos beligerantes filtraron la información, con el fin de no mostrar debilidad frente al enemigo. En esos inicios de siglo, los caídos yacían en las trincheras y los heridos se instalaban en todo tipo de dependencias improvisadas para tratarlos. La dinámica de adaptaciones médicas hizo que el Gran Hotel de Wimereux, balneario en la época de la Belle Époque, fuera hospital de campaña. Entre 1914 y 1916, soldados indios fueron asistidos en diferentes salas del Pabellón Real de Brighton, uno de sus emblemas, The Dome (1803-1808), obra de William Porden inspirada en la Jama Masjid de Delhi y en el Panteon de Roma, dejaron de ser establos para acoger camas metálicas que contrastaban con las dimensiones de la cúpula y la rica geometría de sus galerías y acabados. El palacio, propiamente dicho, obra de John Nash, entre 1815-1823, también abandonó sus ceremoniales regios para acoger a los heridos y la chinoiserie interior, diseñada por Frederick Crace and Robert Jones, fue el manto de todos aquellos que dejaron sus lejanas tierras para combatir en los campos europeos.
La destrucción continuó y en 1939, la II Guerra Mundial inició su mortífera carrera. Robert Capa fotografió intervenciones quirúrgicas en sacristías de Maiori, en la Costa Amalfitana. Hatfield House, lugar de infancia de Isabel I de Inglaterra, proyectado en estilo jacobino por Robert Lamynge, y que contó con las aportaciones de Simon Basil e Inigo Jones, cobijó camas hospitalarias. En las postrimerías de esta tragedia, y concebidos por el cardiólogo Michael DeBakey, Estados Unidos construye los Mobile Army Surgical Hospital, M.A.S.H., empleando una sencilla arquitectura textil. Diferentes cataclismos y crisis han surgido en años recientes con el compromiso de la arquitectura siempre presente. Tres Premios Pritzker lo atestiguan: en agosto de 2016, las regiones italianas de Umbria y Marche padecieron un terremoto del que Amatrice fue su símbolo y Renzo Piano colaboró con el plan de reconstrucción. Alejandro Aravena, en el mismo año, hizo accesibles una serie de proyectos a diferentes administraciones para la construcción de viviendas sociales o, directamente, para desplazados. Shigeru Ban, quien ha asistido a la Agencia para los Refugiados de la ONU, ACNUR, en diferentes crisis es una referencia: en 2017 acordó diseñar para este organismo 20.000 alojamientos en Kalobeyei, Kenia. En el año 1999 ya había proyectado en Ruanda un sistema de tienda de campaña con tubos de cartón, que evitaban estructuras metálicas, y troncos del lugar que aseguraban además la sostenibilidad. Sus Paper Log Houses han garantizado cobijo a diferentes poblaciones damnificadas. También, sus sistemas de compartimentación modular y liviana ayudaron a los supervivientes de la tragedia de Fukushima del año 2011.
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud, declara pandemia al Covid 19, de inmediato han surgido fotografías de camas repartidas en lugares inusuales como IFEMA Madrid, el Centro de Exposiciones de Teherán o el McCormick Place de Chicago. Más variaciones sobre los hospitales de campaña, como son el proyecto Jupe Health, que contempla la configuración de camas adicionales para pacientes y espacios de reposo para el personal sanitario, o la idea Maidan Tent utilizada en el campo de refugiados sirios de Ritsona, para generar un espacio público digno, en la Grecia de 2018, hoy se han puesto al
• servicio de esta tremenda lucha global.