Marine Bonnefoy firma la decoración de su casa, una construcción del s. XIX en el Beaujolais.
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FOTOS: STEPHAN JULLIARD. ESTILISMO: SARAH DE BEAUMONT. TEXTO: IAN PHILLIPS. ADAPTACIÓN: BEATRIZ FABIÁN.
“REALMENTE IMAGINÉ EL PROYECTO DE LA CASA COMO UN PASEO DE ENSUEÑO, ALGO ASÍ COMO UNA ATMÓSFERA MUY SUAVE”
LA OBRA CINÉTICA DE CRUZ-DIEZ ARMONIZA CON LA ARQUITECTURA CLÁSICA DEL SALÓN
Tras graduarse en la escuela de arquitectura, Marine Bonnefoy decidió que era hora de ensuciarse las manos. “Mis estudios estaban muy orientados intelectualmente y no tenían ningún vínculo con la construcción real”, recuerda. Decidió pasar un año demoliendo fachadas, enyesando y hasta haciendo hormigón. “Fue fantástico”, dice. Este pragmatismo le sirvió de mucho y a él une un enfoque guiado por la intuición. Solo después de varias semanas pensando, mientras hace su vida cotidiana, se sienta a dibujar. Su amor por la construcción le viene de su padre, Phillipe, técnico de telecomunicaciones jubilado que supervisó la renovación de esta casa familiar. “Hizo de todo”, afirma Marine. “Fue él quien pintó el hueco de la escalera en precario equilibrio sobre una escalera, colocó los suelos, instaló la cocina y los baños, e incluso hizo el candelabro personalizado del salón”. La casa data de 1867 y está en la región vinícola de Beaujolais conocida como “la Pequeña Toscana” por sus colinas y luz dorada. Fue construida para una familia de productores de seda de la cercana Lyon y sigue los atributos arquitectónicos de las grandes casas de la zona: techos con vigas, tarima en espiga, chimeneas de mármol y la monumental escalera. En 1919, pasó a manos de una familia de productores de vino y su última moradora fue una anciana que vivía solo en una parte de la casa, empapelada de flores y con un sillón tapizado en leopardo rosa. Marine recuerda la primera visita con sus padres en el otoño de 2014. “Tan pronto como vimos la escalera, nos enamoramos de ella”, afirma. “Luego, entramos en la sala de estar y vimos el paisaje de viñedos circundantes. Me volví hacia mis padres y les dije: ¡Tenéis que comprarlo!”. De modo que la adquisición requirió cierto acto de fe. Gozó de carta blanca para reinterpretar los interiores y huyó de la sofisticación y de las modas porque prefiere “la sobriedad, cuidar las materias primas y el look accesible”. Su objetivo era crear una “atmósfera apacible y onírica”, con una paleta inspirada en el entorno. El azul grisáceo de la sala se extrajo de un bosque de pinos que se ve desde las ventanas y la cocina hace referencia a los viñedos locales. Uno de los pocos cambios que hizo fue transformar unos cuartos del servicio en un dormitorio principal para sus padres. El resultado mezcla piezas encontradas online o en las Pulgas de París, creaciones propias y sus obras de arte favoritas. Ante algunas de ellas, sus padres se mostraron desconcertados. “Pero cumplieron su palabra para ayudarme a lanzar mi carrera con este proyecto. Al final, vieron cómo todo encajaba y realmente les encanta el resultado.
concluye.• Todo el mérito de esta casa es para ellos”,
EL TONO SOMBREADO DE LA PARED REFLEJA LA LUZ NATURAL Y FAVORECE EL JUEGO DE CLAROSCUROS