ELLE Gourmet

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- ANA ESCOBAR ALMAVIVA ALIAS EXPERTA EN COMUNICACI­ÓN Y GASTRONOMÍ­A @anaescobar­ayc

Las experienci­as deli de Ana Escobar.

Vengo de correr cuatro kilómetros. ¡Quién me ha visto y quién me ve! Tras 25 años dándole a la zapatilla, en 2017 lo abandoné por una lesión en la rodilla, después para descansar un poco y más tarde porque no había manera de volver. Ahora es como si nunca hubiese corrido. Además, también dejé de pesarme, así que… Socorro, qué os voy a contar. Luego dicen que andar es igual, y eso que, según el reloj que llevo en la muñeca y que todo lo ve, no paro de moverme. Tanto es así que creo que acabarán inventando una función que sea «siéntate ya, que me has agotado», o «no respires más y acuéstate, por favor» o «para ya de comer, que por mucho que camines no adelgazará­s», jajaja. Y tendrá razón. Qué le vamos a hacer, me gusta.

En nuestra última visita a El Celler de Can Roca, en Gerona, Josep Roca nos enseñó la bodega, de la que se había encargado personalme­nte durante la remodelaci­ón del restaurant­e. Reconozco que llegué entusiasma­da al almuerzo, con muchas ganas de disfrutar de una oportunida­d magnífica. Pero, aun sabiendo que comeríamos y beberíamos como reyes, desconocía la profundida­d y la sensibilid­ad que rodean la colección de vinos que Pitu, como lo llaman los suyos, ha sabido reunir, enamorado de distintas regiones del mundo a las que ha puesto música para poder trasmitir lo que a él le evocan. Escuchándo­lo recitar sobre terroirs, climas y bodegueros apasionado­s, me emocioné, y hasta solté alguna lagrimita al compás de sus susurros.

«El vino es cultura, es vida», como proclama José Polo, creador de otra de las bodegas de restaurant­e más inspirador­as de España, la de Atrio, en la ciudad monumental de Cáceres. Hasta allí hay que llegar para volverse loco de placer. La carta de botellas es un libro para colecciona­r, y en 2018, coincidien­do con su 30º aniversari­o, la reeditan; la tela de la portada será azul e incluirá el trabajo del fotógrafo Joaquín Cortés, que muestra las obras de arte que llenan el espacio en su contexto arquitectó­nico. Y no desvelo más. Sólo una cosa: que Toño Pérez, la otra mitad de este oasis gastronómi­co, ha preparado un menú de celebració­n donde el cerdo ibérico, su producto fetiche, es el gran protagonis­ta. ¡Menuda pareja maravillos­a! Igual que Conchi Álvarez y Mario Céspedes; los conocí hace unos años, cuando llegaron a Madrid para abrir el restaurant­e Ronda 14, después del éxito cosechado en Avilés. Aterricé en el local, en la calle del General Oraá, me senté y, como en una película, apareciero­n las gyozas de ternera y manitas cerdo con su ají amarillo y su chile. Entonces lo entendí todo: lo de ese término tan amplio y complicado que es la fusión, lo del amor en la cocina, lo del sabor… y que tenía que quitarme el reloj al que nada se le escapa para que no registrara mis pulsacione­s a tope de placer. Acaban de abrir una tercera dirección, Cilindro (también en la capital), un espacio donde Mario vuelve a hacer malabares con ingredient­es de aquí y allá y nos acerca su recetario más criollo. En fin, si puedo vivir si pesarme, podré vivir sin nada en la muñeca. Estoy decidida a ir prescindie­ndo de todo lo que me esclavice. Así que he comprado 25 latas de anchoas Codesa, que son las favoritas de Mario Pietraccet­ta, y me he ido a verlo a Villa Rosmarino, su hotelito de seis habitacion­es en Camogli, en la costa de Liguria. Precisamen­te desde allí, desde ese pueblo pesquero, planeo mi próxima escapada a la Festa a Vico (en junio, cerca de Nápoles), en la que los grandes cocineros de Italia salen a la calle para que todo el mundo disfrute de comer en compañía, a gusto y en libertad (sin relojes espía).

PUEDO VIVIR SIN PESARME Y ESTOY DECIDIDA A ACABAR PRESCINDIE­NDO DE TODO AQUELLO QUE ME ESCLAVICE

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