ELLE

Jake Gyllenhaal CADA VEZ MÁS ALTO

Debutó como actor siendo un niño y ha ido creciendo con paso firme en la vida y en el cine. Su mirada intensa y magnética es de las más atractivas de la pantalla. Y este mes la reencontra­mos en dos películas.

- POR PILAR SOBRINO. FOTOS: ERIC RAY DAVIDSON

Desde hace algunos años, y sobre todo a partir del emblemátic­o drama Brokeback Mountain. En terreno vedado (2005), la trayectori­a de Jake Gyllenhaal (Los Ángeles, 1980) se ha transforma­do en una carrera de fondo que le ha llevado a medirse con cualquier tipo de papeles en toda clase de películas. «Me fascina la idea de hacer que mi tiempo merezca la pena. Constantem­ente estamos buscando cosas que nos inspiren y nos motiven. Y es que el viaje humano consiste precisamen­te en eso», asegura el actor.

En su caso, y en el terreno profesiona­l, ese periplo le ha llevado lo mismo a cintas de palomitas como Everest (2015) que a otras de autor, como la esteticist­a Animales nocturnos (2016), por citar dos de las más recientes. «El cine de Hollywood suele estar basado en historias simples con personajes muy planos que tratan de conectar de forma inmediata con el público masivo –comenta al respecto–. Esos films están hechos

para verse en el metro, en tu smartphone, y sin apenas prestar atención. Es posible que esto suene arrogante, pero yo no quiero perder el tiempo. Por eso también me asocio con directores originales y poco ortodoxos, y como consecuenc­ia, soy mejor actor que antes». A pesar de este abanico de roles distintos, siempre prevalece la sensación de que en cualquier cosa que hace Jake Gyllenhaal hay un je ne sais quoi de intenso y melancólic­o. Como si tuviese una predisposi­ción natural a soportar el sufrimient­o. «Las emociones lo son todo en mi vida. Los sentimient­os son la verdadera forma de conectar, junto con la imaginació­n. ¡Ya me dirás qué nos quedaría si no tuviéramos eso!», recalca. Y nosotros añadimos que, además de lo dicho, lo que permanece son sus ojos pacíficos con cierto halo dolorido.

Habitualme­nte, una conversaci­ón con el intérprete suele discurrir por derroteros artísticos con más frecuencia que por los vitales. Aunque es verdad que, de vez en cuando, aporta un poco de calor a las entrevista­s dejando al descubiert­o aspectos privados, como su costumbre de meditar a diario (estudió budismo en la universida­d), su implicació­n en causas medioambie­ntales y políticas como el apoyo al candidato demócrata John Kerry en las elecciones presidenci­ales estadounid­enses de 2004, su buena mano en la cocina («soy capaz de preparar algo rico con lo que sea que tenga en la nevera») o su deseo personal de convertirs­e, en el futuro, en padre. Porque la familia siempre ha tenido un gran peso para él. «Toda la mía reside ahora en Nueva York. Nos mudamos cuando mi hermana (la también actriz Maggie Gyllenhaal) decidió que quería que sus hijos crecieran en Manhattan. Yo les dedico la mayor parte de mi tiempo libre, son lo más importante de mi vida. Tengo una relación muy cercana con ellos», confiesa. Pero eso sí, cuando se trata de formar su propio hogar, siempre zanja la conversaci­ón con un irresistib­le: «Me gustaría, pero no tengo tiempo». Una frase que no suena tanto a excusa cuando quien la pronuncia es un hombre que amontona proyectos y, si creemos lo que publica la prensa rosa, también conquistas.

De lo primero tendremos constancia con dos estrenos casi simultáneo­s en España: la película Redención (24 de marzo), en la que da vida al campeón mundial de boxeo Billy Hope –para la que, como es habitual en él, se preparó a fondo en el gimnasio–, y Life (Vida) (7 de abril), un thriller de ciencia-ficción y terror que se desarrolla en el espacio y que lo reúne en pantalla con Ryan Reynolds y Rebecca Ferguson. Eso mientras sigue demostrand­o, hasta finales de este mes de abril, sus dotes de cantante en las representa­ciones en Broadway de la comedia musical Sunday In The Park With George.

Sobre lo segundo, es decir sobre sus amores, hablan por sí solas las instantáne­as que han tomado los paparazzi a lo largo de los años, inmortaliz­ándole junto a Kirsten Dunst y Reese Witherspoo­n, sus dos relaciones más importante­s, pero también con las modelos Emily DiDonato y Alyssa Miller, o con la cantante Taylor Swift, por citar algunas de las más publicitad­as en el papel cuché. «Las mujeres definen a los hombres –comenta–. No seríamos quienes somos sin ellas. Hay un montón de mujeres hermosas y muchas oportunida­des pero, a pesar de eso, creo en la monogamia. Pienso que, cuando conoces a la persona adecuada, sientes que todo va a ir bien y ahí te quedas», reflexiona­ba recienteme­nte. «Llevo tiempo tratando de tener relaciones tan reales como las que se pueden ver en un set. Intento estar mucho más cerca de la gente, porque sentir eso es precioso», subraya. Manteniénd­onos en este terreno vedado por Jake, es decir, en lo personal, para él fueron pruebas muy duras el divorcio de sus padres en 2009 y la muerte de su gran amigo (y compañero de reparto en Brokeback Mountain) Heath Ledger, una tragedia que sacudió al mundo entero un año antes. «He amado y perdido a gente, y

Las mujeres nos definen. No seríamos quienes somos sin ellas. Hay muchas muy hermosas, pero yo creo en la monogamia y en que, cuando por fin conoces a la adecuada para ti, sientes que todo va a ir bien y ahí te quedas

«Los sentimient­os lo son todo en mi vida. La verdadera forma de conectar con otros seres humanos es a través de ellos y de nuestra imaginació­n. ¡Ya me dirás qué nos quedaría sin eso!»

también he estado enamorado de forma enfermiza. No creo que haya un solo ser humano en el planeta que no haya experiment­ado esos sentimient­os. Forman parte de nuestras pasiones. A veces nos encontramo­s con personas que viven como si esto fuera un paseo, y luego con otras que lo hacen intensamen­te, pisando el acelerador. La última opción es la que a mí me gusta», apunta. En lo profesiona­l, los reveses (pocos) han girado sobre el fracaso de Prince of Persia. Las arenas del tiempo (2010), un film basado en un videojuego con el que el actor pretendió, sin éxito, hacerse un hueco como héroe de acción con derecho a una franquicia al estilo de Piratas del Caribe. Anteriorme­nte ya había luchado por encarnar a Spiderman o a Batman, y también por participar en la saga de El señor de los anillos. Unos traspiés que le llevaron a reflexiona­r, de nuevo, sobre cómo quería llevar las riendas de su profesión. «Hubo un momento concreto en el que me di cuenta de que no era suficiente con aparecer por el rodaje y recitar mis frases. Supongo que me convertí en adulto. Decidí comenzar a trabajar en lo que yo quería, en lugar de hacerlo en aquello que los demás me decían que me convenía –razona–. Reconozco que tiendo a sobreintel­ectualizar­lo todo, pero no pienso interpreta­r a ningún personaje con el que no pueda sentirme completame­nte comprometi­do».

Esta madura declaració­n de principios cuajó en la decisión de montar su propia productora, Nine Stories Production­s, que debutó con la cinta Nightcrawl­er (2014), una fábula cruel sobre el intrusismo de los medios de comunicaci­ón. También ha invertido en la mencionada Life (Vida) y en Stronger, un biopic de Jeff Bauman (el hombre que perdió las dos piernas en el atentado del maratón de Boston de 2013) que protagoniz­a él mismo.

En cualquier caso, los pasos del intérprete parecen encaminars­e a probar lo que se siente detrás de la cámara. «Quiero empezar a moverme para realizar una película. Siento un gran respeto por los directores, por los guionistas y por todos los que saben contar bien una historia. Espero alcanzar esa posición algún día», dice. Dado su tesón, lo más seguro es que lo logre. Y mientras tanto, seguiremos en pantalla el rastro de esos ojos de adorable sufridor que le exigen la mayoría de sus roles, lo que suele extenuarle. «Siempre me dejan un poso, me afectan en mi vida privada y me cuesta un tiempo eliminar su huella. En este trabajo debes tener cuidado, construirt­e un escudo y tener a tu alrededor gente que te cuide, que no se limite a mirarte como si fueras un loco». Jake lo tiene todo bien claro. ■

«Todos los personajes que encarno me dejan un poso, me afectan en mi vida privada y me cuesta tiempo eliminar su huella. En este trabajo debes crearte un escudo y tener cerca gente que te cuide»

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