Álex de la IGLESIA & Mario CASAS De BUEN café
Tres películas han unido los destinos del actor de moda y el director vasco. La última, ‘El bar’, llega ahora a los cines. Una complicidad a golpe de disfraces y muchas risas.
Veintisiete kilos menos es lo que diferencia al Álex de la Iglesia de Las brujas de Zugarramurdi (2013) del Álex de la Iglesia de El bar (estreno el 24 de marzo). El director vasco (Bilbao, 1965), que hace unos meses fue padre por tercera vez, ha variado en la forma «porque toca cuidarse un poco», explica. Pero en el fondo, y como realizador, mantiene intacta su lucha vital contra el aburrimiento, creando ficciones llenas de humor y fuerza bruta. En realidad, eso es algo que ha hecho desde que rodó el cortometraje Mirindas asesinas
(1991). Sólo que, desde hace cuatro años y a lo largo de tres películas –la anterior a la que nos ocupa hoy fue Mi gran noche (2015)– la ha emprendido a golpes con Mario Casas (La Coruña, 1986), a quien, además, ha tuneado
físicamente como ha querido, empeñado en quitarle de encima el sambenito de chico guapo. Y a él le va la marcha; no sólo se lo permite sino que le jalea, para dar juntos la nota un poco más. Si bien es verdad que, en la última cinta, su apariencia
(un creativo hipster con barba poblada, gafas de pasta y cierto talante cobardica) es la más normal de las que ha adoptado para el bilbaíno, en materia de guantazos sigue recibiendo de lo lindo. Y esta especie de pulso entre los dos se ha convertido en un reto laboral y en un estrecho vínculo de camaradería. Compartís idéntico sentido del humor. ¿Cómo es? Mario: Destroyer, fácil. Nos reímos por cualquier cosa y hacemos chistes permanente de casi todo.
Álex: Cada día tienes que poner más cuidado en no ofender a nadie. Pues entre nosotros no hay censuras. Podemos decir las burradas que se nos ocurran sin miedos. Esa sensación de libertad es la que genera amistades para siempre. Y, profesionalmente, con Mario descubro cosas. Es como una relación de amor o sexual: nunca vamos a hacer algo que él o yo no queramos. Tenemos un acuerdo. Y a partir de ahí, el juego es divertidísimo. ¿Qué tal aguantáis las burlas? Mario: Yo bien. Aunque soy bastante más bromista y cabrón; o sea, el que las hace casi siempre (risas). Suelo caer en pocas porque habitualmente me adelanto.
«Entre nosotros dos nunca hay censura. Podemos decirnos burradas sin miedos. Y esa sensación de libertad genera amistades que son para siempre» (Álex de la Iglesia)
Álex: Yo las llevo como hay que llevarlas; o sea, me fastidian un montón, pero me las merezco (risas). ¿Creéis que la cultura del bar pervive, o se ha perdido?
Mario: Ay, a mí me encanta, y sí que la mantengo. Cada mañana, mi café y mi pincho de tortilla. Siempre. Álex: Es que el bar es algo muy de nuestro país. Es ese lugar en el que nos encontramos todos, y donde puedes tener justo al lado a alguien completamente distinto a ti. En un local como ese pega cualquier persona.
Sois capaces de distinguir entre quien es hipster y quien no? Mario: Es quien asume el rol de modernez y de ir a la última. Y lo hace con cierto matiz de listo.
Álex: Es una persona procupada por ser la más cool, y mola más porque hace cosas que los demás todavía no han probado. Interioriza una actitud de «me voy a poner esto porque vais a flipar». Y, en realidad, el que es verdaderamente moderno no sabe que lo es, y tampoco le importa.
Al principio del film, una gitana echa una maldición a Blanca Suárez. ¿Sois supersticiosos? Álex: Sí. O sea, en absoluto, pero sí (risas). De una manera sensata, entiendes que una maldición es una tontería. Sin embargo, el y si... para mí tiene mucho peso, y eso me condiciona tanto que termina volviéndome obsesivo. Un día me pasó que le di muchísimo dinero a una gitana que leía las manos. Pensé que la inquietud me iba a durar bastante tiempo si le decía que no. Así que accedí a que me predijera el futuro... y se forró.
Mario: Yo sí soy supersticioso. Creo que hay personas con una energía muy potente y he conocido a algunas a las que les gusta mandarla, tanto la positiva como la otra. Al final, uno se obceca y acaba creyéndoselo todo. También se hace un chiste al respecto de llevar barba y parecer automáticamente sospechoso de algo. Los dos la tenéis. ¿Habéis notado que os miran con recelo? Mario: ¡Uy! Pues no, a mí no, la verdad.
Álex: Me la dejo desde que tenía 18 años. Como con las gafas, la llevo para taparme. Y si pudiera ponerme un casco con el mismo objetivo, lo haría igualmente.
Mario: Yo me siento igual, en algunas ocasiones me envolvería con lo que pudiera, pero sería para que no me reconociesen al pasear por la calle (risas).
Álex: Pues eso lo hicimos una vez Santiago Segura y yo. Teníamos que ir a casa de un amigo en Nochevieja y salimos con pasamontañas en la cabeza para evitar que la gente supiera quiénes éramos y nos parase cada poco (risas).
Puede el miedo mostrarnos cómo somos en situaciones extremas como la que se da en esta película? Álex: Todos parecemos encantadores en las situaciones de estabilidad. Pero en cuanto hay que elegir quién de nosotros va a tener un problema, dejamos de proyectar esa imagen y empezamos a colocarnos en una fila de poder. Somos conscientes de que quien más autoridad posee es el que tiene menos posibilidades de salir perjudicado. Me he visto muy cobarde en momentos de tensión. Y cuando me mostré valiente, fue un error; no sirvió de nada y ¡me hice un daño de la hostia! (risas).
Mario: Ante el peligro, ¿quién no sería miedoso y no actuaría de modo natural? Es instinto de supervivencia. En tu cine, las mujeres son muy echadas para delante. ¿Somos más capaces de sobrevivir en la adversidad? Álex: Absolutamente. Me considero una persona discapacitada cuando estoy frente a una tía por primera vez.
«En las situaciones de tensión he sido cobarde. Y cuando fui valiente, no sirvió de nada y me hizo un daño de la hostia» (Álex de la Iglesia)
Mario: Y tras un tiempo, también (risas).
Álex: Todo lo hacéis mejor. Los sentimientos, sabéis cómo manejarlos. Y a nivel de percepción, ya es que resulta acojonante. Estoy en una reunión, le pregunto a un tío cómo ha ido y me dice: «Bien». Punto. Lo consulto con una mujer y me cuenta: «Ese de ahí no se entera; el otro odia al de más allá».
Mario: Es muy fuerte.
Álex: Y claro, la miro y digo: «¿Pero cómo te has quedado con todo eso? ¡Yo es que ni me he fijado!». Casi que voy a llevar siempre a una tía cerca para que me cuente qué ha pasado, porque tengo la sensación de que, por norma, veo la mitad que ellas. Y vas a flipar con lo que voy a decir ahora: vosotras podéis vivir el presente de una manera que a nosotros nos es imposible. Os cuesta recordar y prever, lo que significa que no tenéis una visión abstracta de las cosas, sino más bien práctica. Aunque sois previsoras de un modo prágmático, no contáis con la capacidad de ver las consecuencias globales de un hecho.
Eso es más masculino? Álex: Sí, y también mucho más tonto. Un hombre estaría en el Titanic diciendo: «Aquí va a haber un problema». Y, mientras se hunde, ella ya estaría en un bote (risas). Mario: Es que no hay color (risas). Es definitivamente más inteligente. Las decisiones de vida o muerte las toman las mujeres, nunca somos nosotros.
En la trama de El bar hay cierta crítica social. ¿Pensáis que si algo no sale en televisión es como si no existiera? Álex: Lo que no tiene repercusión en los medios pasa inadvertido. Les ocurre a las películas que no tienen publicidad, a las personas sin promoción y, sobre todo, a los acontecimientos que quieren que se olviden. En este momento hay diez cosas sucediendo en España, y la prensa elige una. Y no lo hace porque sí, sino porque le interesa. Hay un filtro, el de no hablar de algo. Al final, ese es el mejor recurso para embaucar a la gente. Mario: Estoy de acuerdo.
¿Eres como Álex, a quien la vida real no le gusta? Mario: Un poco sí. Cada vez me escondo más. Esos disfraces que llevamos dan mucha rabia. El mundo en el
«Cada vez me escondo más, me meto en mi cueva. No me apetece ir a nada. Me voy haciendo mayor y cada vez me gusta menos el mundo de mentira» (Mario Casas)
que vivimos es bastante de mentira, y va a más... Encima, el trabajo que tengo es ya como vivir constantemente en un teatro. Por tanto, no me apetece ir a nada. Me voy haciendo mayor y prefiero estar en mi cueva. No sé si eso es bueno o malo; y tampoco me preocupa.
Álex, ¿sigues teniendo esa amplísima deuvedeteca con películas históricas y muchas series de culto?
Álex: ¡Qué va! Perdí casi todas en el divorcio y estoy reuniéndolas de nuevo. Lo que pasa es que se me olvida cuáles tengo y compro las mismas tres veces (risas). Mario: A mí me gusta el mundo del cómic y el de los superhéroes. Pero Álex nació para comprar merchandising. Álex: Forma parte de mis aficiones. En cambio, tu hobby es disfrutar de la vida. Y eso, sin duda, es mucho mejor. ■