ALENTEJO Escápate para recuperar la calma.
En el sur de Portugal reinan pueblos preciosos, campos infinitos, haciendas ecochic, playas interminables y un mar de DELICIAS ‘gourmet’. Un destino que se saborea sin prisas.
Justo al otro lado de la frontera extremeña, la península ibérica se abre a Alentejo, la región más allá del Tajo, que parece encantada a causa de sus anocheceres preciosos cara al mar y de una luz eternamente cálida que cubre las dehesas tierra adentro. Más discreta que su vecina Algarve y, también, más desconocida, aquí la bienvenida se da con actitud creativa para que apetezca apreciar la realidad de un Portugal auténtico, fiel a sus raíces. Un amor a lo suyo que se descubre en pueblos pequeños llenos de historia, con casas pulcras pintadas de blanco, azul y amarillo, y en un litoral semisalvaje, repleto de arenales y calas encajadas entre acantilados y rocas.
QUINTA DO QUETZAL, EN VIDIGUEIRA, ES UNA BODEGA QUE OFRECE UNA EXPERIENCIA ‘GASTRO’ Y ‘ARTY’ (QUINTADOQUETZAL.COM)
Tiene tanto que ofrecer que, para descubrir Alentejo como se merece, lo mejor es alquilar un coche y conducir sin prisa. Perderse es encontrar no sólo bucólicas bellezas naturales, sino también, antiguas fincas familiares que han sido adquiridas por muchos lisboetas de ánimo emprendedor para convertirlas en preciosos hoteles con encanto. Todos, seguidores de una filosofía ecochic que empieza por recuperar la arquitectura tradicional, con fachadas de color albero y chimeneas rotundas, y continúa en un estilo de vida hospitalario, que invita a dejarse
EL QUESO DE SERPA, EL PAN Y EL ACEITE SON TRES REGALOS PARA EL PALADAR
llevar por la calma portuguesa. Si las ganas de océano empujan a explorar primero el Alentejo que mira al Atlántico, a tres horas de Lisboa y a sólo cuatro kilómetros de la marinera Zambujeira do Mar está Herdade do Touril (desde 100 €, touril.pt/herdade-do-touril.html), una hacienda de 365 hectáreas que propone rastrear
el Parque Natural do Sudoeste Alentejano, donde los imponentes acantilados de la costa de Odemira, con cimas que se siembran de jara en primavera, terminan en soberbias piscinas naturales. De día, es un placer recorrerlo a pie, a caballo o en bicicleta y acercarse a Cabo Sardão. De noche, sin perder de vista el mar, deliciosos menús a base de pescado de temporada, como sargo a la plancha y percebes, saboreados con el vinho regional Chaminé, ponen énfasis en que la gastronomía es aquí otro tesoro. Lo saben muy bien en A Barca Tranquitanas (+351 283 961 186), una taberna a la vuelta de la esquina de Touril que sublima el arte de lo sencillo. O en la Tasca do Celso (tascadocelso.com), símbolo de la vecina Vila Nova de Milfontes, que, a base de pataniscas de bacalhau com arroz de feijão, maravilla tanto como las callejuelas de esta freguesia (llamada la Princesa de Alentejo), en las que dan ganas de inventarse una nueva vida. La idea de quedarse acompaña en la ruta hacia el interior, donde el escenario rural lo dibujan paisajes con girasoles, viñedos, campos de trigo, encinas y alcornoques, un regalo para la vista que alfombra el itinerario hasta Monsaraz, el pueblo que, junto con Évora, es considerado la perla de la zona. La magia del tiempo detenido se palpa, además de entre sus murallas, con vistas al gran lago Alqueva, en la cerámica que se cuece a sus pies,
EN MALHADINHA NOVA, EN ALBERNOA, VINO Y ESTILO DE VIDA SON UN LUJO (DESDE 250 €, MALHADINHANOVA.PT)
en São Pedro do Corval, o en las mantas de lana típicas alejentanas que se tejen en telares decimonónicos un poco más allá, en Reguengos de Monsaraz (mizzete.pt). Otra muestra de la ética local por mimar lo auténtico y un empeño que se respeta con primor en São Lourenço do Barrocal (desde 165 €, barrocal.pt), propiedad con hotel, spa y bodega en la que sumergirse es una antología de los placeres sostenibles, maridados con su blanco aromático, servido muy frío. Más al sur, donde el río Guadiana se ondula a ritmo de fado y refleja ecos de la herencia andalusí, Moura y Mértola merecen una parada para admirar su belleza estética y sus leyendas de princesas árabes hechizadas. En esta parte, coronada al norte por la sierra del Mendro, el vino coge cuerpo en las barricas de Herdade do Sabroso (desde 125 €, herdadedosobroso.pt), y se convierte en un tinto exquisito que, como cuentan sus dueños, Sofia y Felipe, pone vivos los cinco sentidos y agudiza un sexto: el de disfrutarlo sin prisas. Como el propio Alentejo. ■