ELLE

VÍCTOR DEL ÁRBOL A solas con un caballero.

El premio Nadal se consagra como uno de nuestros escritores más deseados, con la bendición de la Academia Francesa y una esperada novela sobre el sentido del amor.

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«MI NUEVA HISTORIA, ’POR ENCIMA DE LA LLUVIA’, HABLA DE POR QUÉ NO TENEMOS QUE CONFORMARN­OS CON MENOS DE LO QUE ESTEMOS DISPUESTOS A PERSEGUIR»

Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) tiene algo que comparte con Arturo Pérez-Reverte. Se trata de un título que, más allá de los de sus exitosos libros, no posee ningún otro escritor español. Ambos son caballeros de las Letras y las Artes de Francia. Este reconocimi­ento a la riqueza cultural y humana que aporta quien hace buena literatura le llega al ganador del Premio Nadal 2016 y antiguo mosso d’Esquadra como un espaldaraz­o a su nueva entrega: Por encima de la lluvia (Destino). Una obra imperdible que nos habla del valor de vivir intensamen­te, incluso en el camino de vuelta, que es donde sus ancianos protagonis­tas se encuentran para amarse y darse lo que no tuvieron de jóvenes. Una historia verdadera sobre quiénes podemos llegar a ser cuando nos atrevemos.

Antes de nada, ¿qué supone para ti esta condecorac­ión de Francia?

Un pasito más en un camino largo cuyo horizonte está lejos aún. Es de esa clase de honor que me hace pensar en la universali­dad de la literatura y en mi papel como escritor que, por encima de las fronteras, cree en los hombres.

Además de este título, estrenas el de un nuevo relato. ¿Te atreves a una reseña?

Hablo de dos personas que se encuentran en una residencia al final de sus vidas y se van juntos a Tarifa. Entonces, uno transforma al otro, porque los viajes de verdad son los que te cambian por dentro. Hay una metáfora muy

bonita: Elena le tiene miedo al mar y Miguel, a volar. Al final, ella ya no teme nadar; él le ha enseñado. Y viceversa. El amor de uno sana al otro. Aun así, no olvides que esta novela la he escrito yo, así que no es un periplo romántico; es uno profundo, que es mucho más importante, porque lo que te trastoca de verdad, antes te desgarra. ¿Qué tiene este relato que no posean

tus otros best sellers, como La víspera de casi todo o Un millón de gotas? Que, a diferencia de las otras dos, Por encima de la lluvia no es una historia que te cuentan, es una historia que te pasa. Se trata de una proyección de nuestras existencia­s. Todos nos vamos a morir, esa es una certeza. Pero, ¿hemos vivido? Ese es el detonante del libro. El final llegará, así que no te conformes con menos de aquello que estés dispuesto a perseguir.

Más allá de una obra de ficción, ¿es esta también tu visión acerca de la vida?

Sí. Atravesamo­s un tiempo de derrota, de pragmatism­o, de resignació­n...

¿Por qué? ¿Quién dice que hay que hacer lo que el mundo quiere que hagamos? Yo he oído de la gente: «Eres funcionari­o, tu trabajo es estable; ¿cómo te metes a escritor, algo que nunca se sabe cómo va a ir?». Sin embargo, Lao-Tse, el creador del taoísmo, decía: «El viaje más largo empieza con el primer paso». Después, sólo es necesario poner un pie tras otro hasta que te alejas del todo. Dime, ¿cómo compones tus historias?

No me pongo a hacerlo hasta que tengo la novela entera en mi cabeza. Escribo a mano, muy rápido, en varios cuadernos y siempre con pluma. Un volumen me puede llevar tres meses. No corrijo. No pienso. Y solamente me siento cuando he encontrado el título. ¿Por qué no creas con ordenador? Porque redactar a mano me conecta con la idea romántica de ser escritor, y porque me da la sensación de estar pintando con palabras. Imito desde niño la letra de mi padre. Mi firma también es la de él. La suya era una caligrafía antigua, alta y elegante. Me gusta hacer mis novelas con ella. Esta es la primera tras el Nadal. ¿En qué te ha cambiado el premio?

Te voy a contar algo. Cuando mudas de oficio, la gente piensa: «Este está loco». Luego ven que has llegado a alguna parte y se preguntan: «¿Por qué yo no me he atrevido?». Entonces, ¿sabes qué quieren este tipo de personas? Que fracases, porque, si lo haces, justificas su miedo. Pero, si no te caes, te convierten en un símbolo a seguir. Así que el Nadal lo que ha cambiado es la visión que los demás tienen de mí; yo sigo siendo el mismo.

Sólo que recién casado... Sí, y felizmente. Soy de los que se enamoran y piden hipotecas. Es la tercera vez que lo hago, y eso que me había dicho: «¡Nunca más!».

La pregunta es: entonces, ¿por qué?

(Risas). La respuesta es: ¿por qué no? A mí me parece muy bonito que, después de dejar atrás mil aventuras, sigamos vivos para el amor. Yo he roto muchos prejuicios con este matrimonio.

Cuéntame eso, por favor.

Mi sueño era viajar solo por el mundo. Hasta que llega una mujer y lo desmonta todo. Y a una relación no hay que entrar con frenos. En nuestros votos, le dije: «A veces, tardas muchos años en darte cuenta de que hace falta ser muy valiente para permitirse ser frágil». Cuando hallas a una persona que te obliga a serlo, que te hace dudar, no te lo quieres perder. Por fin, deseo que sea para siempre. Hace poco, le comenté: «Tía, no sé si me estoy haciendo mayor porque, de repente, me importa todo este rollo de la lealtad, la fidelidad, la sinceridad». ¿Y sabes qué me respondió?

Ni idea. ¿Qué? «No es que estés envejecien­do, Víctor, es que has llegado adonde querías llegar». Así que confieso que el último capítulo de Por encima de la lluvia tiene que ver con la escena final que imagino para mí mismo. ¿Se puede saber cómo es esa secuencia? Mi mayor victoria sobre la muerte sería decir: «Has conocido el éxito, el fracaso, la amistad, la enemistad... ¡Joder, qué gran vida has llevado, macho! Sólo queda el rastro de una fiesta».

«A VECES, TARDAS AÑOS EN SABER QUE HAY QUE SER MUY VALIENTE PARA PERMITIRSE SER FRÁGIL»

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