ELLE

Paz Vega, Luz Casal y Michelle Williams, tres estrellas que pueden con todo para celebrar el Día de la Mujer.

Cuando cumple 20 años de carrera y acaba de volver a España con su familia, la sevillana se MULTIPLICA entre rodajes para el cine y la televisión, su rol de icono ‘fashion’, el feminismo y una maternidad que disfruta cada día más.

- POR LAURA SOMOZA. FOTOS: RAFA GALLAR. REALIZACIÓ­N: SYLVIA MONTOLIÚ

Se declara natural, luchadora y valiente. A sus 42 años recién cumplidos, se ha instalado de nuevo en España con su marido, Orson Salazar, y sus hijos, Orson, Ava y Lenon, de diez, ocho y siete, respectiva­mente, tras una etapa en Los Ángeles que duró una década. Paz Vega (Sevilla, 1976) vive y trabaja a mil revolucion­es, pero en el fondo se encuentra en calma y se rige por la filosofía slow life, que es su guía vital. ¿Un ejemplo de lo que se trae entre manos? Tras recibir en el último Festival de San Sebastián el Premio JaegerLeCo­ultre al Cine Latino por toda su carrera, a lo largo de este 2018 deberíamos verla en nada menos que cuatro películas rodadas en Europa, Estados Unidos y hasta Australia, así como en la segunda temporada de The OA, la serie sobre fenómenos paranormal­es de Netflix. Y ahora está inmersa en el rodaje de una historia que la tiene enamorada: Fugitiva, una ficción televisiva que TVE emitirá próximamen­te, acerca de una mujer atrevida y fuerte (lo mismo que ella) que protege a sus hijos cuando su vida salta por los aires. Fuera del alcance de las cámaras, la andaluza se ha involucrad­o en el movimiento Time’s Up, contra el acoso sexual en la industria del cine, y ha servido como musa a su gran amigo Hannibal Laguna para un nuevo perfume y para su última colección, con la que celebra tres décadas de trabajo en la moda. La actriz nos hace un hueco en su ajetreada agenda cuando el rodaje del thriller de Televisión Española se lo permite, es decir, durante el fin de semana.

En paz. ¿Es así como te sientes en este momento? Creo que, cuando vas madurando, le das prioridad a las cosas que importan. Para mí, siempre lo han sido la familia y el trabajo; son mis grandes pasiones y con lo que disfruto, aunque también son las que más me reclaman a todos los niveles. Principalm­ente, en cuanto a energía. La diferencia es que ahora procuro gozar de cada detalle, y ver crecer a mis hijos. Estoy en un punto en el que los congelaría, porque cada minuto que estoy con ellos es oro para mí; como cuando nos levantamos por la mañana y desayunamo­s. Me doy cuenta de que estos instantes van a pasar, y por ello los vivo al cien por cien.

¿Eso te vuelve más consciente del transcurso del tiempo?

Sin duda. Sobre todo si, por ejemplo, veo las fotos de cuando Orson era pequeño. Me pregunto: «¿Será posible que hace nada lo tuviera sin problemas en mi regazo y que ahora no pueda con él?». En esas ocasiones, caigo en la velocidad con la que sucede todo. Pero, si pienso en mí, no tanto. Es curioso; me considero igual de niñata que hace 20 años (risas). Ayer, rodábamos en una piscina, y yo me decía: «¡Estás en forma!». Y tengo 42.

Puedes llegar a hacer lo que te propongas? En el trabajo, no hay nada que me asuste. No juzgo a mi personaje y siento que en mí no existen límites, ni mentales ni físicos; a veces, hago cosas que jamás se me pasarían por la cabeza en mi vida real, porque soy una persona temerosa. De repente, mientras filmamos, me planteo: «¿Cómo me atrevo con esto?». Entonces, soy completame­nte libre: mi cuerpo se desata de cualquier tipo de miedos y me comporto según el guión o el personaje. Me encanta actuar, porque en el set te permites lo que normalment­e ni siquiera imaginaría­s. Yo soy capaz de olvidar las preocupaci­ones y me percato de que las restriccio­nes se las pone una misma antes de que se lo exija la situación.

Tú consigues liberarte... ¿y qué se lleva el público? Yo, como espectador­a (que también me encanta serlo), sueño y me emociono. Las películas me inspiran y me cambian el ánimo; si estoy triste y me apasionan, salgo del cine de otra manera. Me ayudan a darme cuenta de que todo es posible. Con algunas historias he descubiert­o muchas cosas y, en los malos momentos, suelo pensar: «¿Cómo resolvería aquel personaje el problema?». Creo que este arte, al igual que la literatura, nos muestra otros mundos y nos enseña lecciones tan preciosas como que podemos transforma­r nuestra realidad, porque en la pantalla nos encontramo­s siempre a alguien al que le pasa algo, y puede modificar su estado. Además, en la sala soy muy llorona... aunque no son lágrimas de pena, son más bien de entusiasmo, por haber aprendido. Lo último que he visto ha sido Coco, con mis hijos, y lloré tanto que me preguntaba­n: «¿Qué te pasa?». Y yo contestaba: «¡Es que es tan bonito saber que tenemos que mantener el recuerdo de los que nos han precedido!». Debemos conservar las tradicione­s de familia para ver de dónde venimos o hacia dónde vamos. La industria del cine está conciencia­da contra el acoso y a favor de la paridad. ¿Qué opinas de Time’s Up?

Me considero afortunada y orgullosa de poder vivir esta época con una edad madura, en la que ya me han pasado (y he visto) muchas cosas en la vida. Entre todas, hemos encontrado una voz común para decir: «¡Basta!». Pero no sólo frente a los abusos sexuales, que son un tipo, sino ante otros también. A las mujeres se nos ha menospreci­ado desde hace siglos. No hay religión que no lo haga. El colmo fue el año pasado, con la llegada al poder de Donald Trump frente a Hillary Clinton y sus declaracio­nes refiriéndo­se a nosotras... Es necesario pararle los pies a estas situacione­s. Lo que me dejó en shock fue la contrarres­puesta que dio Catherine Deneuve,

que juzga ciertas acciones como una forma de galantería... Yo no entendí nada. Ser feminista no es ir en contra de los hombres, es simplement­e luchar por unos derechos y por una igualdad que se nos han negado durante muchísimo tiempo. No hay que crear una guerra entre ellos y nosotras, eso sería peligroso. De la misma manera que confieso que estoy muy contenta con lo que está pasando, reconozco que es una situación que podría acabar escapándos­enos de las manos. Oprah Winfrey, en el discurso que dio durante la gala de los Globos de Oro, apuntó que se vislumbra el cambio en el horizonte. Me encanta lo que dice y, sin embargo, creo que, por el momento, se trata solamente de una lucecita al fondo que está despertand­o determinad­as conciencia­s. Lo bueno es que Hollywood es una gran plataforma que llega al mundo entero.

¿La verdad es el arma más poderosa con la que podemos contar?

Sí, porque es la realidad. Cuando me piden que cuente «mi verdad», nunca lo entiendo; es que la tuya no puede ser diferente de la mía, si sólo hay una. Comunicarl­a a otros es tu mejor defensa y ataque contra cualquier cosa, y es lo que tenemos que enseñar a las futuras generacion­es. No es no, y la mujer es más que su belleza o su sexo. Cuando nuestras hijas lleguen a los 30 años, veremos los resultados de este enorme trabajo. Por ahora, todavía no, porque en algunas casas aún es la niña la que se levanta a quitar la mesa. ¿Pero por qué? Deberíamos acostumbra­rlas a esa igualdad que todos queremos, visto que, algún día, muchas de ellas también serán madres y les tocará hacer lo mismo con sus propias familias.

Ytú predicas con el ejemplo en este tema? Sí, aunque incluso yo me he encontrado alguna vez diciendo sin querer: «Ava, ayuda a esto». Y luego, me corrijo: «No, no, Orson». Porque es instintivo; nos han adoctrinad­o así, y hemos asumido ese rol. Lo importante es luchar por limpiar a esta generación de ese tipo de mentalidad, y que, en el futuro, ellas eduquen a sus propios descendien­tes en la igualdad sin tener que pensarlo dos veces, como nosotras.

¿Tus hijos son tu team indispensa­ble de viaje?

No me imagino la vida sin ellos... ni sin mi marido. Son sagrados para mí, lo son todo. Mi energía al completo orbita a su alrededor; por un lado, me la quitan, y por otro, me llenan de ella. Es algo muy bonito.

En una imagen que colgaste en Instagram, decías acerca de tu marido, Orson: «Él pone mi tempestad y mi calma».

Así es, a pesar de que, en nuestro caso, yo soy la tormenta y él, la bonanza. Y debe ser así, porque, de lo contrario, me parece que no llevaríamo­s juntos tantos años.

La de actriz es profesión de locas? Desde luego. Primero, porque normalment­e no conoces a nadie. Bueno, yo llevo tiempo trabajando y ya coincido con gente, pero al principio, es como si llegas a una tribu nueva y, de repente, se han de convertir en tus amigos. Y segundo, porque te enfrentas a personajes que sueltan frases que tú nunca dirías, o actúan de una forma que jamás sería la tuya. Y, después de acabar, vuelves a tu realidad; de la bipolarida­d de estar en el set, con la ilusión de hacer una película, a la cotidianid­ad de tu familia, donde tu hijo tiene fiebre, por ejemplo. Es extraño e interesant­e de combinar. Y es un oficio inestable, en el que vives del beneplácit­o de los espectador­es. Es como una gran red social: tú haces la cinta y luego todo el mundo puede darle a like y opinar. Te vuelves esclava de la gente, lo que por otra parte es precioso.

¿Te preocupa lo que digan de ti?

Claro, porque es tu público. Yo trabajo para hacerlo bien y gustar o, por lo menos, para no dejar indiferent­e. Que vean mi interpreta­ción y les pase algo, aunque ese algo sea que me odien. Tu marido te dedicó en las redes esta frase: «Quiero estar contigo hasta mi última página». ¿Y tú?

El final es muy importante en cualquier historia, tanto en las que cuentan las películas como en las reales. Yo también desearía llegar a mi último diálogo con él. ■

En mi profesión, vives esclava del público, pero es algo precioso. Yo trabajo para gustar y hacerlo muy bien o, por lo menos, para no dejar a nadie indiferent­e. Que, al acabar de ver mi trabajo, les haya pasado algo, aunque sea que me hayan odiado

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Chaqueta y pantalones de esmoquin y camisa de Dsquared2, y pendientes de nácar de Yanes.
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 ??  ?? Izq.: Chaleco largo y pantalones, ambos bordados, de Antik Batik, blusa de seda de Dsquared2, pendientes dorados y collar de perlas con medallón de OSB Vintage, colgante de perlas y broche de Yanes, cartera de Paula Vera, medias de Calzedonia y salones...
Izq.: Chaleco largo y pantalones, ambos bordados, de Antik Batik, blusa de seda de Dsquared2, pendientes dorados y collar de perlas con medallón de OSB Vintage, colgante de perlas y broche de Yanes, cartera de Paula Vera, medias de Calzedonia y salones...

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