ELLE

El Día del Padre, junto a seis estrellas.

Saben lo que es salir a hombros, poner al público en pie y triunfar en los negocios. Con motivo del Día del Padre, reunimos a seis hombres con pedigrí... e HIJOS. Entre ellos, complicida­d, proyectos en común y, sobre todo, mucho amor.

- POR EQUIPO ELLE. FOTOS: PABLO SARABIA. REALIZACIÓ­N: BÁRBARA GARRALDA Y SYLVIA MONTOLIÚ POR CLAUDIA SÁIZ. MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: PEDRO CEDEÑO (TALENTS) PARA CHANEL Y GHD. KIKE SARASOLA (IZQ.) LLEVA CAMISA DE DSQUARED2 Y VAQUEROS DE H&M. CARLOS MARRERO,

Kike Sarasola y Carlos Marrero LA GRAN FAMILIA MADE IN SPAIN

«Formar una familia era un sueño inalcanzab­le y es lo mejor que nos ha sucedido: en lugar de cambiarte, te llena la vida», dice el empresario (y alma de Room Mate Hotels) Kike Sarasola. Casado desde hace diez años con Carlos Marrero –llevan juntos 25–, tienen dos hijos gracias a la gestación subrogada: Aitana, de 5, y Enrique, nacido en 2015. «Yo quería hacerlo desde el minuto uno, pero a Carlos le daba miedo. Y míralo ahora: un padrazo». Sobre el camino recorrido, insiste en que no ha sido fácil: «Primero acudimos a la Comunidad de Madrid, dispuestos a empezar con los trámites de adopción; sin embargo, no concebían que una pareja homosexual se embarcase en algo así. Por medio de la subrogació­n hemos logrado ser una pequeña gran cuadrilla. Ya es hora de que se redacte una buena ley en España y se piense en la felicidad de la gente. Es más, ¡me encantaría un tercero!». Por su parte, Carlos admite que pasa muchas tardes tomando el té con Aitana y sus veinte muñecos: «El mayor reto para un padre es que sus hijos crezcan con amor, tengan curiosidad , aprendan a elegir y sean consecuent­es con sus decisiones».

Manuel, Alba, Manu y Triana Díaz LA FUERZA DEL CARIÑO

El diestro Manuel Díaz el Cordobés celebra su 50o aniversari­o en el ruedo de la vida, por el que ha caminado con valentía sin el referente de un padre. Quizá por eso se ha convertido en un hijo ejemplar. Lo sabe bien su primogénit­a, Alba –fruto de su relación con Vicky Martín Berrocal–, que acaba de estrenar mayoría de edad. También, Manu, de 13, y Triana, de 10, que ‘resumen’ el sólido matrimonio del torero con Virginia Troconis y que posan juntos por primera vez: él ha metido a su progenitor en el mundo del surf; ella es todo un generador de alegría. Cuando se le pregunta por los valores con los que creció y que desea transmitir a los suyos, Manuel no duda: «El amor y el cariño. La libertad de poder elegir a pesar de los errores. Quiero que entiendan que no es tan malo equivocars­e como hacerlo y no aprender. Que crean en ellos mismos y comprendan y respeten a los demás. Que sean humildes: la humildad es la base de la grandeza. Ellos me han enseñado muchas cosas; la más importante, que su sonrisa es la medicina que cura todos mis males». Y Manu añade: «Mi padre tiene el superpoder de ver siempre lo bueno, incluso en los peores momentos». «¡Y el de dar los mejores abrazos del mundo!», exclama Triana.

Carlos Sainz y Carlos Sainz Jr. DOS EN LA CARRETERA

Son muy diferentes, aunque, cuando se sientan detrás de un volante, los genes no engañan. A Carlos Sainz no le importa embarrarse en el ‘raid’ más peligroso del mundo, el Dakar, en el que, a bordo de su Peugeot, ha repetido la victoria de 2010. Y a Carlos Sainz Jr. le apasiona subirse a su monoplaza Renault y conquistar los circuitos de Fórmula 1. «Durante el ‘rally’ nos intercambi­amos los papeles: era él quien, cada día, por teléfono, me ayudaba a plantear la siguiente etapa –explica el padre–. A nivel competició­n, intento inculcarle a mi hijo la disciplina y el sacrificio». Son valores que este sigue a pies juntillas: «Me ha transmitid­o su tesón –subraya–. De él he aprendido a ser meticuloso y a no dar las cosas por sentadas». Dos reyes de la pista que, cuando van juntos en coche, pelean por ver quién se sienta al volante. «El que sube antes conduce –ríe Carlos Jr.–. Si no nos ponemos de acuerdo, ¡mi madre o mis hermanas toman los mandos!».

Juan Mari y Elena Arzak ALTA GASTRONOMÍ­A A CUATRO MANOS

En 1976 Juan Mari Arzak, junto con un grupo de cocineros del norte, revolucion­ó el universo culinario. Surgía la Nueva Cocina Vasca, precursora del ‘boom’ actual. Su restaurant­e en San Sebastián, fundado por sus abuelos como casa de comidas, se ha convertido en uno de los más codiciados templos gastronómi­cos del planeta. Prueba de ello es que conserva las tres estrellas Michelin desde hace más de 40 años. «Mi padre tiene mucha fantasía, una creativida­d increíble y un enorme entusiasmo, valores que me ha contagiado», admite Elena, que se incorporó a la cocina de Arzak con 26 años. «Me advirtió de que era una profesión muy dura, pero yo sabía que no me iba a aburrir, que aquello era lo mío. Y no me equivoqué», continúa. «He sido muy afortunado –señala su padre–. Elena, aparte de saber la tira de cocina, posee una gran sensibilid­ad. Ha asimilado a la perfección el ADN de nuestra tierra. Además, es mucho más moderna que yo. Y más ordenada. Es maravillos­a». «El ‘aita’ es mi gran maestro, mi confidente, mi crítico más feroz, pero, también, mi mayor admirador. ¿En qué nos parecemos? En el gusto y en el sentido del humor. Nos sorprenden y nos divierten las mismas cosas», concluye la chef.

Víctor y Josué Ullate AMOR EN DANZA

La historia de la danza en España tiene un nombre muy grande: Víctor Ullate. Maestro de maestros de fama internacio­nal, ha formado a Tamara Rojo, Lucía Lacarra, Ángel Corella e Igor Yebra, por mencionar a algunas estrellas mundiales. «Tienes que motivar al niño e inculcarle amor por el baile. No eres su progenitor, aunque casi ejerces como tal. Eso cuando son pequeños. Al crecer no escapas de la rebelión adolescent­e del “no me digas lo que tengo que hacer” –risas–. Luego reconocen la suerte de recibir un poco de arte», recuerda. Ahora su estela mágica se prolonga en su hijo, Josué, el benjamín de tres y bailarín en su compañía: «A mí me gustaba el fútbol. A los 10 años mi padre me dijo que probara la danza, a ver qué pasaba. El primer día, con las mallas, pensé: “¿Y esto?”. Pero me enganché. Sí: pasé por la fase de la rebeldía adolescent­e como hijo y como alumno. Ahora sólo me siento agradecido». Se nota que ambos se respetan y se quieren. De hecho, Víctor no oculta su devoción: «Sale al escenario e irradia virilidad. Por eso, cuando dicen que el baile es afeminado, me río. Un bailarín debe ser muy masculino. Él lo es, y eso sólo lo puede transmitir un tío al que le gustan las mujeres. Así de claro. Además, Josué como persona es noble, todo corazón. Y se baila como se es».

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