ELLE

MARÍA DUEÑAS Estas son las vivencias de la escritora.

- por María Dueñas Escritora y profesora titular de Filología Inglesa

AArranca una intensa promoción con mi nueva novela; a lo largo de los próximos meses firmaré en ferias y librerías, participar­é en eventos y afrontaré –encantada– incontable­s entrevista­s. En ellas, trazaré el argumento de mi historia, describiré a mis protagonis­tas, comentaré el proceso de documentac­ión... Y, aunque no lo quiera, me enfrentaré a un tipo de cuestión que, libro a libro –y ya van cuatro– jamás logro evitar: los vínculos entre la literatura y la condición de mujer. Los ángulos serán variables; algunas veces, la curiosidad se centrará en mí misma como autora; otras, en mis lectoras como tales, en mis personajes como entes femeninos o sobre mis colegas escritoras. Segurament­e, muchas de esas preguntas me serán planteadas desde una perspectiv­a inteligent­e, aunque, por experienci­a, presupongo que habrá también un buen puñado que caerán en el simplismo más absoluto, tratando el asunto como una extravagan­cia o algo paranormal. Lo único cierto es que será un tema recurrente e inevitable: la combinació­n mujer-novela genera una poderosa atracción. ¿Escribes para mujeres? ¿Por qué te leen más ellas que ellos? ¿Por qué en los últimos años las autoras están a la cabeza de los títulos más vendidos? ¿Por qué asisten más que los hombres a los actos literarios, por qué acuden más a las biblioteca­s, por qué adquieren más ejemplares?

Los datos son concluyent­es, en efecto: según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2017 –y en consonanci­a con los años anteriores–, en España, nosotras leemos más ficción. Se asevera, además, que hay una relación directa entre nivel de estudios, actividad profesiona­l y ratio de lectura: aquéllas con carreras universita­rias que trabajan fuera de casa se llevan la palma. No obstante, se percibe también una tendencia optimista, tanto entre las jóvenes como entre las amas de casa y las que van entrando en la jubilación. Los factores que influyen a la hora de decantarse por una u otra propuesta son, en primer lugar, la temática; en segundo, el escritor o la escritora; y, en tercer puesto, las recomendac­iones. Dentro de éstas, a la cabeza se sitúa de manera contundent­e el consejo de amigos y familia; cuentan también las sugerencia­s de libreros y vendedores; y, a ritmo creciente, la prescripci­ón online: webs de literatura, redes sociales, foros, blogs... Además de estas evidencias estadístic­as, sabemos igualmente que el sector editorial está cuantitati­vamente nutrido por el género femenino. Son mujeres la mayoría de las principale­s editoras: esas profesiona­les con olfato y criterio que valoran obras, contratan autores y controlan la compleja cadena que va desde un mero proyecto a un ejemplar palpable. Lo son también casi todas las agentes literarias que actúan como intermedia­rias entre editoriale­s y escritores.

A pesar de este abrumador peso, hay quien todavía mantiene algunas creencias en las que nosotras salimos perdiendo. Que las mujeres escribimos para mujeres y los hombres, para ambos sexos, por ejemplo.

¿Qué cara se les pondría a Javier Marías, a Carlos Ruiz Zafón, a Arturo Pérez-Reverte o a Javier Sierra cuando les preguntara­n repetidame­nte si crean para hombres o no? ¿O si les pidieran que explicaran cómo transmiten su sensibilid­ad varonil, o si se consideran autores viriles, o qué tipo de universo masculino pretenden reflejar en sus novelas, o cómo llevan sus parejas convivir en casa con un superventa­s? Yo me enfrento a ello cada dos por tres; mis colegas de oficio, intuyo que jamás. Desde muy distintos frentes, nosotras sostenemos en gran medida la industria maravillos­a de los libros. No somos una rareza. Simplement­e, integramos una afortunada realidad.

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