UN EDÉN DE NOVELA
La reina de la novela negra nos lleva en primera persona a su pueblo natal, un intrigante escenario entre Gotemburgo y Oslo que esconde un puerto de cuento de HADAS. Un destino para volver a la vida.
Los secretos de Fjällbacka.
Cuando me siento para escribir este artículo es marzo y el tiempo en Estocolmo es duro y frío. El cielo es del mismo color que un vaso de leche; siento como si estuviera presionando lentamente sobre nosotros. En Escandinavia, en días como estos es difícil creer que la primavera debería estar a la vuelta de la esquina. Así que imaginar un viaje a mi querida Fjällbacka es una evasión bien recibida. En mi cabeza Fjällbacka es bañarse bajo el sol. Es verano. Mis pensamientos vuelan hacia mis padres y la casa en la que crecí, donde mi madre
«LA PUERTA ESTABA SIEMPRE ABIERTA PARA UN CAFÉ Y UNA BUENA TERTULIA»
todavía pasa sus días. Los únicos casos de asesinato investigados en Fjällbacka por entonces fueron los que encontré en las estanterías bien provistas de libros de mi padre. Le encantaba leer, igual que a mí, y me alegra que pudiéramos compartir esa pasión durante muchos años. Nuestra casa contenía dos mundos: momentos tranquilos de lectura y
«KUNGSKLYFTAN ES EL ESCENARIO DE LOS JUEGOS Y LAS AVENTURAS DE MI INFANCIA»
aventuras ilimitadas tras las cubiertas de los libros. Pero, también, una vida social divertida y movida. La puerta de entrada se abría a cualquier hora por vecinos y amigos, que pasaban a tomar una taza de café y tener una charla cordial. Siempre eran bienvenidos. Recuerdo el calor que llegaba de la cocina, las cenas de domingo llenas de risas y la increíble comida de mi padre. Es una casa preciosa, repleta de recuerdos, y sé que mi madre recibirá al equipo de ELLE con los brazos abiertos, como de costumbre. La casa está en las afueras, pero para nada aislada de las demás. Creo que crecer en un pueblo tan pequeño estimula la imaginación más que hacerlo en otros lugares. En parte, porque es un entorno especialmente seguro, donde todo el mundo se conoce y se preocupa por el otro y por los niños. Si te sientes seguro, te atreves a soñar y a fantasear sobre lo desconocido. Kungsklyftan es uno de los sitios más intrigantes y evocadores de Fjällbacka (además de una de las localizaciones de la serie Ronja, la hija del bandolero, basada en la novela de Astrid Lindgren). Es un paso alto y estrecho que atraviesa la montaña y donde, por supuesto, nuestros padres nos prohibían jugar. Aquello sólo lo hacía más emocionante, y, obviamente, fue el escenario de nuestros juegos de infancia más aventureros. Mi niña interior estaba emocionada cuando puse un cadáver allí en Los gritos del pasado.
Han sido muchos mis momentos en Kungsklyftan, contemplando las casetas de lanchas cercanas y en el viejo cobertizo de mi abuelo, que lo usaba como taller. Era mi escondite en los días de lluvia (seamos honestos, ¡durante los veranos suecos llueve mucho!). En ese rincón devoré todas las novelas de Agatha Christie; si hacía buen tiempo, me sentaba a leer en el muelle, con el sonido de las olas de fondo. Los días más cálidos los pasaba en el agua, cerca de Badholmen, las piscinas naturales pegadas a los embarcaderos. Recuerdo a mis amigos saltando desde el trampolín innumerables veces (el mismo del que colgaba un cadáver en La sombra de la sirena). De más mayores, allí era donde nos encontrábamos para compartir chuches y contarnos secretos.
En la colina, sobre los muelles, se encuentra Badis, un antiguo hotel que tiene un papel muy importante en Los vigilantes del faro. Me entristece muchísimo que ese edificio increíblemente bonito haya sido abandonado. Tengo recuerdos maravillosos de ese lugar, así como de las fiestas de los clubes de vela, ¡espectáculo de acordeón incluido! Normalmente era la invitada más joven de la fiesta. Me hacía tanta ilusión ir que mis padres me llevaban. Por aquel entonces ya era tan sociable como ellos y me moría por cantar encima de un escenario. Todo el mundo me animaba a hacerlo y me dedicaba su atención, y yo estaba lista para ir a cantar. El único problema era un pequeño detalle: Rita y Lena, mis hermanas mayores. Autoproclamadas profesoras de canto, ¡sólo me enseñaban canciones con palabrotas! Y digamos que no eran aptas para niños. Debajo de Badis está la plaza de Ingrid Bergman, en el centro de Fjällbacka.
«CRECER EN UN SITIO ASÍ DE SEGURO, TAN PEQUEÑO, ESTIMULA TU IMAGINACIÓN Y TE INVITA A FANTASEAR»
Son numerosas las mujeres que me han influido a lo largo de mi existencia, e Ingrid Bergman es una de ellas. En primer lugar, por su carrera como actriz y por su enorme coraje, el que hay que tener para seguir los dictados de tu corazón, aunque algo así implique ir contra las reglas de género de tu época y contra el estilo de vida que se espera en una mujer. También, porque uno de los primeros recuerdos que conservo
«EL CIELO BLANCO Y EL FRÍO DE ESTOCOLMO ME HACEN QUERER VOLVER A CASA»
es en la plaza que lleva su nombre, durante la ceremonia que se organizó el día que sus cenizas fueron lanzadas al océano: había oído que Carolina de Mónaco iba a asistir, y, con sólo 8 años, yo deseaba ver una princesa de verdad. Pero imaginaos mi sorpresa cuando apareció con una gabardina, ¡sin tiara, sin ni siquiera un vestido de gala! La realidad no siempre supera la ficción... Ingrid Bergman tenía su propia Fjällbacka, así como yo tengo la mía. Durante mi infancia siempre ansiaba algo más grande, de ahí que me mudase a Gotemburgo con apenas 17. Creo firmemente que es posible perseguir tus sueños, y eso es lo que he hecho con mi carrera como escritora los últimos tres lustros. Sin embargo, a veces, cuando la primavera se resiste a llegar a Estocolmo y el cielo me recuerda a un vaso de leche, es cuando deseo estar en Fjällbacka. ¡Gracias por acompañarme hasta allí! ■