De ruta por Croacia
Salta de la tierra a las islas más desconocidas, de la historia monumental a la CALMA total. El litoral del país adriático te espera para que te embarques en el viaje del verano.
Si por algo se ha dado a conocer Croacia en la última década, tiempo en el que ha vivido el renacer de su turismo tras la reconstrucción del país, es por sus playas y por la peculiaridad de sus ciudades. De la fama de las primeras tiene la culpa su agua cristalina y un sol asegurado de mayo a septiembre. Y de la de las segundas, una sucesión que quita el aliento de palacios, catedrales, iglesias, plazas y mercados, de estilo romano, veneciano y austriaco. Te proponemos una ruta para que pruebes un poco de las dos. En el itinerario, Zadar, Dugi Otok,
IGLESIAS ROMANAS, JARDINES DE DISEÑO AUSTRIACO, TORRES NAPOLITANAS... UN ‘MIX’ DE CULTURAS
Split y Vis. Tierra adentro e islas. De las calas escondidas, los acantilados de película, los pueblecitos de pescadores y los paseos en barco, pasarás a rodar por calles llenas de historia e historias, donde las guerras se han propuesto dejar huella pero en las que esta vez la piedra ha ganado al papel y a la tijera que intentaban borrarlas del mapa. La primera parada es Zadar, en la región de Dalmacia, en el corazón del mar Adriático, una ciudad que, con sólo 80.000 habitantes, es la quinta en población del país. Un dato a tener en cuenta, ya que nos da una idea de lo cómodas que son las urbes croatas para el turismo: tan
bonitas como pequeñas. Una vez echada a las calles –pronto, si quieres ir tranquila, y con tus sneakers preferidas, si sabes lo que es caminar por un suelo empedrado–, deja que los monumentos vayan a ti. Entre sus murallas y su puerto, los edificios románicos, góticos, renacentistas y barrocos conviven armónicamente con la arquitectura socialista surgida tras los bombardeos de la II Guerra Mundial. La bella, la bestia y un final feliz. Aquí los museos están al aire libre: todo se puede tocar, sentir y, desgraciadamente, como no pongan remedio, estropear. Tienen capiteles para regalar. Tantos que los encontrarás decorando mesas y bancos en bares, esos mismos bares que de repente albergan una iglesia; esos mismos bares enfrente de una iglesia que de repente acoge un bar. En Croacia son así. Y es encantador. Por cierto, en ninguno de esos locales podrás pagar con tarjeta: lleva cambio para ir más segura. Fuera de la ruta turística habitual que rodea la catedral, visita también el parque austriaco de la Reina Jelena, desde donde admirar la veneciana puerta de Zara o disfrutar de las mejores vistas de la ciudad, y, en el paseo marítimo, el Órgano de mar, que produce música con el oleaje, y la instalación Saludo al sol, unas placas solares que se iluminan durante la noche. ¿Quién dijo noche? Remata con un marrasquino, un licor de cereza típico de la zona, potente y delicioso. Después de explotar los recursos en tierra firme, pon rumbo a Dugi Otok desde el puerto de Zadar. Allí puedes coger un ferry, un catamarán o alquilar una embarcación con o sin patrón. Es la mejor excursión posible: sol, mar y relax por el camino y naturaleza en estado puro y una cocina marinera de diez en el destino. Esta isla, a
pocas horas de navegación, es ideal para una escapada. Los pueblos con casitas de colores, los restaurantes cien por cien auténticos con pescado fresco a la plancha –prueba el calamar–, las playas de cantos rodados y agua transparente y un parque nacional (el de Telascica) son sus principales atractivos, más que suficientes para repetir. Para las que gusten de unas vacaciones en modo sport, aquí es típico subirse a la bici para ganarse el baño. De nuevo en la costa, más al sur, Split te espera. Cuna de estrellas del baloncesto, esta ciudad le debe parte de su reciente fama a Juego de tronos, por servirle de escenario en muchas ocasiones, aunque no necesita de nada ni de nadie para brillar solita. Es espectacular. En el centro, las ruinas del gigantesco palacio de Diocleciano, erigido por el emperador romano en el siglo IV, incluyen más de 200 edificios –hoy; antaño fueron miles–, entre la catedral, el peristilo, los templos, las iglesias... Piérdete en sus calles con la gran diversión de ir tachando monumento a monumento en tu mapa. Se convertirá en una adicción, porque, cuando creas que nada puede superar lo que acabas de ver, habrá algo que lo logre. Sin duda. En este grandioso despliegue stendhaliano también hay espacio para hoteles con encanto, coquetos restaurantes y agradables terrazas donde los croatas se sientan a charlar y a disfrutar de ese dolce far niente que todavía tienen
UNA ESCAPADA DE UN DÍA O UN MINIVIAJE EN BARCO ES EL PLAN PERFECTO PARA DISFRUTAR DE LAS ISLAS
por litros en las venas. En el aire, lavanda, romero y muchos ritmos latinos que incluso chapurrean gracias a que no subtitulan sus emisiones y gustan de las telenovelas latinoamericanas. El broche de cine a esta ruta lo pone Vis, una pequeña isla que, por ofrecer un encanto cien por cien mediterráneo, ha servido de escenario a la recién estrenada
Mamma Mia! Here We Go Again. Pasear, admirar las barcas amarradas en el puerto, tomar un vino local, dormir al arrullo de las olas, vivir. Y después, pasear, admirar las barcas... Cuando te canses, en el pueblo de Komiza puedes alquilar un barco taxi para visitar las calas y playas más interesantes –no te pierdas la de Stiniva: de diez–, así como la cueva en la que en su día se escondió el dictador yugoslavo Tito. Cultura y placer: ¿te apuntas? ■
PAISAJES INEXPLORADOS Y CIUDADES DE CUENTO LO CONVIERTEN EN DESTINO DE INTERÉS PARA EL CINE