ELLE

CAMBIO DE RUMBO

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Sofía, Sofi, Chofi, Chufy... de ahí viene el apodo por el que siempre han llamado a Sofía Sánchez Barreneche­a (Buenos Aires, 1985), ahora de Betak, tras su matrimonio con el dios encargado de las mejores escenograf­ías y produccion­es del mundo de la moda, Alexandre de Betak. «Al llegar a Nueva York para trabajar, nadie sabía decir Barreneche­a, y cuando daba mi e-mail, nunca me llegaban los correos. ¡Así que decidí casarme!», dice ella entre risas. «Tomé el apellido de mi esposo para evitar confusione­s, pero sigo siendo Chufy». En Argentina están sus raíces (y es donde conoció a su hoy marido); en Nueva York, su residencia, y en Deyá (Mallorca), su paraíso. «Vivo en Estados Unidos, aunque amo París y sueño con mudarme allí cuando acabemos de reformar la casa que tenemos. Y paso mucho tiempo en España porque me da paz. Me gustó empezar mi carrera en Manhattan, porque no hay nada comparable con su agilidad y su carácter cosmopolit­a; conoces a gente de todo el mundo y cualquier ámbito profesiona­l en un minuto. Es muy mágico y eficiente a la hora de arrancar, pero, como base para criar a una niña, no es lo ideal. Ahora, trabajo a la misma velocidad, y siento que quiero un sitio con un ritmo más lento».

MIRANDO AL ORIENTE

Y es que, hace siete meses, llegó al mundo su primera hija, Sakura Deyá de Betak, que debe su nombre a dos lugares donde Chufy ama perderse: Japón y las Baleares. «Y a que ella se hizo entre esos dos archipiéla­gos», vuelve a reír. «En japonés, el nombre de mi beba significa cerezo en flor. Yo quería algo normal; ni manzana, ni árbol, ni rosa... Y, al final, ¡ha sido todo junto! La idea fue de su hermano», dice en referencia al hijo de su marido. «Y a nosotros nos encantó cuando lo escuchamos. Es hermoso». El país del sol naciente es uno de los destinos preferidos de Sofía: «Me fascina todo de allí; la sofisticac­ión en los modales de la gente, y cómo, si se toman dos copas en un karaoke, son los más divertidos del mundo. También sus productos, el diseño... su universo».

EXPLORADOR­A NATA

Todo en su día a día gira en torno a los viajes. Por su trabajo y por su vida, no para de trasladars­e de una ciudad a otra; y ha escrito un libro dedicado a ello, Travels with Chufy (Assouline), donde descubre maravillos­os rincones secretos y casas privadas en las que se hospeda. También ha recorrido medio mundo gracias a la profesión de su madre, propietari­a de una agencia de turismo. «Cuando yo era pequeña, ella se peleaba con la directora del colegio por mis ausencias. Decía que se aprendía más visitando Egipto que en una semana en la escuela; que no eran vacaciones. Y era cierto. Hoy, me acuerdo de todo lo que vi en aquellos lugares de primera mano, y de nada de lo que había en los libros. Si, por ejemplo, ves la casa de un escritor, sientes cómo era su vida. Cuando leas su biografía, lo verás de otra manera», cuenta. Y lo hace enfundada en un vestido camisero de lino con estampados kenianos made by Chufy. «Decidí crear mi propia marca hace un par de años, porque, en mis viajes, siempre me inspiraban las texturas, los materiales o los prints del lugar. Luego, llegaba a casa con las compras de Tailandia, Perú o México, por ejemplo... Y nunca me ponía la ropa; la tela era demasiado dura o no me convencía el corte. No dejaban de ser souvenirs y, al final, no vas a ir en quimono por la calle. Así que los reinterpre­té en mi firma con colores menos saturados y siluetas más frescas».

Ya nos ha dicho lo que trae en su maleta a la vuelta, pero... ¿qué es lo que se lleva a la ida? «Calzado cómodo con el que poder ir de un lado para otro. Adoro las botas que Mango hace cada temporada, están siempre entre mis básicos. Y también sus collarcito­s». La marca española es una de las que cada estación se cuelan en su armario, y este otoño no faltará alguno de sus hits: abrigos de borrego, chaquetas con estampado tartán, largos vestidos boho o maxijerséi­s de punto.

NATURALIDA­D ONLINE

Ella es una #MangoGirl por méritos propios, ya que todo lo que toca se convierte en best seller al momento. «Nunca he pensado en mí como en una it girl o una influencer, aunque quizá deba aceptar que lo soy un poco, ¿no? Me considero una persona polifacéti­ca, trabajador­a y orgánica, porque me adapto a cualquier proyecto. Es verdad que, si me pongo algo, dicen que se vende. Y que mucha gente aprecia mis tips. Pero no me preocupo de planear mis fotos para Instagram (@chufy); las hago porque me gusta, y luego las uso. No hay nada forzado. Ni tampoco dejo que el teléfono invada mi vida», reflexiona. Y Sakura, ¿es una MangoGirl infantil? «¡Sí! Me encanta la colección de niños. Son prendas fáciles de poner, y resisten mil lavados. ¡Ahora, me preocupa más su ropa que la mía!». ■

«MI MADRE DECÍA QUE UNA SEMANA EN LA ESCUELA ENSEÑA MENOS QUE UN VIAJE A EGIPTO. Y TENÍA RAZÓN»

Viaja al otoño con Sofía Sánchez de Betak. Así pinta la temporada que viene. Cuatro ‘looks’ postverano para triunfar. Kaia Gerber: cuestión de genes.

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