ELLE

EUGENIA MARTÍNEZ DE IRUJO

Hablamos de la suerte y el destino con la creadora, que lanza una línea de talismanes.

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María Eugenia Brianda Timotea Cecilia Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart está llena de amuletos. Unos cuelgan, como pequeños péndulos, de finas cadenas. Otros están anudados en tiras gastadas de hilo. Le recorren los dedos, las muñecas, el cuello, los tobillos. También el alma. El último es un elefante diseñado por la madrileña al que llama Mi Talismán, protagonis­ta de su nueva colección joyera para Tous. Lo ha creado, a punto de celebrar sus 50, para compartir el momento de felicidad que hacen posible su hija, Cayetana, y su pareja, Narcís Rebollo, con quienes ríe como nunca la vida. Así es el corazón de una mujer con fortuna.

¿Crees en la suerte?

Sí, mucho. De hecho, siempre he pensado que tengo estrella.

Y ahora, además, tienes elefantes... (Risas). ¡Sí! En realidad he creado una familia, porque hay tres tamaños diferentes y siete diseños, desde con brillantes hasta con madera, pensando también en que puedan ponérselos los chicos.

¿Se puede saber de dónde nacieron?

De una petición que me trasladó mi hija.

Quería que le pintase algo para hacerse un tatuaje y me salió este elefante de líneas sencillas, que ahora lleva tatuado y simboliza la unión y la protección. Al verlo dije: «¡Qué bonito!». Me apeteció compartirl­o. Así fue como decidí crear la colección. Mas allá de los bocetos de joyas que concibes para Tous, ¿continúas desarrolla­ndo tu faceta artística? Acabo de pintar la escultura de una Menina en medio de la calle de Colón. Forma parte de Madrid Meninas Gallery, una gran exposición móvil de figuras en la capital. En ella uní mis dos vertientes creativas, ya que en el cuello le dibujé mi colgante Amitié. Es curioso que una cosa lleve siempre a la otra. Es más, de esta Menina y del cuadro que la inspira surge la línea para Tous en la que estoy trabajando ahora. ¡No puedo contar nada!, salvo que verá la luz en primavera.

¿Y para cuándo una exposición?

He de confesar que expuse una vez, aunque sin avisar de que era yo. Últimament­e he pintado bastantes cuadros y estoy dándole vueltas a la idea de volver a hacerlo. Exponer pero sin decirlo, porque respeto tanto a los verdaderos artistas...

Me gustaría compartir contigo unos cuantos talismanes en forma de palabra y que me explicases qué poderes tienen para ti. El primero es los hijos. ¡Cayetana es lo mejor de mi vida! Mi ratón es lo que más quiero, me río un montón con ella. Es alguien muy sociable, cuenta las cosas con mucha gracia. Aparte, es una gran niña. Me parece estupendo que un hijo logre muchos títulos de estudios, pero, para mí, lo más importante es que sea buena persona. Ella lo es. ¡Y hace conmigo lo que quiere!

Por cierto, ya es mayor de edad.

¡Sí! Va a empezar a estudiar Relaciones Internacio­nales. Aunque ahora está aquí, me gustaría que saliese fuera de España un par de años. Ya sabe lo que es porque la mando desde bien pequeñita a Londres. Vivir en otros países aporta un montón: aprendes de manera natural un idioma y a desenvolve­rte con otras personas. También te permite ser más anónima, algo que para ella resulta muy importante.

¿Qué valor le das al amor como amuleto?

He tenido la increíble suerte de encontrarm­e con la persona con la que me he encontrado. Por primera vez estoy feliz, completa en todos los aspectos. Nos divertimos mucho juntos y es muy inteligent­e. Me da una seguridad y una tranquilid­ad aplastante­s. Sabe relativiza­r las cosas, no ve nunca un problema. Y, luego, su trato con mi hija es maravillos­o. Ella también lo adora. Estoy que no me lo creo.

La última vez que nos vimos, tres años atrás, llevabas por bandera tu soltería... Sí, porque me encontraba muy bien sola, de arriba p’abajo, con mi mundo, mi hija, mis historias. No quería más. Pero, claro, no tiene nada que ver una cosa con la otra. Esto que estoy viviendo es plenitud. Cuando no buscas algo en particular es cuando te lo encuentras. Doy fe de ello.

Existe el destino? Sí; al menos, creo que así es como va el amor. Se rige por el destino. Si tiene que estar para uno, estará. Porque fíjate que yo siempre he sido una mujer a la que le ha gustado lo difícil, que nunca se ha interesado por la gente fácil. Y eso supone relaciones que, lo quieras o no, son muy tormentosa­s, de altos y bajos. Ahora, sin pretenderl­o, he descubiert­o un mundo que no conocía. Es como si, de alguna manera, la otra parte te cambiara el

He tenido suerte al encontrar al hombre que he encontrado. Por primera vez en la vida estoy feliz, completa en todos los aspectos. Es una persona lista y con la que me divierto. Me da una seguridad y una tranquilid­ad aplastante­s

chip. Ayuda mucho que la persona que te acompaña sea lista. En mi caso esa otra persona ha sabido llevarme muy bien. Bueno, es que te ha llevado incluso a una boda en Las Vegas. ¡Ah, sí, qué risa! Es que no puedes ni imaginarte lo que fue aquello. ¡Cómo me lo pase! Viví un momento único. Sólo me faltó mi hija, ¿sabes? Pero no era posible porque la cosa surgió de repente: estábamos en los premios Grammy, empezamos a hablarlo entre nosotros y fue como: «¿Sí? ¿De verdad? ¿Te atreves? ¡Pues venga!». Y alquilé los trajes y me fui a comprar los anillos más horteras que encontré. Sólo por lo que nos reímos valió la pena. ¡La bomba!

Dicen que ser agradecido atrae la buena fortuna... ¿Sí? Pues a mí me gusta mucho serlo. Que alguien me regale una cosa, aunque sea una chorrada, ya hace que me sienta en deuda. Aunque, francament­e, soy una persona que valora más lo inmaterial. El regalo que más aprecio es el cariño. Y, fíjate, ahora también recibo mucho a través de Instagram. De nada más y nada menos que 116.000 seguidores...

¡Sí, impone! Es increíble, porque yo era cero de redes sociales. Jamás quise abrir esa ventana. Lo hice por apoyar mi trabajo, mis coleccione­s con Tous. Cuando empecé a ver cómo me trataba la gente, con tanta sinceridad y tanto aprecio, fue imposible no implicarse. Al principio contestaba a todo el mundo. Ahora, por desgracia, no puedo. Eso sí, leo los comentario­s uno por uno y trato de agradecerl­os a veces a través de otra fotografía. A mí el afecto me puede, me toca el corazón. Todo lo que tenga que ver con mostrar cariño va conmigo, de siempre.

¿Y cómo llevas la ofensa?

No soy nada rencorosa. A mí el perdón no me cuesta nada. Creo que es muy importante saber pedirlo. Si meto la pata, enseguida agacho la cabeza. Si he tenido una discusión o me he equivocado, pido perdón y, automática­mente, me encuentro bien. Cuando perdonamos nos quitamos un peso de encima. Lo único que hace el rencor es daño.

¿Y qué cosas te hacen bien?

No hay nada como escaparse a la naturaleza. Eso y los animales, porque te proporcion­an un amor incondicio­nal, sin recibir nada a cambio. Yo no podría estar sin ellos. Tengo cuatro perros en el piso de Madrid, dos en Ibiza y uno en el campo, con cuatro burros y un poni. Una de las perritas llegó a mi existencia después de que Dani Rovira pusiese un cartel en el que pedía ayuda para ella. Otro es de la perrera de Órdenes, en La Coruña: cuando lo sacamos de allí, con 10 años, estaba casi muerto. Ahora pasa el día jugando con el resto de los animales, lleno de vida. Yo animo mucho a adoptar porque los perros sin raza o en una situación mala son los más agradecido­s del mundo y los más listos. Todos mis animales o bien los encontré perdidos o son adoptados gracias a las llamadas en las redes sociales. Hablando de la fuerza del cariño: si te digo la palabra madre, ¿tú qué me contestas?

Pues que ahora me trae un poco de nostalgia porque me falta, pero, por otro lado, también me da fortaleza. Yo siempre la he visto como una persona fuerte, con mucha raza. Sus valores quedan aunque no esté. A pesar de que se ha ido, la tengo aquí, ¿sabes? (Se lleva las dos manos al pecho). A veces pienso que todo lo bueno que ha llegado a mi vida me lo ha mandado ella. Porque, la verdad, yo lo he pasado fatal...

Cómo es eso? Tuve una racha malísima después de que mi madre se marchase. Cuando murió todo resultó muy emotivo. Lo que más me llegó al alma fue la gente: me pareció alucinante ver tanto amor, y estaré agradecida el resto de mi vida. Pasado aquello me fui al campo porque, curiosamen­te, me encontraba fenomenal; sin embargo, una semana más tarde caí en picado. Me quedé en 37 kilos. No podía comer. Se me juntaron un montón de cosas. Fueron ocho meses terrorífic­os. Pero las malas rachas se van. Siempre. Doy fe. Dime, hoy por hoy, ¿cuál es tu persona amuleto?

(Se hace un silencio largo). Bueno, si soy sincera y pienso en algo que me dé fuerza y paz, he de contestar que eso me pasa con Narcís, mi chico. Desde que apareció es como que todo me sonríe, ¿sabes? Así que lo único que digo es: «Por favor, que esto no cambie, que me quede como estoy». ¿Ahora entiendes porque voy llena de amuletos? ■

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