Así son la jinete Jessica Springsteen y la fotógrafa Mary McCartney, dos mujeres con el rock en el ADN.
Su apellido podría haberle abierto las puertas de la música, pero ella prefirió dar ‘el SALTO’. Hoy, apadrinada en la moda por el gran Ralph Lauren, celebra con ELLE los 50 años de la firma.
Por la orilla de una paradisiaca playa de Isla Harbour. En las Bahamas. A galope. Con un sencillo polo blanco y vaqueros desgastados. El pelo ligeramente alborotado y los pies descalzos sobre un purasangre que parece dirigirse hacia la felicidad más absoluta. Así se presentaba Jessica Springsteen (Los Ángeles, 1991) en la última campaña de verano de Ralph Lauren, con la que la firma celebra su 50º aniversario. Todo un sueño para cualquier modelo. Pero ella no es modelo. Y, si tú no te desvives por la hípica o no acostumbras a bucear por las redes sociales, tal vez no repares en quién hay detrás de ese nombre que suena irremediablemente a rock and roll. A primera vista, es una chica de 168 centímetros de estatura, de sonrisa dulce y gesto casi aristocrático. A segunda, esta californiana es hija de Bruce Springsteen, el Boss, y podría haber tenido una vida a todo ritmo, a caballo entre las fiestas de Hollywood, las piscinas de los Hamptons y las pistas de esquí de Courchevel. Sin embargo, fueron el destino y sus padres los que la llevaron por otro camino. Hoy Jessicca, una de las mejores jinetes de saltos del mundo, compagina su profesión con su amor por la moda. «Disfruté muchísimo con las fotos y el vídeo del cumpleaños de Ralph Lauren, cabalgando por la arena... Me lo pasé bomba. Toda la familia de la firma es genial. Es una maravilla colaborar con ellos, así que seguiré haciéndolo en el futuro», asegura. Hemos quedado con ella en un café. No es un café cualquiera. Es el Ralph’s, en el emblemático bulevar SaintGermain, un americano en París por obra y gracia del diseñador del made in USA. Es como si hubiéramos entrado en una casa de campo de Cape Cod, pero en el corazón de la Ciudad de la Luz. Aquí la piedra se funde con el cuero, la madera y la paja, los motivos ecuestres salpican las paredes y las tapicerías se presentan en colores suaves o en animal print. En su interior un palaciego jardín te invita a desconectar en sus amplios sillones. En este ambiente no te sorprenderías al encontrarte a un Kennedy, un Affleck... o una Springsteen. Apoyada en una enorme chimenea, Jessica mira a cámara como una profesional mientras se ajusta su chaqueta de Polo by Ralph Lauren. Se siente cómoda. Se le nota. Después de haber sido embajadora de la etiqueta en 2016, este año se suma a las celebraciones de su aniversario. Y es que la pasión por los caballos y las tendencias los ha unido. De los ADN más reconocibles en el mundo de la moda, quizás el de Mr. Lauren sea el que más ha trascendido, hasta coronar un estilo de vida capaz de traspasar los límites del tiempo. Precisamente por eso, para conmemorar el paso del tiempo –50 años desde que empezó a crear iconos–, propiciamos este encuentro con la amazona. Después vendrán otros más, como la cena de gala que la firma organizará en Nueva York coincidiendo con la fashion week y que se sumará a otras grandes celebraciones de este año (como el libro WWD: Fifty Years of Ralph Lauren, publicado por Rizzoli).
Una vez empezado el shooting, Jessica deja hacer, confía y demuestra la paciencia adquirida en sus entrenamientos: aborda las tomas sin pestañear y sin borrar la sonrisa de sus labios. «La equitación es mi primer amor», explica convencida. Su locura por los caballos tiene mucho que ver con la decisión que tomaron sus padres de cruzar Estados Unidos de oeste a este para cambiar de residencia y que marcó el futuro de su hija para siempre. Cuando cumplió 3 años, se instalaron en un rancho de Colts Neck, en Nueva Jersey. Esos progenitores son Bruce Springsteen y Patti Scialfa, quienes, en realidad, pusieron rumbo a ese estado para proteger a sus tres hijos de la presión mediática y alejarlos de los paparazzi. El destino elegido era la misma zona en la que había nacido y crecido el cabeza de familia.
A mi madre, cuando era joven, le encantaba cabalgar. Yo la veía y, por supuesto, también quería hacer eso: ¡de pequeña siempre deseas parecerte a tu madre! Ella me inculcó el amor por esto. Creo que nada ocurre en la vida por casualidad
Sólo un año después de llegar a su nuevo hogar, Jess ya estaba subida en su propio poni, llamado Muffin. «Había muchísimos animales, y a mi madre, de joven, le encantaba cabalgar. Yo la veía y, por supuesto, también quería hacer eso», dice entre risas. «Siempre deseas parecerte a tu madre. Ella me inculcó el amor por esto, y así fue como empezó todo. Creo que nada ocurre por casualidad», afirma. Cierto. Probablemente, la casualidad le habría llevado a estar sobre un escenario. Con un padre que es casi un dios en la industria musical y una madre que le hace más que bien los coros –es cantante, guitarrista y compositora–, lo inevitable habría sido seguir el ritmo familiar. Sin embargo, ella lo tuvo siempre muy claro. «Nuestra casa estaba justo enfrente de una de las escuelas de equitación júnior más importantes de todo el país. Empecé a tomar clases allí e, inmediatamente, quise comenzar a competir y a asistir a shows. Era muy buena alumna; por nada del mundo me habría perdido una lección. La hípica fue algo que me gustó nada más conocerlo y no me puedo imaginar mi vida sin este deporte», relata. Nosotros sí podemos.
Deportista, de trato más que amable, perseverante y paciente, la joven Springsteen podría comerse el mundo hiciera lo que hiciera. «Si no me dedicara a esto, creo que sería psicóloga». De hecho, se matriculó en la universidad porque quería descubrir si había algo más que le apasionara además de este deporte. Y no resulta muy rara la relación entre sus estudios para comprender la mente humana y su dominio del comportamiento de su partenaires sobre la pista. «Una gran parte del trabajo reside en tu conexión con el caballo. Puedes dar con uno maravilloso y, aun así, si no existe feeling entre los dos, no va a funcionar. Primero debes encontrar el adecuado para tu estilo de cabalgar: después le tienes que gustar tú a él y, por fin, él a ti. Ha de ser mutuo, porque esta es una labor de equipo». Esa es exactamente la sensación que da al verla en pleno certamen,
Estoy muy concentrada en mi carrera como amazona y mi objetivo es continuar representando a Estados Unidos, pero ahora mismo mi mayor sueño es participar“en los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020
donde se juega años de esfuerzo en dos minutos escasos. «Mi padre suele decir que los músicos pueden repetir una canción si no ha quedado tan bien como ellos querían, mientras que, al hacer un salto, únicamente dispones de una oportunidad. ¡Y es absolutamente cierto! Aunque, a la vez, ese es el instante más emocionante: vives el momento de manera plena. Cuando por fin llega, yo ya ni siquiera siento los nervios, sólo disfruto de lo que más amo en el mundo», explica. Poca gente puede presumir de haber encontrado su verdadera pasión y de declararse totalmente feliz de estar donde está en cada momento. «Mis padres siempre me insistían en lo difícil que resulta alcanzar algo que a uno le entusiasme de manera auténtica. Por eso me inculcaron el deber de esforzarme para ser constante y para hacer las cosas lo mejor posible».
Ese esfuerzo del que hace gala se traslada hasta su residencia, en Alemania, que eligió precisamente para estar cerca del circuito de competiciones. «Mi casa aquí me permite moverme por Europa con facilidad. Además, me encuentro a gusto en un ambiente que valora la naturaleza. Esas extensiones de tierra cultivada me recuerdan a Nueva Jersey, donde crecí y donde siempre hallaré mi hogar. Sobre todo estoy agradecida porque aquí mis caballos estén en unos establos tan acogedores y que me permiten entrenar a tiempo completo», subraya antes de continuar con el relato de su jornada tipo. «En cuanto me es posible, me escapo a correr: me divierte bastante. Aunque lo cierto es que el mejor modo de mantenerse en forma para la equitación es, justamente, estar cabalgando. Cuando no viajo fuera, suelo montar entre seis y ocho veces al día. A las siete y media de la mañana, por lo general, ya estoy al trote». Sí, cualquier otra veinteañera habría hablado ampliamente de moda, rutinas beauty o fitness, pero ella no es cualquier veinteañera. Ella es la jefa. Jessica tiene un solo fin: seguir compitiendo... y ganando. «Ahora ¡ese es mi mayor sueño!». ■