Estas son las vivencias de la escritora.
Confieso que me he movido poco este verano; la primavera fue tan intensa –llegué a cruzar seis veces el Atlántico– que el cuerpo me pedía simplemente sosiego. Un par de brevísimas estancias en tierras gaditanas han sido las únicas excepciones. El resto, calma junto al mar. Antes de refugiarme, no obstante, intervine en un acto público en el que cuatro mujeres hablamos sobre la experiencia de viajar y sobre Marruecos como destino. Me invitó a sumarme a la charla mi querida Ayanta Barilli, con quien hace un par de años disfruté de unos días en Casablanca y en cuyas entrevistas he participado varias veces. Otra de las integrantes fue la escritora Lucía Etxebarría, tan única siempre con sus opiniones y sus experiencias, y con casa propia durante años junto al Atlántico marroquí. Y, duplicada en el papel de ponente y moderadora, se encontraba Emma Lira, periodista y novelista, gran conocedora el mundo árabe y cicerone en un tipo de viajes sobre los que yo apenas tenía idea: aquellos que aglutinan a mujeres solas para recorrer un territorio.
Por ella supe que se trata de tours organizados a través de agencias especializadas, y que las participantes no suelen conocerse con anterioridad. Conforman grupos pequeños –seis, siete u ocho, normalmente–, y la tónica común es que, por razones diversas, se mueven sin sus significant others: ni parejas, ni hijos, ni almas gemelas. Si no los tienen o si teniéndolos los dejan en casa, es lo de menos. Ocasionalmente puede que se sumen dos amigas o un par de hermanas, pero lo habitual es que las viajeras acudan de una en una, movidas tan sólo por sus inquietudes personales y su curiosidad. No se trata en absoluto de planes destinados a disfrutes hedonistas y glamurosos, como cuando Carrie Bradshaw y su pandilla de Sexo en Nueva York se embarcaban en su segunda película en unas vacaciones de lujo extremo en Abu Dabi vestidas con estilismos orientales de firma, taconazos de Louboutin y gafas de sol XXL de Chanel. Tampoco se persiguen unos días repletos de mojitos, trasnoche y juerga desenfrenada al estilo de las ruidosas despedidas de soltera que tan tristemente sufrimos ahora por todas las esquinas de nuestras ciudades. El objetivo es conocer otros entornos acompañadas por mujeres que igualmente transitan solas y el espíritu es hacerlo a través de miradas femeninas, descifrando culturas y perspectivas, absorbiendo maneras diversas de estar en el mundo bajo ese prisma. Y para facilitar el entendimiento más profundo del medio, las guías que las acompañan –como hace Emma Lira en África– son también mujeres, grandes conocedoras de los escenarios: periodistas, arqueólogas, historiadoras, escritoras, fotógrafas... Se trata, en definitiva, de una filosofía viajera distinta para aquellas que optan por recorrer un tramo del camino en solitario; una aventura alternativa donde se visitan casas particulares o empresas e instituciones al mando de grandes mujeres, y donde se realizan actividades muy alejadas de los paquetes comunes ofrecidos por los touroperadores, esos que mueven masas en autobuses gigantescos, con horarios demoníacos y haciendo paradas obligatorias para comprar souvenirs.
La idea no es nueva, sin embargo crece sustancialmente con los días. En algunos países existe desde hace décadas y el hecho es que cada vez hay más empresas de este tipo repartidas por el mundo entero, iniciativas emprendidas por mujeres y destinadas a mujeres. Y es que sus propuestas tienen una sensibilidad distinta: rezuman carisma, conciencia, detalle, buen rollo, complicidad. Irán, Jordania, India... Las que han participado ya hablan maravillas, tanto de los destinos como de la experiencia en sí. Elogian los lazos que se establecen, la facilidad con la que todo fluye. Qué ganas de sumarme algún día.