ELLE

genio El que no va artista de

- ANTONIO LÓPEZ

Lleva siete décadas a pie de lienzo y sus escenas domésticas van más allá del realismo cotidiano. Entramos en el universo a cámara lenta del CREADOR manchego.

Si uno no sabe quién es el genio que abre la puerta de la casa, quizá lo confunda con un pastorcill­o velazqueño. Con un hombre menudo y de zurrón angelical. Antonio López García (Tomelloso, 1936) luce barba de dos días y gafas con cordel y tiene andares de labriego. Vestido con sobrecamis­a de rayas y bermudas de explorador, arrastra sus sandalias mientras su gato de pelo terracota se le enreda entre las piernas. Hay una luz de membrillo. A la izquierda está donde pinta y esculpe; al frente, el salón comedor donde haremos la entrevista. En esta cámara de las maravillas cabe todo: libros de Pío Baroja, recortes de periódicos, esculturas de Miguel Ángel, fotocopias de Los borrachos, de Velázquez; instantáne­as de él, de su mujer,

Mari, y de sus hijas; cartas y manualidad­es de sus nietos prendidas con chinchetas y modelos de sus cabezas que adornan la puerta de la estación de Atocha, la misma por la que entró en la capital en 1949. Con esa mirada medio franca, medio guasona, confiesa: «Mi trabajo me mejora la vida». Premios como el Príncipe de Asturias (1985) y el Velázquez de Artes Plásticas (2006) jalonan la carrera de este maestro del realismo figurativo, que ya con 14 años pintaba panes como Zurbarán y que a sus 82 sigue inspirándo­se en las mismas inquietude­s y obsesiones de antaño: su familia, los escenarios cotidianos, Madrid. Aunque en su cabeza tiene muchas obras sin empezar, él marca su propio tiempo, mira la vida desde el presente y decanta cada comentario con criterios cincelados después de siete décadas al pie del lienzo.

¿En qué anda ahora inmerso?

Siempre en varias cosas a la vez. Hace poco eché la cuenta y tenía casi cien obras empezadas, así que habría trabajo para cien años. Me alienta y me ilusiona comenzar. Esta mañana, por ejemplo, he estado trabajando en un paisaje sobre Madrid que ya hice en 1966. A la misma hora y en la misma aula de entonces, situada cerca de Atocha, donde está el Observator­io Astronómic­o. Con la diferencia de que, tras 50 años, la ciudad está más tupida. Hasta el cerro de los Ángeles es una costra de casas.

¿Esa percepción que tiene del tiempo le convierte en un pintor paciente?

Soy paciente porque la paciencia significa interés. Estoy condiciona­do por el mundo real y no quiero forzar mi manera de trabajar. El tiempo no es una estrategia ni una obligación. Mi guión es la vida. Por eso el proceso de pintar un cuadro se puede prolongar hasta que yo quiera. Debe cortarse cuando se acaba el interés (se queda pensativo y me dedica una mirada analítica, como un escáner). ¿Lo dice por el retrato de la Familia Real?

¿Habría seguido retocándol­o?

Hay relaciones que no duran ni un día y otras son tan ricas que nunca se agotan. Si un cuadro se te hace tan viejo como este y sigues pintándolo, es porque la relación es muy buena. No me diga que tiene síndrome de Estocolmo.

Por mí habría seguido, pero tuve que poner un límite. Patrimonio Nacional me decía que ya estaba bien, y tenía razón.

¿Qué les pide a sus obras?

Emociones, que despierten pensamient­os. La imaginació­n, por ejemplo. Tú tienes que ver y sentir todas esas posibilida­des. Por ejemplo, hay personas que miran mi cuadro de la Gran Vía y no ven más que la representa­ción de una calle. Y es que hay gente que ve un Mondrian y sólo ve rayas de colores, no ve el fondo de las cosas, como tampoco ve muchos aspectos de la vida. Mirando se aprende mucho, ¿sabe?

Huye de la fama? Hay cosas que agradan. Tengo la sensación de que soy querido cuando paseo por la calle o voy en el metro. Es una de las cosas positivas, y no tiene que ver con la vanidad, sino con la calidad. Hagas el trabajo que hagas, debes ser fuerte, tener la decisión de hacerlo bien. No hay que pactar demasiado con uno mismo.

Al final, lo importante es que el trabajo esté equilibrad­o.

Claro. El éxito hay que buscarlo en uno mismo y en el mundo exterior. El secreto es no ir de artista por la vida. Lo que nos hace valiosos es que podamos ser personas. La ansiedad del éxito es tan devastador­a como el fracaso. Otra cosa es que uno sea bueno. Es como en el cine, yo tengo una enorme capacidad para admirar. Me encantan Tarantino y el cine de Buster Keaton y los hermanos Coen porque trabajan sin miedo. Y luego hay cine para consumir, como hay un arte contemporá­neo arrogante. Yo no soy triunfalis­ta. A mí la pintura me armoniza con el mundo y me ha mejorado como persona.

No voy a forzar mi manera de trabajar. El tiempo no es una estrategia ni una obligación. Mi guión es la vida. Por eso el proceso de un cuadro puede prolongars­e hasta que yo quiera

¿Cómo gradúa la actualidad para que no le contamine?

Filtro. Apenas escucho la radio y no veo la televisión. El periódico sí lo leo a diario, y, aunque no lo hiciera, el hecho de salir a la calle ya te sitúa en el mundo. No conviene contagiars­e de histerismo­s. Nací seis meses antes

“No El secreto es no ir de artista por la vida. La ansiedad del éxito es tan devastador­a como el fracaso. soy triunfalis­ta. A mí la pintura me armoniza con el mundo

Mari es mi luz, mi compañera de vida. Ahora no está bien, pero su alma sigue ahí. Nos conocimos estudiando: me parecía inalcanzab­le. Es la bondad hecha persona, y, vaya adonde vaya, ilumina

de que estallara una guerra civil y lo que está ocurriendo ahora no es nada comparado con aquello. El problema es que mucha gente está donde no le correspond­e.

¿Qué le inspira lo que pasa en la calle?

Si en algún momento hubo un camino lógico hacia una unidad y más allá, se ha roto por la torpeza de estos personajes que ha habido. Sobran los mediocres y los malos políticos. Tenemos mucha paciencia. Habría que escuchar a los hombres de ciencia más que a los banqueros. Vivimos en una sociedad que antepone el éxito y el dinero a otros valores. ¿Qué lugar ocupa hoy la cultura en el mundo? Antes la cultura era un instrument­o para la vida; hoy, un adorno. Un espectácul­o. De vez en cuando hay que ir a un museo para darse un baño educativo. Así uno piensa que se queda a gusto. Lo que importa es el conocimien­to. Cuanto más aprendas, más completo estarás. La sociedad de consumo debería cambiar. Se tiene que apostar por una vida más austera y de miras más altas. Y para eso hace falta generosida­d.

Acabará habiendo un Operación Triunfo para pintores? Es probable. ¡Pero que no me llamen! Triunfar es trabajar con libertad. El resto es una fruslería.

Si tuviera a Velázquez delante...

Me fijaría en su forma de moverse y hasta en cómo se sonaba los mocos.

¿Le gustaría retratar al papa Francisco como el sevillano hizo con Inocencio X?

Eso es imposible porque no lo podría hacer del natural. Y la verdad es que me da igual. Significa más pintar a mi mujer.

¿Ha dejado de creer?

No es que haya dejado de hacerlo; más bien, pienso de otro modo. La religión de ahora no nos presiona tanto. Antes había una especie de necesidad de protección que te la daba el culto. De lo contrario, no se habría podido aguantar la vida. Lo que sí creo es que ahora todo se hace para el presente. En esa necesidad de quererlo todo nos hemos vuelto muy ansiosos. No se pueden tener todas las seguridade­s: la espiritual y la material.

Vi La luz de Antonio, el documental dedicado a su mujer, la pintora María Moreno. ¿De qué modo ella lo ilumina? Recuerdo la primera vez que los dos pintamos el mismo tema, durante nuestro viaje de novios; me di cuenta al instante de su talento natural tan extraordin­ario. Mari pinta con pureza. Algo inusual, porque en nuestro mundo existe mucha impostura. Ver a alguien que actúa con una mirada limpia me impresiona. Yo no llego ahí. Le brillan los ojos cuando habla de Mari.

¿Verdad que sí? Es que, efectivame­nte, es mi luz. Siempre lo ha sido. Mi compañera de vida, que ahora no está bien. Nos conocimos en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Un pueblerino que se enamora de su compañera de estudios. Me parecía inalcanzab­le de tan bella. Es la bondad hecha persona y, allí donde está, ilumina. Ha tenido mucha paciencia conmigo... y yo con ella (risas). A pesar de los años, de su deterioro físico, su alma sigue estando. Nos casamos en 1961 y tenemos dos hijas y cuatro nietos, ninguno pintor. Piden la Wii, la camiseta del Real Madrid...

¿Qué ha buscado en el arte?

El arte me sana, pero no he sacrificad­o las cosas humanas por él. Yo he buscado el conocimien­to y la amistad. La verdad, he sido muy gremial y casi todos los amigos que han entrado en casa han sido pintores o escultores. Siempre me he acercado a la gente que me interesaba porque aportaba. Generalmen­te, mayores que yo. Desde que comencé mi vida como pintor, a los 13 años en Madrid, mi meta ha sido saber más, y aún es así. Ampliar conocimien­tos es el norte de mi vida. A mis amigos no los veo mayores. Ni yo soy consciente de mi edad. Sólo volvería atrás para recobrar la vista que tenía entonces.

D¿Achaques dignos de mención?

¿Se los cuento? Estoy operado de próstata, me quitaron un quiste en la vejiga y tuve problemas de estreñimie­nto, aunque mi desayuno de muesli y agua de limón me va fenomenal. Y sigo con ateromas porque, pese a que dejé de fumar en 1993, las obstruccio­nes de las arterias no desaparece­n. Al menos, mantiene el humor intacto. Siempre he sido muy risueño. No puedes permitirte ser sombrío a los 80 años. e vuelta a la ciencia, le preguntaro­n a Stephen Hawking qué le gustaría hacer que aún no hubiera hecho. «Viajar al espacio con Virgin Galactic», respondió. ¿Usted qué desearía? ¿Los milagros valen? Vivir un día en el Tomelloso de principios del XX y ver a mis abuelos Carmen y Antonio en sus casas, antes de casarse. Cómo serían a los 22 años, una mañana de domingo, preparándo­se para quedar, lavándose, poniéndose sus mejores galas. Lo pienso a menudo. Dos personas muy guapas a las que conocí ya mayores. Y, del presente, que el deterioro y las enfermedad­es de la mente tengan más alivio. Aunque, en verdad, no tenemos que ser pedigüeños. Yo sólo pienso en mis abuelos. Cómo se saludarían. Cómo se darían la mano. Cómo sería su primer beso.

Me gustaría ver a mis abuelos antes de casarse: preparándo­se para quedar, poniéndose sus mejores galas. Me pregunto cómo se saludarían, cómo se darían la mano, cómo sería su primer beso

 ??  ??
 ?? POR CLAUDIA SÁIZ. FOTOS: PABLO SARABIA ??
POR CLAUDIA SÁIZ. FOTOS: PABLO SARABIA
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain