ELLE

EL VALOR DE LA AMISTAD

El director iraní Asghar Farhadi une a dos grandes actores que son amigos en el cine y en la vida real. Quedamos con ellos para descubrir cómo ven hoy por hoy su oficio, la fama y la paternidad. Así son las personas más allá de sus PERSONAJES.

- POR GEMA VEIGA. FOTOS: JUAN ALDABALDET­RECU. REALIZACIÓ­N: SYLVIA MONTOLIU.

Dice la crítica que lo que descubre Asghar Farhadi de la gente y sus sentimient­os es siempre algo universal, que nunca presenta conflictos entre el bien y el mal, sino entre el bien y el bien. Todos lo saben (se estrena el 14 de septiembre) es su nuevo thriller de emociones. El director iraní ha elegido Torrelagun­a, un pueblo a una hora de Madrid, como escenario de los secretos de una familia de viticultor­es. Al frente de un reparto de lujo, dos de los mejores actores de su generación: Javier Bardem (Gran Canaria, 1969) y Eduard Fernández (Barcelona, 1964). El primero, tras urgar en la piel de malvados como Anton Chigurh –que le dio un Oscar por No es país para viejos–, Raoul Silva y Pablo Escobar, regresa de Hollywood para mostrar toda su luz haciendo no sólo de una persona normal, sino de alguien legal. Le da réplica Eduard, que forma parte de la aristocrac­ia del cine español y que se mete en la piel de su colega, igual de normal, igual de legal. Quedamos con estos dos amigos de verdad el rato que dura un vino. Así es lo que todos no saben de las personas que están detrás de algunos de los mejores personajes de nuestras vidas.

¿Qué os hizo decir sí, quiero al guión?

Javier Bardem: Todo empezó hace seis años. Me reuní con Asghar y me propuso hacer algo juntos. Le contesté: «Por supuesto que me gustaría trabajar con usted». Luego habló con Penélope. La mayoría de estas reuniones caen en saco roto. Al mes llamó. Es alguien de palabra. Eduard Fernández: ¡Y currante como un animal! Un grande. Me encanta su cine. Y me apetecía estar con Javier, con Penélope, con Ricardo (Darín)... ¿Cómo es estar a las ordenes de un cineasta con dos Oscar?

Eduard: Es un director que está en todo, en los dientes que tienes y en el hilo de la camisa. Es muy sensible, muy fino. Javier: Asghar es un rara avis en el cine porque, con una personalid­ad creativa que da poco o nada al gusto del público, ha logrado que sus películas tengan una gran aprobación comercial. Lo veías trabajando en español, un idioma que no maneja, y estaba tranquilo, muy relajado.

Eduard: Decía, por cierto, que nos parecemos mucho españoles e iraníes. Recuerdo que tuve una época de contarle chistes, que le explicaba su traductor, y se descojonab­a.

En la película hacéis de amigos: ¿lo sois de verdad en la vida? Javier: ¡Sí, yo quiero mucho a este señor! (Risas).

Eduard: Nos queremos y nos respetamos. Es una amistad sin exigencias. Nos vemos de vez en cuando, pero sabemos mucho el uno del otro. Y eso facilita siempre el trabajo.

Javier: Sí, yo creo que, cuando te sientas, te relajas y dejas que los ojos hablen, ahí está la historia de nuestra relación. Asghar quería algo de eso, aunque no lo forzó. Nos dejó que encontráse­mos nuestra relación en la ficción, basada, más o menos, en lo que era la verdad de nuestra amistad.

Partiendo de esa posición privilegia­da que ofrece la cercanía que existe entre vosotros, ¿cómo definiría Eduard Fernández a Javier Bardem y Javier Bardem a Eduard Fernández? Javier: ¡Hostia...!

Eduard: Sí, hostia, qué difícil decir lo que quiero sin que parezca que estoy tirando flores. Yo veo a Javier como un tío humilde, cercano. Y, a la vez, como alguien muy exigente, consigo mismo sobre todo.

Javier: Y ya está. Ya está, que has dicho muchas cosas (ríe a carcajadas).

Eduard: No, espera, espera. También tengo que decir que lo que le ha pasado no le ha sacado de su lugar más honesto y real. Y eso implica un gran trabajo personal, seguir ahí, siendo uno de los grandes, sin olvidarte de quién eres. Lo lleva bien.

Javier: Muchas gracias, Eduard, lo intento.

Eduard: ¡Que no es fácil!

Javier: Más gracias, guapo... (Me mira con decisión). Ahora me toca devolverle a él todo lo que ha dicho, cosa que, además, resulta muy fácil. Yo descubrí a Eduard, tanto profesiona­l como personalme­nte, en Los lobos de Washington, hace ya casi 20 años. Desde entonces, cada vez que me lo encuentro en la pantalla me quedo igual de impactado. Como persona es alguien cariñoso, tranquilo, humilde, y es un actor que crece a un ritmo constante, sin ansiedad, pero sin dejar de dar pasos adelante. Se ha convertido en un referente para todos los actores de este país. Yo veo siempre su trabajo, y lo veo, además, con una envidia sana y con mucha atención, porque se trata de un tipo de intérprete que trabaja a unos niveles de intimidad y riesgo creativo que me parecen extraordin­arios en España. Eduard vuela alto. Nos entendemos en el oficio del cine, hablamos en el mismo idioma.

«Entiendo que soy una persona afortunada, con muchísima suerte, porque la vida siempre me ha bendecido con la posibilida­d de rodearme de gente que ha confiado en mí y que me ha ofrecido grandes oportunida­des» (Javier Bardem)

Un oficio con el que has llegado hasta Hollywood, con todos los premios habidos y por haber. ¿Cómo has conseguido, como dice Eduard, llevarlo tan bien? Javier: Creo que ha sido gracias al recorrido. Cuando has pasado por etapas diferentes sólo hay que referencia­rse a ellas para saber dónde está uno y por qué. Entiendo que soy una persona afortunada, con muchísima suerte, porque siempre me ha bendecido la vida con la posibilida­d de contar con personas con talento y peso profesiona­l que han confiado en mí y me han concedido grandes oportunida­des. Luego yo he hecho lo mío, mejor o peor, pero es verdad que lo he hecho. También me doy ese lugar. Pero ese lugar es un lugar pequeño frente a lo que se supone de mí. Y digo se supone porque creo que lo que ven los demás, para bien y para mal, es una proyección de la vida de cada cual.

Cómo es la tuya? Javier: Muy sencilla. Me levanto, hago lo mismo que los demás y me voy a dormir. Soy papá, tengo dos niños, no hay un gran misterio. No toda la gente lidia con tanta fama...

Javier: Pienso que eso es como lo de los móviles. Ya casi he cumplido 50 años, sé lo que es tener que llamar a la puerta de mis amigos para ver si están. A mí el ruido no me afecta. Si te toca la fama a los 15, ¿de qué referencia­s dispones? Sin embargo, yo ya venía con mi bagaje, y, sobre todo, contaba con el camino de mi madre. El hambre que pasó, porque pasó hambre, y, al mismo tiempo, ser una persona tan respetada en la profesión. Cuando ves eso te dices: «Joder, si es que la vida es una amalgama de cosas. Darles más importanci­a a unas que a otras sería injusto». Así que, sí, mi madre ha sido un referente.

Eduard: ¡Santa Roja! Así llamo a Pilar, porque felicita por los santos, y es la única que me felicita por el mío.

Javier: Sí, ¡se acuerda del santo de todos!

El éxito es el reconocimi­ento del trabajo bien hecho, pero ¿cómo os sentís tratados cuando camináis por la calle? Eduard: Yo no soy nada famoso, por eso me va bien (risas). Y, cuando me saludan, lo hacen con cariño y de forma breve. También es verdad que yo hago cine y, sobre todo, mucho teatro. La fama que tengo es muy respetuosa y la llevo muy estupendam­ente, con tranquilid­ad.

Javier: ¡Toma ya! Me sumo a tus palabras. Conmigo, la gente que me viene, que es bastante, es simpática. Aunque siempre hay personas que invaden más que otras...

¿Crees que eres querido? Javier: Sí. Siempre he sentido eso. Sólo recuerdo una vez en que una señora mayor vino hacia mí con un paraguas levantado. Era la época del No a la guerra, una zona complicada (risas). Todo pasa por etapas. Hay que tomar distancia con respecto a las cosas, porque siempre existe una corriente que va más allá de lo que uno dice o no dice. Especialme­nte ahora, de 15 años para acá: con internet llega un momento en el que eso va solo; dices algo y un cuarto de hora después se oye otra por el mundo. Intento permanecer al margen de lo que se cuenta. Y tampoco le doy mucha bola porque no tengo redes sociales.

¡Pero sí Instagram!

Javier: Es cierto, aunque abrí la cuenta para apoyar a Greenpeace, por la Antárdida, para ayudar a frenar el deshielo y crear un santuario antártico. El perfil no lo llevo yo, lo maneja Greenpeace con mi consentimi­ento. También has intervenid­o en la ONU y has hecho un documental, Hijos de las nubes. La última colonia, premiado con un Goya, que habla de la causa olvidada de los saharauis. Quizá dar la cara para conciencia­r sea la parte buena de la visibilida­d pública. Javier: Sí. Siempre que hay manifestac­iones y encuentros intento pasarme, porque es una situación muy jodida. Por eso hice el documental, precisamen­te para que se viese lo jodida que es y, sobre todo, para mostrar la filosofía de ese pueblo. Una filosofía de paz, de diálogo, de entendimie­nto, de encuentro, que no sé cuánto va a durar. Las generacion­es nuevas están hartas porque han nacido en campos de refugiados. No ven más futuro que eso. ¿Cómo evitar que se tiren a las armas? Pues no lo sé. Pero creo que va a ser imposible.

Has traído alguno de sus niños a casa? Javier: No. Lo hablé una vez, aunque al final no fue posible. Es muy complicado porque yo no puedo hacerme cargo si estoy fuera en verano. Y, luego, otra cosa importante es crearles una base para volver, porque lo que menos necesitan es inconstanc­ia. Pero me parece increíble el enorme apoyo que hay hacia ellos por parte de la sociedad española.

El dolor y el amor que trae la paternidad son los ejes de Todos lo saben. ¿Hasta dónde llegaríais por un hijo? Eduard: Yo creo que lo que le da significad­o a la palabra

padre es que, si pasa un autobús y va a atropellar a tu

«Doy gracias a Dios por mi trabajo, porque soy una persona mucho más mental de lo que me gustaría y ser actor me permite bajar de la cabeza al instinto. Me obliga a decirme: “Basta. Basta e interpreta”» (Javier Bardem)

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Javier Bardem lleva traje de chaqueta de Ermenegild­o Zegna y jersey de Mirto. Eduard Fernández, traje de Hackett London y jersey de color negro de Boss.

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