ELLE

Trabajo felicidad

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HHace unos días, en un avión camino de la Semana de la Moda de Milán, estuve charlando con una compañera de profesión y buena amiga. Hablamos de la vida y le pregunté qué tal su hijo, si ya había empezado a trabajar; me comentó que sí, que lo veía muy contento porque lo había fichado una start-up española, exitosa y moderna. moderna», apostilló, con una estructura horizontal, cero jerárquica, y con una nueva visión de los recursos humanos. ¿La clave? Un CHO, o lo que es lo mismo, un chief happiness officer. «¡¿Un happiness qué?!», la interrogué con los ojos como platos. Un director de la felicidad, una especie de coach que se dedica única y exclusivam­ente a velar por el bienestar de la plantilla, a escucharla y, así, aumentar su motivación y su compromiso. ¿Que a media mañana siente que los ánimos andan un poco alicaídos? Pues va a por jamón del bueno y les monta un aperitivo para subirles la moral. ¿Suena a pura ciencia ficción? ¿A utopía? ¿A la última moda que llega de EE.UU.? ¿Incluso a una operación de

marketing en toda regla? De repente me vinieron a la memoria los tiempos en los que futbolines, canastas de baloncesto y mesas de

ping-pong invadieron los despachos de los gigantes tecnológic­os y de las empresas más molonas. Tanto que no había agencia de publicidad que se preciara donde no se echara un partido antes de una sesión de brainstorm­ing. Abundan los estudios que demuestran que las corporacio­nes con personas felices son más rentables, creativas y productiva­s. Por eso muchas firmas, tanto grandes como pequeñas, desde Google hasta Airbnb, están implantand­o en su estructura la reciente figura del director de la felicidad, que ayuda a mejorar la atmósfera en la oficina y a atraer talento y fomentar el que ya hay. Una manera de fidelizar a los empleados, impulsar el trabajo en equipo y generar sinergias y optimismo. Se trata, por tanto, de una recompensa más allá del salario, una buena noticia si consideram­os que, de media, pasamos 227 días al año en el tajo. Y esta filosofía también resulta positiva para la compañía: está comprobado que la productivi­dad es capaz de aumentar hasta un 80 por ciento. En ELLE no existe (todavía) un CHO, pero nos encanta hacer feliz a la gente. Por eso hemos lanzado el concurso ELLE Talent Project, que convierte un sueño emprendedo­r en realidad, al ofrecerle al proyecto ganador una gran ayuda económica (25.000 euros) y académica (un máster en IE Business School). Encontrará­s la informació­n en nuestro suplemento ELLE Works, una guía que intenta ponerte el trabajo más fácil, te lleva por lo último en consejos para conseguir el CV infalible, descubre a los jóvenes empresario­s que marcan tendencia con sus ideas prodigiosa­s y te chiva los cargos que son el futuro de las empresas y a los que puedes aspirar desde ya. Oficios tan sugerentes como los de arquitecto de internet de las cosas, director del ecosistema, guía especial y director cuántico. Aunque, ojo, según el Institute of the Future, el 85 por ciento de los puestos que habrá en 2030 aún no ha sido inventado. Y, como recalca el Foro de Davos, los jóvenes que acaban de terminar sus estudios deberán reciclarse entre 10 y 14 veces a lo largo de su vida profesiona­l. Qué duda cabe de que la digitaliza­ción está revolucion­ando el mercado laboral y la idea de empleo tradiciona­l. Pero lo que siempre será necesario, hoy y dentro de dos décadas, es el esfuerzo. Lo decía Albert Einstein: «El genio se crea con el 1 por ciento de talento y el 99 por ciento de trabajo».

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