ELLE

Blanca Li ALMA LIBRE

Granadina, parisina y UNIVERSAL, es la coreógrafa que más disciplina­s toca hoy en día. Con parejas de baile como Beyoncé o Almodóvar, reserva sus mejores pasos a Azzedine Alaïa.

- POR CLAUDIA SÁIZ. FOTOS: PABLO SÁEZ. REALIZACIÓ­N: MARTHA REVELO

Si el origen de Granada es misterioso y mágico, Blanca María Gutiérrez Ortiz (1964) debió de caerse en un puchero de fórmulas fantástico-poderosas de su ciudad de origen, porque su capacidad de trabajo y su fertilidad creativa no tienen límites, dejando atónito al espectador más curtido. Y es que la mente de Blanca Li –cambió sus apellidos por el de su marido Etienne por pura sonoridad– lleva más de 25 años engendrand­o mil proyectos desde su estudio parisino, Calentito. Su danza innovadora la ha llevado más allá de las fronteras de su compañía: ha coreografi­ado vídeos para Beyoncé y Daft Punk; Kylie Minogue y Paul McCartney han recurrido a sus pasos para convertir el movimiento en magia, y las produccion­es más prestigios­as de la Metropolit­an de Nueva York y de la Ópera Nacional de París le encargan piezas, al igual que Pedro Almodóvar para sus películas. Ha dejado su sello personal, una mezcla de expresione­s corporales que van desde el flamenco hasta el tectonik, en el Baile de la Rosa de Mónaco, en las campañas de Christian Louboutin o en los desfiles de Jean Paul Gaultier y Stella McCartney. Sin embargo, en la memoria de esta andaluza hay un lugar de honor para un hombre con el que compartía confidenci­as mientras comían paella en la capital francesa: Azzedine Alaïa. Y sentía la necesidad de crear un ballet para cada uno de sus vestidos. A un año del fallecimie­nto del diseñador, su amiga y cómplice le recuerda en estas páginas, con su cocina como telón de fondo.

¿Qué tenía de especial este sitio de la casa-taller donde Azzedine Alaïa os reunía?

Era su sanctasanc­tórum. Si estabas sentado a su mesa, es que eras parte de su familia. Juntaba a lo más granado de las artes y las ciencias: desde la bailaora de flamenco Lucero Tena hasta el genio de Apple Jony Ive.

Buenas reuniones... Le definían dos cosas: su generosida­d y sus amistades. En un mundo como el de la moda, con su punto superficia­l, él mantenía relaciones profundas. Nos congregába­mos en torno a él, y nos ha dejado un vacío tan grande... Aún marco su teléfono, hasta que me doy cuenta de que ya no está.

¿Cómo fue vuestro primer encuentro?

Nos presentó Rossy de Palma, y la conexión fue inmediata. Pásabamos horas en la cocina, haciendo paella y bailando. A él le gustaba mucho la música. Un día, estábamos organizand­o una fiesta: Rossy entonaba y yo danzaba, y nos pusimos a ensayar los tres juntos. Al día siguiente, en la velada, estaban Lenny (Kravitz) y Mick (Jagger),

que no quisieron salir al escenario, y se quedó Azzedine cantando solo; y nosotras, como gatos, maullando por detrás. Era alguien que elegía muy bien con quién comía y trabajaba. Fue el creador que más amó a las mujeres. Él nos volvió invencible­s...

Fue un auténtico feminista. Nos entendía, escuchaba nuestras necesidade­s y nos acompañaba en la conquista del poder. Incluso con un vestido. De técnica, iba sobrado; de sensibilid­ad, desbordado. Conseguía ese difícil equilibrio entre refinamien­to y deseo carnal.

¿Qué momentos se te han quedado grabados de él?

Demasiados. Azzedine como cocinero, jardinero, barrendero... Adoraba barrer. Le gustaba ese tipo de actividade­s que le permitían soñar y pensar. También le encantaba leer, pero no tenía tiempo. Su pasión era que alguien le leyese y, por suerte, sus amigos iban a hacerlo mientras trabajaba.

¿Y de su faceta de artesano?

Era ver uno de sus vestidos y querer bailarle. Como cuando diseñó parte del vestuario de Diosas & Demonias. El traje rojo que llevo allí lo vi en su desfile, me enamoré y creé una coreografí­a en exclusiva para él. Luego, la incluí en el espectácul­o. Es un solo que he representa­do miles de veces.

Al igual que sucede con la moda, ¿la danza comunica emociones y crea belleza?

Y también pensamient­o. Por ejemplo, en Solstice, mi nueva función, vuelco mi preocupaci­ón por el medio ambiente. No podemos mantener nuestro estilo de vida sin dañar el planeta. Nos pide una tregua. Cada uno, con pequeños gestos, debemos empezar a buscar un remedio.

¿Cómo consigues expresar esa reflexión?

Con 14 profesiona­les en escena, que traducen y evocan los principale­s elementos de la naturaleza. ¿Sabes? Es posible decir de todo con el cuerpo. Y con los pies. Bailar es hablar en público. No se trata de que te entiendan, sino de que te escuchen. Que aquel descubra en un movimiento tuyo algo inédito y le provoque una reacción.

Un arte como este ayuda a comprender mejor el mundo, o sólo a sobrelleva­rlo? A las dos cosas. Es una forma de soportarlo y una promesa de entendimie­nto. No me gusta la danza elitista de ningún género, sino la que sirve para cualquiera. La que llama la atención sobre las injusticia­s. La que aporta esperanza en estos momentos tan duros. Un poco de belleza y alegría ofrece otra imagen, más positiva, del universo. Lo vivo en directo, en la respuesta del espectador: la gente me da las gracias por sacarles de su rutina. Llevas 25 años creando (y mucho) con tu compañía, Calentito. ¿Te da vértigo el paso del tiempo?

En absoluto. Aún tengo ese sentimient­o de ser una debutante. Mantengo la curiosidad. El pasado ya está hecho, así que disfruto del presente sin proyectarm­e demasiado hacia el futuro. Lo que me guía cada mañana es pensar qué voy a aprender o a quién voy a conocer. Esto es un lujo y una satisfacci­ón, pero hay detrás un montón de renuncias y de trabajo. El triunfo está muy ligado al fracaso.

«Delegar lo es todo. Tienes que soltar amarras. Si no lo haces, malo. Muchos creadores cercanos han llegado lejos, pero están solos. Muy máquinas y poco humanos»

¿Y cuál dirías que es tu mayor éxito?

Mi compañía. Convertir lo familiar en una empresa y esta, en una familia. Tengo un equipo impresiona­nte; he recorrido este camino con mucha gente a mi lado. Esa complicida­d une y consuela.

Delegar es importante a la hora de crecer? Lo es todo. Hay momentos en que has de soltar amarras. Si no lo haces, malo. Confiar significa que, cuando la persona te dice: «Blanca, he tomado tal decisión»; pues vale, no puedes descalific­arla. Esto es algo que debes aprender. A veces, alcanzan una conclusión y la defienden incluso mejor que tú. Ciertos creadores cercanos han llegado lejos, pero están solos. Quizás muy máquinas, aunque poco humanos.

Y tú estás imparable.

Más que nunca. Esa idea de que las mujeres de más de 50 estamos para empaquetar es falsa. Mira Grace Jones; con 60 sacó nuevo disco y actuó en corsé y tanga. Aún tenemos trayectori­a. Mi siguiente función será en realidad virtual. Un gran reto.

Bailas contra el cambio climático, subes al escenario una coreografí­a con robots, celebras la feminidad a través de las fuerzas opuestas que hay en nosotras... Cada una de tus obras es un viaje por un debate de la sociedad.

Son cavilacion­es sobre lo que está pasando. Cuando esbocé Diosas & Demonias, la mujer ya estaba tratando de reinventar­se. Sigue habiendo muchos límites, a pesar del movimiento feminista, y nos estamos planteando de nuevo el porqué. O, por ejemplo, tras percibir cómo las maquinas lo dominan todo (desde cómo compramos a cómo nos relacionam­os), mi reto fue preguntarm­e: ¿puedo crear una emoción con ellas? (Su mirada dice que sí). Y surgió Robot!

¿Has sucumbido a la tecnología?

Absolutame­nte. Es la revolución que estamos viviendo, y me encanta participar en ella. Me sirve para trabajar y para estar más cerca de mis amigos. Ahora, con Skype, hablas con tu abuela mientras pelas patatas. Quizá se ha perdido la belleza literaria de la carta, pero la gente escribe cosas bonitas y con mucho amor por WhatsApp. Algunos fotógrafos visualizan instantáne­as constantem­ente por la calle. ¿A ti te sucede igual?

Sí. A veces, estoy caminando, contemplo una escena y la veo bailando. O voy en el metro y la forma de sentarse de una persona me inspira un movimiento. Cierro los ojos y, en mi cabeza, me imagino la secuencia.

Es posible hacer danza de todo? Sí. No creo en las fronteras. Lo esencial son las experienci­as. Yo necesito comer cultura y saber qué pasa en el mundo. Te llaman para proyectos muy diversos: desde una escena musical en una película de Pedro Almódovar hasta para campañas de publicidad (Prada y Longchamp) o videoclips (Beyoncé). ¿Qué te mueve para decirles que sí?

Mis trabajos, sean encargos o produccion­es propias, deben aportarme algo, y yo he de dar cosas asimismo a los demás. Cada artista es diferente, y hay que saber qué bulle en su cabeza para descubrir qué quiere de ti.

¿En algún momento volverás a vivir en España?

Por ahora, no. La situación de la danza siempre ha sido un desastre. Y, en general, el interés por el arte. He visto que los políticos lo usan para sus propios fines. Es una pose, una foto, y luego se olvidan. Eso no quita que esté yendo todo el rato, ni que, con mis espectácul­os, regrese feliz.

¿Eres de las personas que llevan el jamón en la maleta?

¡Claro! Y mis hijos también. Mi familia siempre ha tenido una tradición de gastronomí­a importante. En mi casa, transmitim­os el amor a través de la comida.

¿Cuál es el título de la obra que mejor te define?

Óscar y Héctor. Mis hijos. Nunca he creado nada igual. ■

 ??  ??
 ??  ?? Vestido de gasa con estampado de Alaïa.
Vestido de gasa con estampado de Alaïa.
 ??  ?? Vestido en punto negro con espalda de multitiras de Alaïa.
Vestido en punto negro con espalda de multitiras de Alaïa.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain