Nerea Barros
Arreglamos el mundo con esta actriz que no entiende de barreras. Comprometida, atrevida y carismática, sigue siempre una gran máxima: no hay ÉXITO sin riesgo.
En las distancias cortas Nerea Barros (Santiago de Compostela, 1981) sorprende. Quizá porque esta polifacética intérprete escapa de cualquier intento de clasificación. Es enfermera, actriz, bailarina... Y la lista sigue creciendo a medida que explora nuevas áreas. Su sinceridad desborda. Su discurso te atrapa con su inconfundible voz rota, más canalla en la vida real, y con una fuerza inédita que presta a cada uno de los personajes a los que da vida. La ganadora de un Goya a Mejor Actriz Revelación (2015) siempre elige papeles lejanos a su cotidianeidad, pero los hace suyos de forma natural. Hoy nos permite entrar en su mundo interior a través de las palabras, donde no hay filtros para desvelar tanto su devoción por la moda como por ser abogada de lo que define como causas perdidas. Sí, la zona de confort no es para ella. Nerea Barros prefiere tirarse a la piscina. ¿Cómo te diste cuenta de que lo querías era ser actriz? Eso es una pulsión, algo interno. A los 5 años, me recuerdo con los tacones y la bata gastada de mi madre, a modo de un traje de noche. Mis padres pensaban que estaba loca (risas). Tenía una necesidad de crear, de exteriorizar emociones, aunque con el tiempo fui teniendo más miedos y vergüenza. Me preguntaba qué tenía yo para ser actriz, pero mantenía ese sueño infantil de que alguien me descubriría. Y así fue. Con 14 años, Xavier Bermúdez me eligió para su película Nena. No sabes las taquicardias que tuve hasta que mis padres dijeron que me dejaban rodar. También estudiaste y ejerciste de enfermera, ¿qué te ha aportado esta faceta a tu carrera interpretativa?
Eso me dio una toma de tierra para entender la vida. Me enseñó que hay que luchar por tus sueños, intentar ser feliz y que lo más importante es la gente que te quiere y disfrutar de salud. Si no tienes eso, da igual quién seas o el dinero que poseas. Aprendí mucho sobre la realidad humana. ¿Crees que la interpretación tiene propiedades curativas? Por supuesto. Es maravilloso, como meditar. Cuando estoy delante de la cámara y ya he trabajado un personaje, le cedo mi espacio interno y me dejo sólo un ordenador de abordo que está pendiente de la parte técnica. Eso únicamente lo puedo conseguir si estoy en el aquí y el ahora, sintiendo lo que está pasando, olvidándome de todo lo demás. La fuerza que siento por dentro traspasa la pantalla. Es impresionante. Tu papel de madre coraje en La isla mínima, de adicta a las drogas en Apaches... Tus personajes son drásticos.
Intento arriesgar, no siempre acierto, aunque de cada uno aprendo. Ahí uso mi formación en danza como investigación corporal, y a veces hasta me cambia la cara. Es muy sutil pero de repente cojo el espejo y no me reconozco. Confiesa: ¿tu papel soñado?
Uff... Desde la primatóloga Jane Goodall a Chanel.
Has ganado un Goya, qué supuso esto para ti? Mucho. Soy muy exigente conmigo misma, y hasta ese momento tenía tantos miedos... Me dio la fuerza necesaria para seguir adelante. El papel de Rocío en La isla mínima era un reto, ya que, por edad y circunstancias, me quedaba muy lejano. De hecho, cuando conocí a Alberto Rodríguez me dijo: «Me he equivocado, eres muy joven». ¿En serio?
Sí. Le pedí que viese lo que había preparado y que, si no lo tenía claro, me volvía a casa. Se despidió con un «nos vemos en rodaje». Respiré. Me pasa mucho, que me conocen en un proyecto y dicen que su personaje va por otro lado... Claro, si lo que me gusta es camuflarme, ¡estar continuamente en riesgo! Los casting no se me dan bien, sin embargo si tengo un director delante fluyo, me emociono y me dejo llevar. ¿Dónde te veremos próximamente? Interpreto a la jefa de la mafia mexicana en dos películas de la saga Ultimo 5. También he estado en la República
Dominicana grabando Sol y luna, mi primera comedia, con ese punto latino muy amoroso. Además, en un par de meses Netflix subirá El sabor de las margaritas, una serie que retrata la trata de blancas en Galicia y en la que yo me meto en la piel de una prostituta que se enfrenta a un asesino. Por último, pronto empiezo El Santa Isabel bajo la dirección de Paula Cons, una película de las mujeres que ayudaron a los supervivientes de un naufragio cerca de la Isla de Sálvora.
También te has estrenado como productora con Morir para contar, que llega el 22 de noviembre a los cines. Sí. Hernán Zin me dijo que me tenía un proyecto sobre los grandes reporteros de guerra, sus recuerdos y cómo se enfrentan a ellos, al que le faltaba algo. Vi el material y le dije que creía que sabía qué hacer, pero que era de forma instintiva. Y así empezamos a trabajar juntos. Aunque yo apostaba por que fuera él quien más se expusiera, quien contara su propia experiencia para traspasar al público, se negaba en rotundo. Finalmente una noche escondí una cámara, le puse un vino y le hice una entrevista que duró hasta la madrugada. Fue muy duro, aunque el resultado es una película hecha desde la honestidad y que narra la historia de los últimos 30 años, desde lo más interno y generoso de la gente que ha estado ahí, con las víctimas. Sueles hacer oír tu voz... ¿Es el feminismo una de las causas en las que te implicas?
Ese es un tema complejo. A veces se echa demasiada culpa al hombre, y tenemos que ser un equipo, porque a ellos también les educamos las mamás. A las mujeres nos enseñan a competir entre nosotras en lugar de unirnos y, aunque en ocasiones la sociedad nos lleve a hacernos pequeñitas, somos maravillosas. Tenemos algo impresionante dentro que sólo hay que dejar salir. Debemos reflexionar porque hay cosas que no se pueden pasar. Lo del caso de La Manada (en los sanfermines de 2016) en este momento de la historia está fuera de lugar, hay que condenarlo. Y punto. En el aspecto laboral hay mucho que hacer. Yo no quiero que me regalen nada, deseo las mismas posibilidades, que me respeten como trabajadora, y para eso tenemos que unirnos. Por otro lado, el haber vivido en diferentes países me ha hecho darme cuenta de la suerte que tenemos, porque como mujeres nos ha tocado la lotería al nacer en un lugar donde podemos ser libres. En la mayor parte del mundo no es así. Hay mucho que cambiar y apoyar fuera y mucho que reconocer dentro. Desde modificar las sutilezas idiomáticas a educarnos como iguales y a mejorar nuestra gestión emocional siendo una mujer o un hombre. Somos diferentes, nos podemos emperrar en lo contrario, tenemos capacidades distintas. Pero parece que por ser mujer no estás hecha para ciertos trabajos, y no es cierto. Dejemos de que nos traten como débiles y condenemos los abusos de poder.
En este número entrevistamos a Michelle Obama, quien ha mostrado su frustración ante la falta de cambios sobre acoso sexual tras el movimiento #MeToo...
Admiro a Michelle Obama por su valentía, su inteligencia y su lucha por las causas nobles, como la de las niñas de Boko Haram. Respecto al #MeToo, estoy de acuerdo con ella. No puede ser que de repente eso explote, se condene a Harvey Weinstein y que estos juegos de poder vuelvan a ocurrir... Porque sucede. Hay actrices que han quedado en un limbo y no saben cómo superar esa situación. Me pierdo sobre cuáles son los cauces o las leyes a instaurar, pero esto no se puede dispersar. ¿Es necesario un #MeToo en España? No lo sé, pero sí una progresiva evolución de la mujer. Como país tenemos que reflexionar, ser conscientes de los ciudadanos que somos y ser críticos con nosotros para poder serlo con lo que nos rodea. Hay que dar ejemplo, unirnos y luchar para hacernos fuertes. Ese va a ser el movimiento #MeToo en todas las áreas, no sólo en el cine.
El haber vivido en diferentes países me ha hecho darme cuenta de la suerte que tenemos, porque como mujeres nos ha tocado la lotería al nacer en un lugar donde podemos ser libres. En la mayor parte del mundo no es así
Qué crees que es indispensable para que las mujeres puedan sentirse libres? Encontrar su equilibrio. Estoy harta de los «no soy lo suficientemente guapa-delgadano tengo tetas». Parece que nunca eres suficiente. Y no. No quiero ser perfecta porque no lo soy, soy única. Y ya está, me encanta porque me siento auténtica. Basta de las expectativas psicológicas, morales o físicas que parece que tenemos que cumplir. Mejor cumplamos nuestras propias expectativas. ¿Cuáles son las expectativas profesionales de Nerea Barros? Espero verme en papeles maravillosos como actriz. También me encantaría escribir guiones y dirigirlos, o crearlos y que los conduzca otra persona. En definitiva, producir cine desde un punto más controlado por mí. Seguir por este camino, pero que cada vez sea más amplio y enriquecedor. Si sucede algo así, es que lo estaré haciendo bien. ■