ELLE

TAMARA FALCÓ La ‘socialite’ se reinventa.

Natural, ocurrente y aguda, la SOCIALITE más querida por los focos nos descubre su faceta íntima y habla de la experienci­a de diseñar para su nueva firma de moda.

- POR CLAUDIA SÁIZ. FOTOS: BORJA DE LA LAMA. REALIZACIÓ­N: MARTHA REVELO

Ya quisiera ser como mi madre. Es una mujer fuerte, con un sentido de la estética muy desarrolla­do. Aspirar a ello me ha vuelto más exigente

Antes de que le pusieran la etiqueta oficial de personaje público, Tamara Falcó (Madrid, 1981) quería ser trapecista. «Tanto es así que mi madre, muy amiga de la dueña del Gran Circo Mundial, logró que me hicieran un precioso maillot bordado igual que el de los artistas», dice quien, a sus 37 años y con la destreza de una funambulis­ta, se mueve entre un mundo lleno de glamour y el terreno de la espiritual­idad con una naturalida­d desbordant­e. Precisamen­te, de Isabel Preysler ha heredado la perspicaci­a y la sensibilid­ad estética. De su padre, el marqués de Griñón, la alegría y el carácter disfrutón. Con un don para transmitir felicidad y optimismo allí por donde pasa, la socialite se ha embarcado en un nuevo proyecto: la creación de su propia firma de moda, TFP by Tamara Falcó, con la que le aporta un soplo de aire fresco al armario femenino. El estilo para ti es...

Inteligenc­ia. Ser estiloso significa aceptarse a uno mismo. Y no hablo del físico, sino de ser consciente de qué sitio ocupas en la sociedad, cuál es tu trabajo o qué haces con tu tiempo libre. Para mí es la carta de presentaci­ón ante el mundo, y hay que ser inteligent­e para saber presentars­e.

¿Y la elegancia?

Saber escoger. Lo contrario es la mala educación. ¿Fashion victim o a tu aire?

A veces..., ¡víctima total! Pero de todo se aprende.

¿De dónde viene tu interés por la moda?

Empezó en la tienda Dafnis, con María Rosa Salvador. Yo era muy pequeña y me metía en el taller con todas las costureras. De hecho, quería que una de ellas fuera mi niñera. Recuerdo que confeccion­aban vestidos para mis Barbies; luego, en casa, yo diseñaba otros, se los hacía llegar y me los devolvían con comentario­s. El siguiente paso fue el juego Diseña la moda. Más tarde, tuve una adolescenc­ia marcada por el uniforme de época: pantalones de Levi’s, sudadera de Benetton y las Reebok blancas de bota alta.

¿Qué hizo que te lanzaras con TFP by Tamara Falcó?

Quería ayudar a la mujer a no desesperar­se cuando abriese su armario (risas). Echaba de menos, entre tanto look andrógino, una propuesta más femenina, que recuperara el gusto por las técnicas y el saber hacer de la costura con un toque más relajado. Clásicos funcionale­s. Que estemos guapas, no raras. Antes me decantaba más por las tendencias, pero he aprendido mucho de mi madre, que es una perfeccion­ista. Es fiel a su estilo y escoge lo que mejor le queda.

¿Tienes algún ritual a la hora de diseñar?

Por un lado, contar con la naturaleza como una motivación constante. Volver a los bosques y abrazar los árboles, como propone Pepe Imaz, el entrenador de tenis que inspira a Djokovic. Y, por otro, crear sobre el maniquí y en un sitio privado y pequeño, como el estudio de Antonio Ramos, un patronista excelente que trabajó con Lorenzo Caprile. Aun así, me queda mucho, mucho que demostrar.

¿Para crecer hace falta equivocars­e?

Me estoy dando cuenta de que sí. Si no, es imposible. Hacerlo y percatarse de ello supone tal dosis de humildad, que no estamos acostumbra­dos. No permanecer fijo en una convicción es enriqueced­or, te da fuerzas.

¿Cuál es el mejor consejo que te han dado hasta la fecha?

Mantén el equilibrio. Fundamenta­l.

¿Cómo lo consigues?

Tiempo. Esa es la clave. Quiero dar y recibir tiempo. Es el bien más preciado. Quiero segundos, minutos y horas porque son lo más importante que tenemos y lo más bonito que podemos entregar. Si andas acelerada, mal encaminada vas.

¿No te molesta estar en el ojo del huracán?

Tengo una vida privada que es mía y que comparto con muy poca gente. Y el resto no me incomoda. Un domingo, al salir de misa, me encontré con un fotógrafo y le dije: «Hoy es día de descanso para todos». Me contestó: «Claro, pero es que mi familia tiene que comer». Entiendo su trabajo, así que... ¿A mí qué me cuesta que me saquen una foto? Nada.

Te han puesto el sello de superficia­l. ¿Con motivo? Los que me critican deberían analizarse primero a sí mismos. Todos somos víctimas de prejuicios que nos persiguen de por vida. Luego pienso: «Bueno, a mí, plin». ¿Quién no tiene sus limitacion­es? Mejor conocerlas que vivir de espaldas a ellas.

Lo que sí sabes es reírte de ti misma.

¡Siempre! Lo aprendí de mi tío Miguel (Boyer). Él era de la opinión de Groucho Marx: no se habría hecho de ningún club que lo hubiese admitido como socio. La gente pensaba que era superserio, pero tenía un sentido del humor enorme.

La misma actitud positiva que demostrast­e cuando tu cuerpo subió de talla. ¿Hay que vivir sin complejos?

Hay que enfrentars­e a las adversidad­es con naturalida­d y optimismo. Cuando padecí de tiroides, entendí que soy más que un físico. El sobrepeso no es un estado ideal, pero eso no significa que deba esconderme ni avergonzar­me.

¿Cuál ha sido la experienci­a que más te ha ayudado a crecer?

¿Honestamen­te? Descubrir a Jesucristo, su figura hecha hombre y esa idea de sentirse siempre amada. Fue revelador.

¿La religión te ha enriquecid­o en estos años?

Mucho. Ahora tengo valores de los que carecía, como quererme a mí para querer bien a los demás. Antes notaba un gran vacío; sentía los te quiero superficia­les, creía que la felicidad era ganar más dinero, tener el mejor bolso... Y no.

¿Recuerdas el momento exacto de tu conversión?

Cuando acompañé a mi padre al campo un verano tras su tercera separación. Fui en busca de un libro que llevarme y descubrí una Biblia didáctica; al llegar a la parte de los Diez Mandamient­os entendí que, si los hubiese practicado antes, no se habrían producido muchas disputas en casa.

¿Qué pasó después?

Volví a confesarme, a ir a misa, a rezar el rosario... De repente, comencé a sentir algo que nunca había sentido: paz.

O sea que crees en el más allá.

¡Claro! Si no, el más acá se me haría imposible.

¿Quién lo entendió mejor en tu círculo?

Fíjate, cuando mi madre se escandaliz­ó por mi costumbre de ir todos los días a misa, el marido de Boris Izaguirre, Rubén Nogueira, rompió una lanza a mi favor en una comida; aunque él no comparte mis creencias, sí las respeta. Bueno, hay quien le encuentra sentido a la vida sin Dios... Completame­nte. Tío Miguel me enseñó que no se puede ser un buen cristiano sin ser una persona cívica. Él tenía fe en lo científico. La vez que discutió con mi madre fue por un tema espiritual; le dijo: «Isabel, cuando morimos nos comen los bichos». Ella, molesta, le replicó: «Miguel, es que yo siento que tengo alma. ¡Y el alma pervive!». De entre las relaciones de pareja que he conocido, la de ellos es la mejor que he visto. Eran muy buenos compañeros de vida. Un ejemplo por cómo se trataron. Lo que yo aprendí con su enfermedad, con la forma en que mi madre lo cuidó y se preocupó... Ese amor...

Echas en falta a tu tío Miguel? Hablas mucho de él. No sabes cuánto. No hay día en el que no piense en él o no rece por él. Era como mi padre. Una persona extremadam­ente educada y con curiosidad­es intelectua­les poco comunes. Me acuerdo de que decía: «Es raro, porque cuando muere tu padre o tu madre, te sientes un poco huérfano. No importa la edad que tengas». Y, mira, es una sensación que ahora entiendo muy bien. La sensación de pérdida.

Ser una Preysler es una responsabi­lidad. ¿Y ser una Falcó?

Mi padre es un prodigio de la naturaleza y un producto nacional. No ha dejado de innovar en viticultur­a y aceite. Gracias a mi bisabuelo Joaquín Fernández de Córdoba, rompió con la tradición familiar que lo obligaba a ser militar.

¿Es un buen consejero?

¿Mi padre? Cuando quiere, el mejor de todos. Lo que ocurre es que yo no siempre lo escucho (risas)...

¿Has sido rebelde?

Más que nada, peleona. Soy muy testaruda desde pequeña.

Dirías que tu madre reúne todas las cualidades que admiras en una mujer? Ya quisiera ser como ella. Incluso con ese lado de mamá gallina protectora. Es una persona fuerte, con un sentido de la estética muy desarrolla­do. Aspirar a ello me ha vuelto más exigente. Tal vez discutamos, me regañe... Lo que no sabe es que daría mi vida entera para que nunca me falte. Hoy la que parece una teenager es ella. Como tiene novio... (Risas).

¿Cómo es vivir con un Premio Nobel de Literatura?

Mario (Vargas Llosa) es encantador. Era uno de mis autores favoritos cuando estudiaba literatura. De hecho, una de las camisetas de TFP lleva el título de su novela Travesuras de la niña mala. Tuve la suerte de que fuese amigo de mi tío Miguel y viniese a casa. Conocerlo ahora como persona ha sido un descubrimi­ento. Siente curiosidad por todo y cree –y te lo transmite– que la ilusión es lo que más puede enriquecer la existencia del individuo.

Así uno puede enfrentars­e a cualquier cosa sin temor. Sin duda. Aporta mucha calma. Lo que más les gusta hacer a él y a mi madre es ver películas y mantener largas conversaci­ones. Se divierten mucho, esa es la verdad.

¿Se llegarán a casar?

Eso preguntárs­elo a mi mami: ella es la que va a decidirlo. Lo que sí quiere es seguir viviendo este momento único.

¿Qué le pides tú a una pareja?

Amabilidad. No creo que haya que levantar la voz jamás. Pienso que la vida sin amor no vale la pena. Es lo mejor que tenemos. Lo ideal es encontrar a una pareja que te complete. Dar con ella... ¡debe de ser la caña! Y ser riguroso en la elección. ¿Por qué nos apagamos intentando salvar un amor que ya cumplió su fecha de caducidad?

Una buena pregunta para la que no tengo respuesta.

Ni yo. Sólo sé que no puedes forzar una conexión. Vengo de una familia dividida, y, para dar el paso del matrimonio, debes estar supersegur­a. Nos encontramo­s con las personas adecuadas en el momento adecuado, bajo las circunstan­cias adecuadas y a través de vibracione­s naturales. Tengo más de 30 años, estoy soltera y no soy un bicho raro: no necesito compartir mi vida con cualquiera para encontrarl­e un sentido a mi felicidad.

Tu hermano Enrique es padre de mellizos, Ana en breve tendrá un niño... ¿Serías madre soltera?

¡Me aterraría! Es mucha responsabi­lidad. Por ahora estoy bien en el papel de tía. De mimadora. ¡Ya llegará!

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 ??  ?? Abrigo de alpaca y pantalones de TFP by Tamara Falcó, camiseta de American Vintage, aros de Gold & Roses y collares de Ariane Jewels. A la izq., camisa blanca ‘oversize’ y pantalones masculinas de TFP by Tamara Falcó y aros de Gold & Roses.
Abrigo de alpaca y pantalones de TFP by Tamara Falcó, camiseta de American Vintage, aros de Gold & Roses y collares de Ariane Jewels. A la izq., camisa blanca ‘oversize’ y pantalones masculinas de TFP by Tamara Falcó y aros de Gold & Roses.

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