ELLE

Visitamos a la artista antes de inaugurar su exposición más esperada. LITA CABELLUT

Afincada en La Haya, la pintora española que conmovió al mundo con su increíble relato de infancia y la FUERZA de su obra nos abre las puertas de su estudio con motivo de su próxima ‘expo’ en nuestro país.

- POR CRISTINA ALTOZANO. FOTOS: PATRICIA GALLEGO

Parezco la prima de Lola Flores a punto de arrancarse por soleares», exclama con humor Lita Cabellut (Sariñena, Huesca, 1961) al ver el primer retrato que dispara la fotógrafa en el shooting. Esta artista de rompe y rasga, considerad­a la pintora viva más cotizada del mundo según Artprice –ha expuesto en prestigios­as galerías de Nueva York, Ámsterdam, París o Hong Kong– derrocha cercanía, inteligenc­ia y generosida­d. Su historia, digna de una novela de Dickens, se ha contado hasta la saciedad. Abandonada por su madre, una prostituta de etnia gitana, se crió en las calles de Barcelona bajo el amparo de su abuela. A los 12 años ingresó en un orfelinato, hasta que fue adoptada por un matrimonio de la burguesía que la introdujo en un universo desconocid­o. Durante una visita a Madrid con sus nuevos padres, se quedó extasiada ante Las tres Gracias, de Rubens. Sufrió una epifanía. Supo que quería ser pintora. «El Museo del Prado supuso mi segundo nacimiento. Me hizo sentir humana. A través de los cuadros entendí muchos aspectos de la vida; que lo divino, lo infernal, lo desgarrado­r, lo plácido, todo se refleja en los retratos. Son espejos que nos recuerdan quiénes somos». Cuando cumplió los 19 se marchó para ampliar sus estudios de arte en la Gerrit Rietveld Academie, en Ámsterdam, donde comenzaría su fulgurante carrera. Sus obras, de gran formato, con mezcla de las técnicas más diversas, son trabajos psicológic­os, un compendio de lo más profundo de la condición humana. El próximo 13 de febrero el Museo Goya, en Zaragoza, le dedica una amplia muestra titulada La victoria del silencio. ¿Qué significa para ti exponer en este espacio? Una emoción inmensa. Ten en cuenta que Goya es mi maestro en todos los sentidos. Cuando lo descubrí, de niña, sentí un rechazo tremendo. Me dio miedo. Reconocí en su pintura muchas de las situacione­s que yo había visto y vivido. Con el tiempo, a medida que empecé a entender el arte, ese pavor se convirtió en admiración. Goya pintó la peor parte de nosotros para recordarno­s lo capaces que somos de llegar a puntos inimaginab­les de brutalidad. Es tremendame­nte actual. Se preocupó por lo que ocurría a su alrededor, por las injusticia­s, la violencia de género, la educación. Fíjate en esos grabados en los que un abuelo burro lee a sus nietos burros. Nos está avisando de la necesidad de transmitir cultura. La pintura para mí representa algo más que lo estético o visual; consiste en un impacto intelectua­l y emocional. Es lo que Goya me ha dejado como herencia. ¿Cómo consideras el hecho de que se te conozca por ser la artista contemporá­nea en activo más cotizada? Me parece horrible, incluso ofensivo. Significa no tomarme en serio. Tiene más que ver con el comercio que con mi trabajo. El arte está por encima de las valoracion­es. ¿Por qué no se sabía de ti en nuestro país antes de todo esto? Estaba muy preocupada por sobrevivir con mi pintura y que el mundo me conociese. Tampoco tenía conexiones en España, hasta que Antoni Vila Casas, un ser maravillos­o, apostó por mí y organizó mi primera exposición en Barcelona. Se formaron grandes colas hasta el último día.

Coco Chanel y Frida Kahlo son dos de tus musas, mujeres que protagoniz­an tus cuadros de manera recurrente. ¿Qué te inspiran, qué es lo que te interesa tanto de ellas? Frida se volcó en la liberación femenina educando con la misma destreza y rigidez tanto al hombre como a la mujer. No es una persona que justifique todo lo femenino. Esa es su valentía. Coco, por su parte, es fría, distante, firme. Me resultó más difícil pintarla porque es un personaje que se aleja mucho de lo que yo soy. Es la luna. Y Frida, el sol. Admiro de ellas que supieran imprimirle un giro a la tragedia, ya fuese psíquica o física. Son mujeres que supieron transforma­r lo grotesco, lo repugnante, el dolor en pura belleza. ¿No es admirable? Las tres tenemos en común el no dejarnos vencer por aquello que aún podemos cambiar. ¿A quién te gustaría retratar? Creo que ya he pintado a todas las personas que quería. A los payasos tristes, a las mujeres valientes: Marie Curie, la Madre Teresa, Billie Holiday, Janis Joplin... Y a grandes poetas, como Pablo Neruda y Charlie Chaplin, cuya obra es lírica visual. Mujer, artista y gitana: ¿te has sentido discrimina­da?

Por mi raza, nunca. Por mi condición femenina, constantem­ente. A la mujer en el mundo del

arte no se la toma muy en serio. Lo tenemos igual de difícil que en otros ámbitos. Mucha gente me dice que mi obra no es femenina, sino masculina, porque es muy potente, lo que resulta indignante. Los galeristas se empeñan en proteger a las artistas, cuando deberían tratarnos igual. Por eso es muy importante que las mujeres con más voz la alcemos y seamos consciente­s de que somos un hilo de un gran telar que se está construyen­do. Que ojalá termine en un maravillos­o tapiz donde todos podamos pisar por igual.

¿Tienes amigos en el circuito artístico?

Eso es algo complicado. Me unen lazos de amistad con personas del mundo del teatro, de la música, de la literatura. Desgraciad­amente, en el ámbito de las artes plásticas siempre hay un interés. Y eso me incomoda mucho. Yo no tengo el poder de conseguir una galería para un artista, puedo presentarl­o, pero nada más. El universo del arte es bastante solitario. Me entiendo mejor con los poetas y los escritores. No es que me lleve mejor, es que los conozco más. Recienteme­nte te han concedido el Premio a las Artes de una importante publicació­n, reconocimi­ento que el año pasado recayó en Antonio López. ¿Te enorgullec­e? Enormement­e. Antonio es un maestro, además de una excelente persona. He tenido la suerte de coincidir con él en un par de ocasiones. Posee la sencillez de los grandes creadores: cuanto más sublime, más simple y más tierno. La falsedad en el arte puede detectarse por la carencia de ternura. Antonio sí que podría ser un buen amigo. Cuando decidiste ser pintora tus padres contrataro­n a un profesor de dibujo. ¿Qué te enseñó ese primer maestro? El silencio. A escuchar los colores. Y la concentrac­ión, la disciplina de ver, a realizar el esfuerzo de tratar de comprender aquello que a uno le resulta inexplicab­le. El atrevimien­to para continuar con algo que das por terminado, a seguir indagando y a no conformarm­e.

Lo más importante que posee el ser humano es... La capacidad de adaptación. Parece que fuiste una niña muy rebelde. ¿Qué queda de aquella Manuelita? En realidad no cambiamos mucho. He tenido la suerte de poder ser siempre yo misma, de fiarme mucho de mí. No le echo la culpa ni le otorgo méritos a mi infancia. El mejor regalo que me ha dado la vida es la sensación de libertad.

Hasta la edad de 12 años no aprendiste a leer ni a escribir. ¿Cómo te formaste después intelectua­lmente?

Lo hizo la curiosidad. He viajado mucho, me he mezclado con diferentes culturas y no he dejado de leer. Mi primer libro fue la Divina comedia. Lo leía y releía porque no entendía na-da. Luego pasé a Shakespear­e, Unamuno, Miguel Hernández... Descubrí que los escritores me regalaban mundos, me abrían puertas. A mí me habría gustado ser escritora; sin embargo, debido a mi severa dislexia y al haberme criado en un ambiente donde el alimento cultural era limitado, mi atraso lingüístic­o era tremendo. De mi cabeza surgían mil ideas, pero mi vocabulari­o era corto. Y en la pintura encontré las herramient­as para poder expresarme.

¿Qué buscas transmitir con tu arte?

Valentía. Deseos de vivir. Empatía. Solidarida­d.

Sientes obsesión por la luz, el orden, los aromas.

Creo que se debe a que sé lo que son la dejadez humana, la sordidez, el mal olor. Por eso me rodeo de flores, de fragancias, de velas aromáticas, de luminosida­d. Soy una persona que siempre ha buscado la belleza, me hallase donde me hallase. Por eso mi casa es como un templo. Quiero que todos los que trabajamos aquí vivamos a diario experienci­as agradables. Lo que más alegría me provoca es comprobar que la gente a la que amo es feliz.

Si tuvieses que definirte, ¿cómo lo harías?

Como una amante de la vida, una persona muy agradecida por todo lo que esta le ha ofrecido, incluidas las penas y los dolores. Alguien que siempre ha confiado en su intuición.

¿Cuál es el secreto del éxito?

Que no te importe. ■

Quería escribir. Sin embargo, por mi dislexia y la formación que recibí, mi retraso lingüístic­o era tremendo. De mi cabeza surgían mil ideas, pero mi vocabulari­o era demasiado corto. En la pintura encontré las herramient­as para expresarme

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