Dale la vuelta al famoso ‘mens sana...’.

Poco importa que un cuerpo no se ajuste a los cánones si derrocha bienestar, la mejor expresión de la belleza . He aquí unas pistas para conseguirlo.

Aveces somos desconsideradas con nuestro cuerpo. Lo sometemos a dietas radicales, que lo dejan exhausto y al límite, y a procedimientos estéticos que, aunque nos digan lo contrario, en ocasiones traspasan la barrera de las simples molestias y son claramente dolorosos. Lo exponemos sin reparo, ni respeto, a la última promesa milagrosa aunque en el fondo sepamos que no le va a sentar muy bien y que tampoco le va a servir para mucho. Viéndolo así, surge una pregunta: ¿en qué momento asumimos como válido ese principio,

tan perverso como arcaico, de que para estar guapas hay que sufrir? Tenemos que cambiar de estrategia, tenemos que ser amables con nuestro cuerpo. ¿Por qué no hacer saltar por los aires la descerebrada exigencia de cumplir con las reglas de la perfección y, en su lugar, gestionar con sabiduría, sentido común y generosidad lo que la naturaleza nos ha dado? ¿Por qué no dar prioridad a su bienestar en lugar de a su belleza, conceptos que, por cierto, lejos de contradecirse, se complementan? ¿Por qué no le damos un respiro de vez en cuando, sin olvidarlo pero dejándolo libre, para permitirnos el lujazo de disfrutar cuidándonos?