PAMELA ANDERSON
A sus 25 años en Peta añade ahora su propio proyecto. La ‘vigilante’ del bienestar animal no parará hasta ver el mundo hecho un vergel.
para muchos, siempre será la rubia explosiva de Los vigilantes de la playa, pero Pamela Anderson se ha labrado una excepcional carrera como activista por los derechos de los animales. El cuarto de siglo que lleva en la brecha le ha valido el título de directora honorífica de Peta y, en 2014, creó una fundación con su nombre. ¿Su último éxito? Lograr que la primera dama estadounidense, Melania Trump, deje de vestir pieles.
¿Cómo llegaste al animalismo?
Hace más de dos décadas que me dedico a los más vulnerables (los refugiados, las otras especies...) y me he implicado particularmente en organizaciones como Peta y Sea Shepherd. Mi fundación no es tan activa como me gustaría, aunque me estoy poniendo las pilas. Eso sí, como recaudadora soy terrible. Prácticamente sólo uso mis propios recursos, ya sea en forma de tiempo o de dinero.
¿Qué es lo que te has propuesto conseguir?
Lo más urgente es que hablemos claro. Además, trato de fomentar el estilo de vida vegano y el consumo de productos sostenibles y
cruelty-free. Hay un montón de batallas por librar.
Para ti, ¿cuál es nuestro gran problema?
La crueldad... y la pasividad. Cada uno podemos intentar algo.
¿Y qué te transmite optimismo?
Conocer a gente que está iniciándose; empezando en el veganismo, o votando por primera vez a un partido verde. Aquellos que están abiertos a pensar distinto. Eso me da esperanza.
¿Y el hecho de que cada vez se hable más de esto?
Creo que muchos te contarán lo que quieras escuchar. Las palabras no significan nada... debemos considerar a las personas responsables de sus acciones. A estas alturas, no hace falta repetir que estamos en una crisis climática, ya lo sabemos.
¿Qué medidas tomarías si te nombraran presidenta de la Tierra? Dejaríamos a los océanos en paz medio siglo, para que se repongan. No fabricaríamos más plástico, sino que reciclaríamos el que ya existe. Liberaríamos a los animales que están encerrados en jaulas y peceras. Nadie comería carne ni pescado. Las cárceles serían veganas, y se promocionaría la reinserción. Todos tendríamos sanidad y educación gratuitas. Distribuiríamos la riqueza de modo más equitativo, sin fronteras. Nos centraríamos en las energías renovables. No habría guerras. Si fuera presidenta de la Tierra, esta sería un paraíso.
isabel Jiménez repite con frecuencia que está en una posición «muy humilde» en la lucha contra los plásticos que envenenan los mares: la de contarla, transmitirla a aquellos que aún la ignoran para lograr que esta bola vaya creciendo. Pero esta periodista que cada mediodía nos narra la actualidad tras la mesa de los Informativos Telecinco lo ha tomado como un empeño personal. Y, después de dar a Slow Love, la firma que dirige junto a Sara Carbonero, un giro eco, ya prepara un proyecto editorial y otro cinematográfico con entrevistas a figuras influyentes, que saldrán juntos en septiembre.
¿Cómo nació tu interés por temas medioambientales?
Fue al conocer a unos chicos españoles que poseen la patente mundial para la alternativa comestible a las pajitas tradicionales: los fundadores de la marca Sorbos. A mí me recordaron la historia del garaje de Steve Jobs y otros grandes de Silicon Valley. Tuvieron que inventar hasta la maquinaria para fabricarlas y, ahora, las multinacionales quieren comprarles la empresa. Una vez, me dijeron: «Nos han ofrecido mucho dinero, pero realmente queremos cambiar las cosas». Ver su entusiasmo me llevó a pensar que ese es el camino, y me planteé qué hacer yo. Y aquí estamos, con un libro, un documental... ¡Pequeñeces! (Risas).
¿Por qué los plásticos, de entre todas las causas?
La crisis climática es un asunto tan inmenso... Yo me centro en esto porque es algo en lo que cualquiera puede ayudar de forma natural, sin volverse loco, modificando sus hábitos. Hay un montón de información ahí afuera, pero la gente está perdida, no sabe cómo aportar en su día a día; hasta llegan a creer que lo que pase en su casa no importa. Y se equivocan. La idea es que, con su publicación, arrojemos un poco de luz sobre el problema real y sus soluciones.
¿Y cómo ha sido el proceso?
Pues lo primero es que no debía ponerle voz yo a la cuestión. Soy periodista, así que he hablado con expertos de todos los ámbitos relacionados con este desastre, para intentar convencer a muchas personas de que cambien cuatro o cinco cosas sencillas cuyo impacto sea enorme. Porque la transformación ha de venir del consumidor, de la industria, la hostelería, la moda, las instituciones...
Además, estás preparando un documental.
Sí, yo ya estaba con el libro y, como detrás de mí está un grupo audiovisual potente, Mediaset, llamé un día al despacho de nuestro consejero delegado (Paolo Vasile). Él sabe que hay que trabajar en este ámbito, y dijo que me apoyaría, de modo que estoy grabando una película en la misma línea, que se estrenará en cines en septiembre. Eso sí, queremos que no sea sólo para España, sino explicar el problema a un público internacional. Y, para que alguien que a priori no se sentaría a ver algo así lo haga, contamos con nombres muy influyentes de la música, el deporte y el cine.
En tu firma, Slow Love, también os preocupáis bastante por producir de forma sostenible, ¿verdad?
Sí, el año pasado decidimos aplicar la economía circular al tejido, de manera que todas las prendas sean 100% recicladas o estén confeccionadas con material orgánico, que tiene más vidas. Y que el proceso sea coherente, sin contaminantes en ningún momento; ni en el empaquetado, ni en la etiqueta... No es fácil, y nosotras podemos lograrlo porque somos pequeñas. Para una gran marca es imposible.
Si fueras un alto cargo, en un Gobierno, por ejemplo, ¿cuáles son las medidas que pondrías en marcha?
Lo más importante y complicado es cambiar el modelo económico, de uno lineal a uno circular. Aunque será largo, debemos ir hacia allí. Después, penalizar el plástico de un solo uso, ese que dura 15 minutos. Desde 2021, algunos ya estarán prohibidos en la UE, y yo extendería esa ley a otros muchos que no poseen ningún valor. Hay aplicaciones en las que no es factible suprimirlo por completo, pero, donde no sea necesario... ¡vamos a eliminarlo de nuestras vidas!
La crisis climática es un asunto tan amplio que, en mi libro, he decidido centrarme en los plásticos, que son algo un poco más abarcable. En esto podemos ayudar todos con cambiar ciertos hábitos, sin volvernos locos