ELLE

Jane Fonda, en la lucha

- POR LEANNE DELAP. FOTOS: MAX ABADIAN. REALIZACIÓ­N: ANNIE HORTH

DESDE HACE SEIS DÉCADAS, HA NAVEGADO CADA UNA DE LAS OLAS DE LA MODERNIDAD, ENCARNANDO TODAS LAS ERAS DE LA CULTURA POP. HOY, BATALLA CONTRA LA DISCRIMINA­CIÓN POR EDAD EN EL CINE Y EN LAS ALFOMBRAS ROJAS, Y LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO EN LAS CALLES. ¿EL RESULTADO? HA DADO UNA VEZ MÁS EN EL CLAVO.

Mientras la arrestan, Jane Fonda (Nueva York, 1937) está espectacul­ar. Últimament­e, viste una gran selección de boinas y abrigos ultrachic; y, en particular, usa mucho una gabardina de un rojo vivo capaz de captar la atención de las cámaras, porque sabe que las imágenes viajarán más rápido que su voz. Esta experta en redes sociales de 82 años se ha puesto durante meses en primera línea de la lucha contra el cambio climático en Washington con su iniciativa Fire Drill Fridays, junto a otros actores como Ted Danson y Sam Waterston. Cada semana se la llevaba la Policía... y, para más inri, con unas bridas de plástico desechable­s que se usan en Estados Unidos para inmoviliza­r. Menos mal que Jane es hiperflexi­ble, como me confiesa mientras nos tomamos un mezcal en Toronto. Así fue como se libró de las esposas en su primera detención, en 1970, para hacer el saludo del puño alzado en la foto de su ficha delictiva. Presuntame­nte, los policías la apresaron a instancias del propio Richard Nixon cuando, a la vuelta de un tour por Canadá, le encontraro­n vitaminas (que confundier­on con drogas) en una bolsa de plástico. Fue absuelta, pero esas imágenes con el corte de pelo mullet de Klute –el film por el que ganó el primero de sus dos Oscar–, han quedado para la historia. El otro secreto que me revela es que negoció una excedencia de cuatro meses de su contrato con Netflix para la serie Grace and Frankie con el fin de realizar sus acciones en Washington. Inspirada por Greta Thunberg y por la autora y activista canadiense Naomi Klein (su «gurú», dice), se siente obligada a «trastornar» su apacible vida. Para ella, el nuevo libro de Klein, On Fire: The Burning Case for a Green New Deal, es un manifiesto, una hoja de ruta hacia el futuro. Hoy, está aquí como orgullosa portavoz de L’Oréal Paris Age Perfect. «No me eligieron a pesar de mi edad, sino precisamen­te por ella», escribió la intérprete en su web personal. «Están comprometi­dos con la idea de que la belleza no está sólo en las jóvenes con cuerpo de top, sino en todo el mundo, independie­ntemente de la etnia o la edad». Cuando nos sentamos para hablar, son casi las siete de la tarde, y ella se acomoda en un reservado del restaurant­e del hotel Shangri-La tras 12 horas seguidas de estrechar manos, dar discursos y conceder entrevista­s. Pero su postura erguida no se ha resentido. En esta era en que ir encorvada es la norma, su porte la hace especial, incluso aristocrát­ica. Y ese efecto se amplifica por su capacidad para expresarse con frases bellamente construida­s y cuidadosam­ente pensadas, en las que su inteligenc­ia brilla tanto como su carisma.

Jane Fonda lleva seis décadas siendo... en fin, la única palabra para definirlo es relevante. Hija de un icono como el actor Henry Fonda, saltó a la fama en 1959 como modelo, al aparecer en la portada del Vogue estadounid­ense en una imagen firmada por Irving Penn. Tras algunos trabajos teatrales en Nueva York y un tiempo oscuro de formación junto al inventor del método, Lee Strasberg, volvió a emerger como

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