‘Dolce vita’ en Puglia
En el Valle d’Itria, en Puglia, entre olivos centenarios y almendros, la diseñadora ha convertido una granja fortificada en un refugio donde abrazar el arte del ‘dolce far niente’: CASA OLIVETTA.
Tierra de campesinos y de pescadores. Playas bañadas por dos mares, el Adriático –con una costa escarpada, cincelada en roca– y el Jónico –con calas idílicas–. Al norte, la península de Gargano, con una especie de costa amalfitana en miniatura. Al sur, Salento, famosa por sus vinos y sus lenguas de agua, enmarcadas por casas colgantes, con cuevas subterráneas donde aún retumban los ecos piratas. Y, en medio, el Valle d’Itria, una llanura salpicada de viñas, olivos centenarios y atractivos pueblos encalados sobre colinas. «Esto es Puglia. Un destino intimista con tranquilas carreteras secundarias, campos frutales, grutas naturales... Una auténtica vuelta al origen», dice la diseñadora Collette Dinnigan (Sudáfrica, 1965), artífice de Casa Olivetta (casaolivetta.com), una granja en Ostuni con más de cuatro siglos de historia transformada en su hogar familiar y ahora refugio para alquilar. ¿Qué palabras describen esta región esculpida poéticamente en piedra?
Olivos, grutas, muros de roca seca... Es una zona insólita en una península estrecha bañada por agua, con tierra fértil y una cultura y una cocina únicas. ¿Cómo empezó tu historia con Puglia?
En el año 2016 mi familia viajó desde Sicilia, pasando por Basilicata y Calabria, hasta llegar aquí. Ese fue el inicio.
Casa Olivetta es una granja fortificada de 500 años de antigüedad. ¿Ella te encontró a ti? Tal vez. Fue la primera propiedad que vimos mi marido y yo. Era de un hombre llamado Francesco y había pertenecido durante varias generaciones a su familia. Al principio parecía reacio a vender,
«LA COCINA ES EL CORAZÓN DE LA CASA Y EL HUERTO ORGÁNICO FUNCIONA COMO UNA DE SUS ARTERIAS»
hasta que llegó nuestro último encuentro. Compramos una paleta de
prosciutto como regalo, nos sentamos a comer y el resto es historia. ¡Mientras te gusten los tomates y la cucina povera estás como en casa! ¡Claro! Y más aún con esta filosofía austera que logra el máximo sabor posible con el menor número de ingredientes disponibles. El resultado son platos sin pretensiones, articulados en torno a la materia prima y la técnica tradicional. En realidad, entroncan con lo más básico: unen la familia, la comida, la amistad y la labranza. ¿Te gusta cocinar?
Nuestra vida aquí se centra en comer y sentarnos alrededor de una mesa
con amigos. La cocina es el corazón de la casa, y nuestro huerto, orgánico y biodinámico, una de sus arterias. ¿Cómo fueron las obras?
Tardamos cuatro años en terminarlas y sólo mantuvimos la vieja estructura de la casa, hecha de piedra. Era una granja muy rural y primitiva: se usaba para guardar animales, no había electricidad ni agua corriente. ¿Qué me dices de los alrededores?
Un manto de olivos centenarios recorre las siete terrazas del Valle d’Itria. Como nosotros nos encontramos en la cima de una colina, desde la azotea puedes otear las localidades de Cisternino, Martina Franca, Ceglie Messapica y Locorotondo.
Naciste en Sudáfrica y, antes de vivir por medio mundo, pasaste tu adolescencia entre Nueva Zelanda y Australia. ¿De qué modo trasladas tu historia personal a la decoración?
Nuestro hogar está repleto de antigüedades, hallazgos en mercadillos y objetos que Bradley (Cocks, su pareja)
y yo hemos ido coleccionando con los años en nuestros viajes. Como siempre he tenido un gran amor por los textiles, la proporción y el color,
he pasado de la moda a la decoración de interiores con una enorme facilidad.
¡Tu visión de la vida es holística?
Siempre lo ha sido. Somos conscientes del medio ambiente. Mi hijo, Hunter, y yo escribimos un libro, Louie and Snippy: Save The Sea, que educa a las generaciones más jóvenes sobre la contaminación plástica y la responsabilidad. Urge un cambio colectivo.
Una curiosidad: ¿qué sacas en positivo de la crisis actual?
El redescubrimiento o restablecimiento de lo que es más importante y más
«PIENSO EN SUS PAREDES DE COLOR BLANCO, EN LOS OLIVOS Y EN EL SONIDO DE LOS PÁJAROS Y VUELVO A PUGLIA»
en nuestro día a día, como individuos y como comunidad. ¿Qué has aprendido de los italianos durante estos años?
La importancia que dan a la familia, los amigos, la música, la risa y la comida y cómo abrazan una vida sin pretensiones y llena de sentimiento. ¿Veremos un libro de Italia?
Sería mi sueño colaborar con un editor para hacerlo. Tengo tantas historias, imágenes y secretos que compartir... ¿Qué te hace volver siempre a Puglia?
Pensar en sus paredes blancas, los olivos verdes y el sonido de los estorninos. Durante estos días, ¿cuál sería la banda sonora de Casa Olivetta? Creo que algo de Andrea Bocelli. ■