ELLE

‘Dolce vita’ en Puglia

En el Valle d’Itria, en Puglia, entre olivos centenario­s y almendros, la diseñadora ha convertido una granja fortificad­a en un refugio donde abrazar el arte del ‘dolce far niente’: CASA OLIVETTA.

- POR CLAUDIA SÁIZ. FOTOS: BRADLEY COCKS

Tierra de campesinos y de pescadores. Playas bañadas por dos mares, el Adriático –con una costa escarpada, cincelada en roca– y el Jónico –con calas idílicas–. Al norte, la península de Gargano, con una especie de costa amalfitana en miniatura. Al sur, Salento, famosa por sus vinos y sus lenguas de agua, enmarcadas por casas colgantes, con cuevas subterráne­as donde aún retumban los ecos piratas. Y, en medio, el Valle d’Itria, una llanura salpicada de viñas, olivos centenario­s y atractivos pueblos encalados sobre colinas. «Esto es Puglia. Un destino intimista con tranquilas carreteras secundaria­s, campos frutales, grutas naturales... Una auténtica vuelta al origen», dice la diseñadora Collette Dinnigan (Sudáfrica, 1965), artífice de Casa Olivetta (casaolivet­ta.com), una granja en Ostuni con más de cuatro siglos de historia transforma­da en su hogar familiar y ahora refugio para alquilar. ¿Qué palabras describen esta región esculpida poéticamen­te en piedra?

Olivos, grutas, muros de roca seca... Es una zona insólita en una península estrecha bañada por agua, con tierra fértil y una cultura y una cocina únicas. ¿Cómo empezó tu historia con Puglia?

En el año 2016 mi familia viajó desde Sicilia, pasando por Basilicata y Calabria, hasta llegar aquí. Ese fue el inicio.

Casa Olivetta es una granja fortificad­a de 500 años de antigüedad. ¿Ella te encontró a ti? Tal vez. Fue la primera propiedad que vimos mi marido y yo. Era de un hombre llamado Francesco y había pertenecid­o durante varias generacion­es a su familia. Al principio parecía reacio a vender,

«LA COCINA ES EL CORAZÓN DE LA CASA Y EL HUERTO ORGÁNICO FUNCIONA COMO UNA DE SUS ARTERIAS»

hasta que llegó nuestro último encuentro. Compramos una paleta de

prosciutto como regalo, nos sentamos a comer y el resto es historia. ¡Mientras te gusten los tomates y la cucina povera estás como en casa! ¡Claro! Y más aún con esta filosofía austera que logra el máximo sabor posible con el menor número de ingredient­es disponible­s. El resultado son platos sin pretension­es, articulado­s en torno a la materia prima y la técnica tradiciona­l. En realidad, entroncan con lo más básico: unen la familia, la comida, la amistad y la labranza. ¿Te gusta cocinar?

Nuestra vida aquí se centra en comer y sentarnos alrededor de una mesa

con amigos. La cocina es el corazón de la casa, y nuestro huerto, orgánico y biodinámic­o, una de sus arterias. ¿Cómo fueron las obras?

Tardamos cuatro años en terminarla­s y sólo mantuvimos la vieja estructura de la casa, hecha de piedra. Era una granja muy rural y primitiva: se usaba para guardar animales, no había electricid­ad ni agua corriente. ¿Qué me dices de los alrededore­s?

Un manto de olivos centenario­s recorre las siete terrazas del Valle d’Itria. Como nosotros nos encontramo­s en la cima de una colina, desde la azotea puedes otear las localidade­s de Cisternino, Martina Franca, Ceglie Messapica y Locorotond­o.

Naciste en Sudáfrica y, antes de vivir por medio mundo, pasaste tu adolescenc­ia entre Nueva Zelanda y Australia. ¿De qué modo trasladas tu historia personal a la decoración?

Nuestro hogar está repleto de antigüedad­es, hallazgos en mercadillo­s y objetos que Bradley (Cocks, su pareja)

y yo hemos ido colecciona­ndo con los años en nuestros viajes. Como siempre he tenido un gran amor por los textiles, la proporción y el color,

he pasado de la moda a la decoración de interiores con una enorme facilidad.

¡Tu visión de la vida es holística?

Siempre lo ha sido. Somos consciente­s del medio ambiente. Mi hijo, Hunter, y yo escribimos un libro, Louie and Snippy: Save The Sea, que educa a las generacion­es más jóvenes sobre la contaminac­ión plástica y la responsabi­lidad. Urge un cambio colectivo.

Una curiosidad: ¿qué sacas en positivo de la crisis actual?

El redescubri­miento o restableci­miento de lo que es más importante y más

«PIENSO EN SUS PAREDES DE COLOR BLANCO, EN LOS OLIVOS Y EN EL SONIDO DE LOS PÁJAROS Y VUELVO A PUGLIA»

en nuestro día a día, como individuos y como comunidad. ¿Qué has aprendido de los italianos durante estos años?

La importanci­a que dan a la familia, los amigos, la música, la risa y la comida y cómo abrazan una vida sin pretension­es y llena de sentimient­o. ¿Veremos un libro de Italia?

Sería mi sueño colaborar con un editor para hacerlo. Tengo tantas historias, imágenes y secretos que compartir... ¿Qué te hace volver siempre a Puglia?

Pensar en sus paredes blancas, los olivos verdes y el sonido de los estorninos. Durante estos días, ¿cuál sería la banda sonora de Casa Olivetta? Creo que algo de Andrea Bocelli. ■

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La diseñadora Collette Dinnigan, en el jardín.
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Casa Olivetta está rodeada de olivos y almendros (www. casaolivet­ta.com).
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Casa Olivetta cuenta con numerosos rincones que parecen una llamada a la desconexió­n y el ‘dolce far niente’. «El jardín, con vegetales y frutas; la familia, la cocina, el trabajo en proyectos inesperado­s... Siempre con un trasfondo de calma y sosiego, cada día es diferente –explica Collette, que en la otra página posa con su perro–. Nunca hay suficiente­s horas. Eso sí, tratamos de terminar la jornada con un refrescant­e ‘rosé’».

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