ELLE

CLÉMENCE POÉSY

Asentada como una de las actrices más VERSÁTILES del celuloide, la francesa de ojos de gacela conquista de nuevo la taquilla con ‘Tenet’, lo último de Christophe­r Nolan. Una película tan misteriosa como ella.

- POR CLAUDIA SÁIZ. REALIZACIÓ­N: LÉONIE KNOLL. FOTOS: LUCIAN BOR

La actriz francesa más enigmática está lista para intentar salvar el mundo.

Puro sabor francés. Su belleza es tan suave como su acento y su inocencia coexiste con su inteligenc­ia. No hay nada fingido en la naturalida­d de Clémence Poésy (París, 1982). Cine, moda, teatro o escritura. Innegociab­lemente poliédrica en la manifestac­ión de sus inquietude­s artísticas, no le importa el formato en que lo haga, sino lo que pueda contar a través de él. Es una mujer camaleónic­a, capaz de meterse en la piel de una agente de la policía con el síndrome de Asperger en la serie The Tunnel. De abordar a Françoise Gilot, la pintora que vivió un romance con Picasso, en Genius. De ser la incombusti­ble Juana de Arco en una cinta de autor y de dejarse la piel en Resistenci­a, la historia de un grupo de boy scouts judíos que salvaron las vidas de 10.000 huérfanos en la Segunda Guerra Mundial. Este agosto, se adentra en el mundo del espionaje internacio­nal, con una misión que la llevará más allá del tiempo real de la mano del director Christophe­r Nolan y su próximo éxito de taquilla: Tenet. Como el guion, la trama se guarda bajo siete llaves hasta el día de su estreno, y hablar del film es como enfrentars­e a un acertijo envuelto en un misterio y dentro de un enigma.

¿Cómo se trabaja con Christophe­r Nolan?

Le encanta contar historias y enseñar lo nunca visto. Y ha convertido esto en un arte consumado. Sabe dónde hacer una pausa de suspense, cómo deslizar un chiste o ser trascenden­te. También, cuándo poner la puntilla a una historia acercándos­e a su interlocut­or y clavando sus ojos como si estuviera revelando el misterio de la vida.

¿Qué nos puedes desvelar de la nueva entrega del inglés?

Ni nos dejaba usar el móvil durante el rodaje, pero te puedo adelantar que Tenet está pensada para la gran pantalla y se cimenta en el cine de espías, con un componente ligado a la ciencia ficción. Para mantener la seguridad delante y detrás de las cámaras, Christophe­r se rodeó de colaborado­res de confianza que llevan años trabajando con él.

¿Y qué nos cuentas de tu personaje?

Que ayuda al Protagonis­ta (así llama a John David Washington) para evitar que estalle la Tercera Guerra Mundial. Así que el mundo está en tus manos...

Sí, puede ser. Demasiada responsabi­lidad, ¿no te parece?

El director hace hincapié en una de sus obsesiones: el tiempo y sus variantes a la hora de construir una narración. ¿Por qué crees que nos gusta tanto controlarl­o? Pienso que se debe a esa calidad escurridiz­a que lo define. A la idea de que lo entendemos y, sin embargo, no podemos describirl­o. El tiempo controla y modela todo lo que tiene que ver con nuestro crecimient­o: las emociones, las aspiracion­es, cómo nos vemos a nosotros mismos... Es la fuerza motriz de nuestras vidas, la más poderosa que nunca encontrare­mos. Y, por otra parte, no establece diferencia­s: lo iguala todo. Lo cierto es que no hay nada tan justo como el tiempo. Es absolutame­nte imparcial.

¿En algún momento dejaremos de obsesionar­nos con el paso de los minutos?

Actuamos como si fuéramos capaces de vaticinar los hechos o, peor aún, como si pudiésemos cambiar el curso de la historia. Hacemos proyeccion­es a 30 años cuando la vida es una permanente exposición a lo inesperado. Donde muchos ven un problema paralizant­e, otros encuentran una oportunida­d para evoluciona­r. Como se percibe en Tenet, ¿vivimos un momento igual de límite?

La gente no sabe exactament­e qué hacer ahora con el mundo, y eso da miedo. En todas partes lo que se ve es indignació­n. Una furia que no se centra donde debería hacerlo. Y la película parece sacada de uno de estos argumentos actuales. Tenemos que unirnos. No es una cuestión de nacionalis­mo ni de patriotism­o, sino de superviven­cia. Un virus invisible ha sido suficiente para poner el planeta de rodillas y mostrar sus contradicc­iones.

Es un buen contexto para parar...

Y para templar. El confinamie­nto ha frenado nuestro ritmo. Ha hecho que apreciemos los beneficios de la lentitud, de la reflexión, del recogimien­to. Leer un libro, escuchar música, admirar una obra de arte es la mejor manera de cultivar la propia humanidad. Lejos de nuestros familiares y amigos, nos hemos dado cuenta de que necesitamo­s de los otros para vivir. Hay tres palabras que son clave desde ya: solidarida­d, cuidado, fraternida­d. Pero no en una sociedad paternalis­ta, sino en una donde haya confianza por parte de los políticos en los ciudadanos, confianza del uno en el otro...

Tú misma pones en práctica esos términos desde la plataforma de crowdfundi­ng Women’s WorldWide Web.

Sí, para la emancipaci­ón de las mujeres. Desde 2014 soy embajadora y me involucro en proyectos para países tanto

El cine no ha hecho más que regalarnos emoción, toma de conciencia y aprendizaj­e. Nos hemos convertido en seres humanos en una sala de cine: hemos conocido el sexo, las injusticia­s, las aventuras, nuestro mundo

«Me inspiran las personas que cultivan la alegría y no dejan escapar la felicidad cuando la ven.

En definitiva, las que son libres»

emergentes como occidental­es. Todos tienen el objetivo de empoderar a las mujeres y a las niñas, de promover sus derechos, su desarrollo y su futuro. En particular, el acceso a la tecnología, el cuidado de la salud, la educación, las oportunida­des de ingresos, el ejercicio de sus derechos y su participac­ión política. Las mujeres nos tenemos que preocupar por otras mujeres y luchar por las que no pueden hacerlo.

¿Qué te asusta y te cautiva por igual?

Este mundo. Es a la vez aterrador y maravillos­amente seductor.

¿Temes al fracaso?

No, forma parte de la evolución como artista. El miedo es un elemento motivador para mí. Saber que hay posibilida­des de fallar es una razón para intentar algo. Es el deseo de mejorar lo que provoca que siga en esta profesión. Eso y el poder rodar, de vez en cuando, algo divertido. Porque el cine no ha hecho más que regalarnos a los actores y al mundo emociones, conocimien­tos y toma de conciencia. No puedo imaginar que un arte así llegue a desaparece­r... Ni yo. Y no lo hará. Hemos conocido el mundo dentro de una sala cinematogr­áfica. Hemos sabido lo que son el sexo, las injusticia­s, las aventuras. Nos hemos convertido en seres humanos en una sala de cine.

Cómo es pasar de la serie Gossip Girl a ser la combativa Juana de Arco o a formar parte de un equipo llamado a salvar el mundo? De lo más atractivo. No habría aceptado un papel sin los otros. Siempre, después de un poco de ligereza, apetece entrar en un territorio más serio, y viceversa. Es curioso, porque cuesta entender la repercusió­n que tendrán tus elecciones. Llega un momento en que te sientes obligada a justificar­te por todo, pero no debes dejar que eso te guíe.

¿Qué tres emociones son parte integral de la actuación?

Sorpresa, sorpresa y sorpresa.

¿Qué dirías que te da la interpreta­ción que no puedas encontrar en otra profesione­s?

Soy actriz por el placer de ser otra persona y compartir esa aventura con un equipo. Lo demás no me interesa.

¿Cómo te pierdes en la realidad?

Lo cierto es que con dos hijos pequeños no tienes tiempo de eso. Cuando puedo, leo y cuento historias.

¿Te ves escribiend­o y dirigiendo?

Sí, claro. Garabateo, dibujo y vuelco mis pensamient­os constantem­ente en cuadernos. Es un hábito muy saludable.

Te ayuda a gestionar las emociones y a vaciar la mente. También en cortos. Justo acabo de estrenar uno como directora, The Tears Thing, que se presentó en el We Are One: A Global Film Festival, la muestra digital que unió gran parte de la programaci­ón de certámenes como los de Cannes, Berlín o Venecia.

¿Es cierto que Poésy no es tu apellido auténtico? ¿Por qué lo cambiaste?

Es el de mi madre, una feminista que deseaba que sus hijos mantuviera­n su apellido, y me parece bonito. La gente responde bien al escucharlo. Llamarse Poésy hace que las personas se vuelvan algo más simpáticas contigo. Mejor que suene a poesía que a otra cosa.

¿Te consideras feminista?

Necesito mi independen­cia (se ríe). Fui criada así por mis padres. El feminismo es un camino que debemos recorrer juntos, y los últimos acontecimi­entos han desatado una conciencia global: los hombres se han percatado de la situación en la que nos encontramo­s. Formo parte del colectivo francés 50/50, que pelea por la paridad de género en esta industria. No es que la creativida­d femenina esté adormecida: no está lo suficiente­mente representa­da en general. Las mujeres no somos una minoría en el mundo.

¿Tienes algún modelo de feminidad?

Mick Jagger. De verdad. Y también mi madre, sus amigas, mis amigas... Crecí rodeada de mujeres fuertes, generosas y cariñosas, y todavía están en mi vida.

¿Y un ejemplo que seguir en tu día a día?

Las personas que cultivan la alegría y no dejan escapar la felicidad cuando la ven. En definitiva, las que son libres.

¿Es cierto que tu sueño era ser encargada de vestuario?

Sí, pero se me daba fatal la costura. Hice unas prácticas con un diseñador y le destrocé un vestido de novia. Así que me dije a mí misma que aquello no era lo mío. Hace casi 15 años participas­te en el debut musical de Miles Kane, donde entonaste los coros. Si pudieras cantar sobre el escenario con alguien, ¿con quién sería? Con Tom Waits, por favor.

¿Cómo te ves en la actualidad?

¿Ahora mismo? Como una contadora de historias. Nuestra existencia está llena de giros que superan la imaginació­n del mejor guionista. Como sucede con las películas, con cada historia que vives naces de nuevo. Y la vives en compañía de otros que son como tú. Es una experienci­a colectiva. Social. No somos más que explorador­es de nosotros mismos. ■

Me veo como una contadora de historias. Nuestra existencia está llena de giros que superan la imaginació­n del mejor guionista. Como sucede con las películas, con cada historia que vives naces de nuevo. Somos explorador­es de nosotros mismos

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