ELLE

MUJER INSPIRADOR­A

A sus 85 años, Sylvia Earle ha explorado como nadie el océano, el soporte de la vida. Y emerge con un mensaje claro y bello: hay esperanza si aprendemos a respetarlo.

-

Bucea con la gran Sylvia Earle.

«Nos cuesta reconocer lo importante que es el mar para nosotros. Por lejos que estés de él, con cada bocanada de aire, con cada gota de agua que bebes, te está tocando»

Her Deepness. Así apodan sus fans a Sylvia Earle (Gibbstown, Estados Unidos, 1935). Su Profundida­d, por oposición a Her Highness, que significa Su Alteza. Y no es para menos: fue una de las cinco mujeres acuanautas que en 1970 vivieron 14 días en el fondo del océano, batió el récord de inmersión sin cables a 381 metros bajo las olas y, en 2009, fundó Mission Blue, que lucha por crear reservas marinas en lo que llama Hope Spots (puntos de la esperanza), lo que le valió el Princesa de Asturias de la Concordia en 2018.

Pero, además, esta explorador­a, que dice que seguirá buceando mientras respire, habla con una insondable carga de poesía, capaz de agitar conciencia­s. Has pasado 7.000 horas sumergida. ¿Cómo te ha cambiado esa experienci­a? Y alguna más incluso, sí. Me ha enseñado que el océano no es sólo rocas y agua. Está vivo. Yo me lo imagino como una sopa de verduras en la que cada cucharada tiene vida. Si metes un vaso en el mar y lo sacas lleno, aunque no puedas verlo, aunque parezca totalmente cristalino, ahí dentro bullen millones de microorgan­ismos.

¿En qué mujeres te inspiraste tú para conseguir tus innumerabl­es logros?

He de empezar por mi madre. Si todo el mundo mostrara un tercio de su empatía... Su sensibilid­ad hacia el resto de criaturas moldeó mi perspectiv­a. También hubo una maestra en la escuela que la reforzó. Y no sólo mujeres; estaba William Beebe, un científico que realizó inmersione­s en los años 30

y escribió sobre ello. Recuerdo leerlo de pequeña y pensar: «Yo quiero hacer eso, quiero ver animales luminosos».

¿Cuál es el riesgo más grande al que se enfrenta ahora el océano? ¿El cambio climático, los plásticos, la sobrepesca...?

Todos ellos lo son, pero el mayor es la complacenc­ia de las personas, que no se dan cuenta de que, si el mar tiene problemas, nosotros también los tenemos. Siempre se nos ha antojado tan enorme y resistente que nada de lo que hiciéramos podría dañarlo. Y no es así. Es más, nos cuesta reconocer lo importante que resulta para nuestras vidas. Con cada bocanada de aire que respiras, con cada gota de agua que bebes, el océano te está tocando, aunque tú no lo hayas visto nunca. Además, lo hemos investigad­o tan poco... Parece aún más cruel destruir algo sin ni siquiera conocerlo, ¿verdad? Claro, cuando no sabes nada de una cosa es cuando no te importa. Y, en general, desconocem­os cómo es la pesca, que arrasa ecosistema­s completos. Consumimos unas pocas especies, pero sacamos muchas más que consideram­os capturas incidental­es. Y decimos que ese es el coste de los negocios. El año pasado, el FMI intentó asignar un valor a las ballenas. Eso lo llevo observando mi vida entera; la gente ve algo y enseguida se pregunta para qué sirve, cómo le sería útil. A todo hay que darle un valor monetario para que nos preocupemo­s por ello, sin entender que cada una de las criaturas de la Tierra hace posible nuestra existencia. Las ballenas o los atunes retienen el carbono del que están hechos. Si los pescas, se libera a la atmósfera y rompes el mecanismo. Solemos pensar que necesitamo­s los bosques porque captan carbono y emiten oxígeno. Pues el mar es aún más importante en ese sentido. Eso sí, un árbol lo puedes mirar, tocar... Los microorgan­ismos que cumplen esa función en el agua no los ves ni los sientes. Por eso nos resulta más difícil comprender que el océano es nuestro principal soporte vital. Es donde se genera la mayoría del oxígeno.

¿Qué les dirías a las personas que están preocupada­s por el planeta?

Que la mayor parte de nuestro futuro está bajo nuestro control. Podemos decidir. No tenemos elección sobre si un cometa se dirige hacia aquí, eso no... Sin embargo, respecto a la quema de combustibl­es fósiles sí. Hallemos energías limpias y protejamos la naturaleza. Desde luego, seguiremos cortando árboles para obtener madera, ¿pero de verdad es necesario reducirlos al 5 por ciento? También diría que, en tu casa o en tu parcela, tú mismo contribuye­s cuando cultivas plantas. No es tarde. Ese es el mensaje que está inspirando a la gente. Y no es algo complicado; es más, debería ser una gozada estar ayudando a mejorar el mundo.

¿Y por qué ahora es el momento?

Esta es la primera vez en la historia que somos capaces de responder a esa pregunta crucial: ¿adónde vamos? ¿Qué futuro queremos? Podemos seguir consumiend­o hasta que el último pájaro se convierta en la cena de alguien, hasta cortar el último árbol... ¡Eso sabemos hacerlo! Disponemos de la tecnología para matar hasta la última ballena, si ese es nuestro objetivo. Pero hoy hay un movimiento que dice: «Aún queda el 10 por ciento de los tiburones, la mitad de los arrecifes de coral resiste; quizá debamos protegerlo­s y darnos a nosotros mismos la oportunida­d de recuperarn­os de esa falta de respeto que produjo nuestra ignorancia». Miro a los niños de hoy y veo que, con 10 años, saben lo que es el aire o cómo es la Tierra desde el espacio; conocimien­tos que no existían cuando yo tenía su edad. Yo no sabía qué era el aire. Y, dos siglos atrás, nadie adivinaba lo que era. Es increíble lo que hemos aprendido en el transcurso de una vida, de mi vida. Entonces eres optimista...

He de serlo, y lo soy. ¿Por qué? Porque veo que la gente está cambiando. En 1970, nadie se comprometí­a seriamente con la conservaci­ón del planeta. Hay razones para la esperanza. Yo llevo una década trabajando en proteger ciertos lugares del mundo; en Mission Blue los nombramos Hope Spots porque, si conseguimo­s preservarl­os, es posible que emerjamos del próximo siglo con cierto respeto por la naturaleza. Ya son 136 en todo el globo. Pero también en tu jardín puedes respetar a los pájaros que vienen y van o a la araña que teje la tela de la vida. Mírala y dile: «Sí, tú me mantienes viva; gracias».

«Alguna gente va al océano a matar. Quieren coger langostas, por ejemplo. ¿Por qué? Yo no puedo pensar así. ¡Son animales que pueblan los arrecifes de coral, me fascinan!»

 ??  ?? Sylvia Earle bucea en la estación de investigac­ión marina Morris Kahn (Israel).
Sylvia Earle bucea en la estación de investigac­ión marina Morris Kahn (Israel).
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain