JANE FONDA
Tras 60 años al pie del cañón, sigue peleando para construir un mundo mejor.
La veterana actriz lidera la lucha a escala global contra el cambio climático, y lo hace con la misma energía con la que siempre ha defendido la paz y la justicia. Porque quiere un mundo MEJOR para sus nietos y para todos los jóvenes. Porque quiere un mundo mejor para ti.
En 2019, a los 81 años, Jane Fonda recibió lo que define como «un toque de atención». Una llamada a volver al activismo. «Había ido a Big Sur, en California, cerca de unos preciosos acantilados que conozco muy bien, con mis amigas Rosanna Arquette y Catherine Keener –recuerda desde su mansión de Beverly Hills–. Ese mismo día (coincidencias del destino), recibí el ensayo de la líder antiglobalización Naomi Klein En llamas. En los 70, con mi segundo marido, Tom Hayden, un héroe del movimiento por los derechos civiles, luché en defensa de los osos polares y los bosques. Nuestra casa de Santa Mónica funcionaba con energía solar, pero no éramos conscientes de que la crisis climática podía llevarnos a la destrucción de nuestra civilización. Y, al leer el libro de Naomi, tuve la certeza de que debía poner mi fama al servicio de esta causa».
Son las nueve de la mañana en Los Ángeles y, al otro lado del teléfono, la voz de la leyenda de Hollywood es enérgica, firme. Una roca. Cuando le pregunto si sigue al doscientos por cien en lo que hace, se ríe: «Soy así. Además, gozo de buena salud, aunque me duela todo. Intento mantenerme tan fuerte como antes, practico ejercicio, y he aprendido que, si no me vuelco en frenar el calentamiento global, lo lamentaré. Quiero garantizar el futuro de mis nietos y el de los jóvenes del mundo entero». Me la imagino erguida como un árbol, esbelta, con uno de sus elegantes trajes ajustados y el pelo hábilmente despeinado. Cinco décadas atrás, exclamó en un plató de televisión: «Cualquier individuo o país en su sano juicio debería estar en perpetua revolución». Y sigue convencida de ello, como demuestra en su libro What Can I Do? My Path from Climate Despair to Action, cuyos beneficios destina íntegramente a Greenpeace (llegará a España el 29 de septiembre, de la mano de Ediciones Camelot y el programa de L’Oréal Paris Because The Planet Is Worth It). Actriz galardonada con dos premios Oscar, sex symbol, esposa, madre, productora de cine comprometido, impulsora de un terremoto fitness a escala planetaria (que ha reactivado en TikTok), escritora y embajadora de L’Oréal Paris, Jane Fonda ha convertido en un símbolo su imagen con el puño en alto. En la última ceremonia de los Globos de Oro, en la que recibió el galardón Cecil B. DeMille por su carrera, denunció la poca diversidad en el mundo del cine. Anteriormente, en una declaración para la CNN sobre el movimiento Black Lives Matter, se refirió al «privilegio blanco» y confesó con humildad haber pasado tres años documentándose sobre la historia del racismo y de la esclavitud, un terreno que no conocía bien. Honesta hasta la ingenuidad y con una fe enorme en la humanidad, la irreductible Fonda es una activista nata cuya vida habla por sí misma. ¿Quién iba a pensar que esta respetable anciana, que emprendió una segunda carrera en Hollywood pasados los 64 (tras separarse de su tercer marido, el magnate de la comunicación Ted Turner), pisaría la cárcel en 2019 por sus protestas contra el cambio climático? «Mi primera idea fue acampar durante un año delante de la Casa Blanca», señala. Como les dijo a Rosanna Arquette y Catherine Keener: «Si Greta Thunberg puede, yo también». «Pero Annie Leonard, directora de Greenpeace USA, con la que contacté, me disuadió de hacerlo –continúa–: “Hay ratas en la calle y acampar en Washington es ilegal desde Occupy Wall Street”. Entonces me ayudó a diseñar una estrategia mejor». Durante sus 14 Fire Drill Fridays, ante el Capitolio, vestida con un incendiario abrigo rojo comprado en una rebajas, la octogenaria abogó pacíficamente por un Green New Deal y por el fin de las energías fósiles, entre una multitud de militantes (incluidos sus nietos, su hija, Vanessa; Rosanna Arquette, Amber Valletta y Joaquin Phoenix). ¿El objetivo? Alertar a los medios provocando que la arrestaran por participar en las marchas y amplificar el mensaje de los defensores del medio ambiente, muchos todavía adolescentes. «Son ellos los que me han inspirado y motivado –explica–. Su movilización en 2019 me marcó profundamente, me sentí tan orgullosa... Y, ahora, después de conocerlos, estoy en condiciones de asegurar que su inteligencia, su sentido de la estrategia y su determinación ciega son impresionantes. Para mí, es algo nunca visto». La Jane Fonda revolucionaria no ha recibido nunca lecciones de nadie. En los 70, fue la primera celebrity en tomar la palabra contra la guerra de Vietnam. Para la América de la época fue todo un shock. En una famosa grabación privada, Richard Nixon llegó a decir: «¿Pero qué demonios le pasa? Me da pena por Henry Fonda –su padre, monumento nacional, encarnación de la defensa de los oprimidos gracias a sus papeles míticos en Las uvas de la ira y Doce
Soy optimista con respecto a la igualdad porque, aunque es moderado, Joe Biden está sometido a la presión de millones de activistas. Debe trabajar para que se produzca el gran cambio. En fin, toquemos madera
hombres sin piedad–, que es un buen tipo. Ella es una gran actriz. Es guapa. Pero a menudo escoge el mal camino...». La explosiva Barbarella tocó techo al filo de los 70. Residía en Francia, se había casado con el atractivo Roger Vadim y estaba embarazada de su primer hijo. Sin embargo, tal y como reveló en un documental de 2018 dirigido por Susan Lacy, las circunstancias la empujaron a una existencia comprometida: su matrimonio experimentaba altibajos, sufrió un parto traumático que derivó en una depresión y su marido, hasta el momento apolítico, comenzó a clamar contra el conflicto en Vietnam. Además, Jane era una mujer que continuaba buscando su camino. Superviviente de una infancia no muy feliz, con una madre bipolar que se suicidó cuando ella sumaba 12 años, y un padre que apenas mostraba sus sentimientos, pasó por episodios de bulimia y anorexia y le buscaba desesperadamente un sentido a la vida. Sus primeros papeles significativos llegaron en 1969, con las películas Danzad, danzad, malditos, de Sydney Pollack, y Klute, de Alan J. Pakula; esta última le valió un Oscar, la transformó en una diva internacional y la llevó de vuelta a Estados Unidos, lejos de Vadim, del que se separó. Y se lanzó al activismo: apoyó el movimiento afroamericano de Panteras Negras, alertó sobre la difícil situación de los amerindios y militó a favor de la paz. En 1970, en una famosa foto suya, la mutación era definitiva: el pelo corto («mi primera epifanía capilar», afirmaría después), el puño en alto y el gesto burlón hacia los policías que acababan de detenerla en Cleveland por posesión de drogas (cuando en realidad eran vitaminas). Tan idolatrada como controvertida, comenzó a mostrar cada vez más confianza en sí misma al conocer a Tom Hayden, figura del activismo de izquierdas, su segundo marido y padre de su hijo, Troy. A él le impresionó su metamorfosis –de estrella de Hollywood a estrella política– y ella encontró en él un nuevo Pigmalión. En 1972, la intérprete demostró que Nixon había dado la orden de atacar a civiles en Vietnam. Sin embargo, en el transcurso de un viaje al norte de aquel país, la opinión pública la atacó por dejarse retratar junto a una batería antiaérea enemiga que parecía apuntar a aviones estadounidenses. Un error que le valió el apodo de Hanói Jane y que aún lamenta. Fonda y Hayden emprendieron una expedición por la América profunda para difundir su mensaje pacifista. Unidos, construyeron una vida a la imagen de sus ideales, alejados de los estándares de Hollywood: una casa sencilla, muebles del Ejército de Salvación y vecinos marxistas o gente sin hogar. En 1978, al retomar su carrera como actriz, quiso financiar las campañas a favor de la lucha contra las desigualdades ideadas por Tom, y le vino una inspiración de genio que se materializó en un vídeo casero de ejercicios de aeróbic del que se vendieron, en un abrir y cerrar de ojos, 17 millones de ejemplares. Jane era la nueva gurú del fitness. Gracias a esas sesiones de entrenamiento, encontró una salida a sus trastornos alimentarios, aunque el inesperado éxito tuvo una consecuencia desagradable: precipitó el fin de su matrimonio. «Él había escrito una cantidad incalculable de libros muy serios; yo, sólo uno, Jane Fonda’s Workout Book, ¡que arrasó durante dos años en las listas de The New York Times! Yo también habría sentido cierto resentimiento –le confió tiempo después a Susan Lacy–. Tom pensaba que yo era superficial». Casarse con Ted Turner la apartó del cine y del activismo. Hasta que, divorciada de nuevo, en 2005 fundó, con Robin Morgan y Gloria Steinem, el Women’s Media Center, destinado a darles voz a las mujeres en los medios. Y, en 2006, con 69 años, se coronó como embajadora de L’Oréal Paris. «Es fabuloso ser la única embajadora de L’Oréal Paris de mi edad. Podrían haber rescindido mi contrato hace ya mucho tiempo. Creo que es importante para mis compañeras de generación. En una época en la que el feminismo es cada vez más apremiante, el eslogan «Porque yo lo valgo» resulta especialmente apropiado». En este sentido, Fonda responde sin dudar cuando se le pregunta cuáles son las luchas más urgentes que hay que emprender para alcanzar la igualdad: «A raíz de la pandemia, hemos comprobado dónde están los puntos débiles. Uno: las mujeres no ganan lo mismo que los hombres por el mismo trabajo. Dos: las mujeres no pueden teletrabajar porque eso es incompatible con las tareas que desempeñan. En Estados Unidos, a veces llegan a tener hasta tres oficios distintos. Tres: las mujeres son las responsables del cuidado de los hijos y de su educación, mucho más que los hombres, y no cuentan con ayudas destinadas a la familia. Y cuatro: siguen siendo víctimas de la violencia conyugal. Soy optimista porque, aunque Joe Biden es moderado, está sometido a la presión de millones de activistas y debe trabajar para que se produzca el cambio. En fin, toquemos madera». La leyenda ha hablado.Q
Mi segundo marido, Tom, escribió cantidad de libros muy serios. Yo, sólo uno, ‘En forma con Jane Fonda’, ¡y arrasó en las listas de ‘The New York Times’ durante dos años! Él pensaba que yo era una persona superficial