MÁS ALLÁ de la neurocosmética
Se popularizan los conceptos que conectan el SISTEMA NERVIOSO O LAS EMOCIONES con la rutina de cuidado. Descubre qué se esconde tras ellos.
Los últimos años han demostrado que la calidad de la piel depende (y mucho) del estado mental y emocional. Según la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), la pandemia de la Covid-19 ha disparado las consultas por problemas dermatológicos. Una de las razones nos la da la Dra. Marián Rojas Estapé, psiquiatra y autora del libro Encuentra tu persona vitamina (Espasa, 2021): «La piel y el cerebro vienen de la misma capa del embrión, por lo que hay una relación muy directa entre cómo nos sentimos y el impacto que tiene en nuestra piel». A efectos prácticos, la Dra. Sara Gómez Armayones, dermatóloga del Gedet (Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica de la AEDV), reconoce que la estrecha asociación entre el sistema nervioso central y la dermis provoca que «enfermedades como la rosácea o la dermatitis seborreica pueden empeorar por factores emocionales». Pero también repercute en el mero envejecimiento cutáneo. Estas afirmaciones provocan que cada vez nos interese más incluir la neurología, la psiquiatría o la psicología en áreas como la cosmética, porque «cuando somos capaces de entender el mundo emocional y de acceder a él, todo mejora», explica la Dra. Rojas Estapé. Con estas premisas, enfocar la belleza desde una perspectiva más holística ha ampliado sus dominios con términos como neurocosmética o psicocosmética, cuyos límites, a veces, pueden resultar difusos.
¿PERO QUÉ ES EXACTAMENTE?
Hace dos décadas, el Dr. Misery definió por primera vez los neurocosméticos como «productos no absorbibles aplicados sobre la piel, que presentan actividad sobre el sistema nervioso cutáneo o, en general, sobre los mediadores cutáneos». En ese sentido, la Dra. Gómez Armayones admite que el concepto clásico de cosmético ha sido superado con un cambio en las referencias para el cuidado, capaces de afectar a las conexiones piel-cerebro. Consuelo Mohedano, directora de
Formación Prestige del Grupo Shiseido (pioneros en este ámbito), afirma que se han descrito unos 20 neuromediadores compartidos por la piel y el cerebro, y las investigaciones han demostrado que las células dérmicas no sólo poseen receptores para los neuromediadores del sistema nervioso, también ellas pueden producir los suyos y actuar sobre las células nerviosas. Los intercambios entre la piel y el sistema nervioso crean un sistema de comunicación complejo que «los cosméticos pueden tener en cuenta para activar y/o inhibir determinadas sustancias y provocar que el cerebro emita una respuesta que favorezca a la piel», señala. Con esta innovadora perspectiva, podemos concluir que no todas las
referencias que hacen gala del título de neurocosmético realmente lo son, pues, en realidad, se sustentan en un principio más emocional.
LAS BASESDE LA PSICOCOSMÉTICA
Se puede relacionar al concepto tradicional de cosmética, que ya tiene un papel esencial en la promoción de la salud por la capacidad de sus productos para ayudar a tener una percepción positiva de uno mismo, lo que mejora el bienestar mental y social, el ánimo y la calidad de vida de cada individuo. Algunos expertos van más allá, y asocian la psicocosmética con las nombradas conexiones entre la piel y las emociones. Tienen en cuenta los factores psicológicos en el tratamiento de los problemas cutáneos y entre ellos, los más populares, son la falta de sueño y, cómo no, el estrés. El mejor ejemplo para entender sus efectos es comprobar cómo se han agravado (o generalizado) los casos de rosácea, acné, alopecia..., o incluso de manchas o luminosidad, por la incertidumbre ante la pandemia.
ENTENDER LOS EFECTOS DEL ESTRÉS
La Dra. Gómez Armayones lo define como «la respuesta del cuerpo a diferentes factores externos y psicológicos que alteran el funcionamiento correcto del organismo». Si la situación de estrés se produce de forma prolongada, genera un cambio en los estados de alerta y en la hormona del cortisol, lo que provoca inflamación corporal y «favorece el aumento de los niveles de glucosa en sangre y la glicación de la tez, daña el colágeno y la elastina, disminuye la producción de ácido hialurónico y facilita la aparición de arrugas finas».
La psiquiatra Marián Rojas Estapé añade que, si vives en una situación de alarma mantenida, el organismo prioriza las zonas que requieren más cuidados (corazón, músculos...), pero no le importa demasiado la dermis o el pelo (también influye en la aparición de canas). ¿Un ejemplo? Cuando llegas de vacaciones con buena cara es porque ya ha bajado ese nivel de alerta, el organismo se ha equilibrado y empiezas a regenerar células que mejoran el cutis.
La Dra. Rojas Estapé recuerda que cuidar la piel con gestos sencillos (como un masaje) produce pequeñas dosis de oxitocina (la hormona del afecto)