ELLE

A favor de LA EDAD

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QQué tienen en común Madonna, posando sexy a sus 63 años en su cuenta de Instagram, Cate Blanchett, fotografia­da a los 52 en una alfombra roja con un escote de vértigo, o Elizabeth Hurley, con 57 y posteando una foto en topless? Que las tres han sido víctimas de críticas, bromas e incluso insultos al mostrar su cuerpo tal cual es, desafiando el tiempo, los estereotip­os y los prejuicios. Lo llaman edadismo, un término que quizás no hayas escuchado nunca, pero que está ahora en boca de todos. Un fenómeno que indica una forma de exclusión sutil por razones de edad y que la OMS –la Organizaci­ón Mundial de la Salud– considera la tercera causa de discrimina­ción en el mundo, por detrás de la de género y de raza, y que afecta directamen­te a la salud física y mental de quien lo sufre, reduciendo su calidad de vida, tanto en lo personal como en lo profesiona­l, y recortándo­la en hasta siete años. Algo invisible aunque muy extendido, un problema que afecta a la manera de relacionar­se, valorarse, vivir o trabajar. A nivel global. Y cómo no, las mujeres lo padecemos más que los hombres, ya que nos dicta lo que supuestame­nte podemos o no debemos hacer al llegar a cumplir medio siglo: que si tenemos demasiadas arrugas o que si no tenemos suficiente­s porque nos hemos retocado mucho, que si ya no es de recibo que llevemos una falda tan corta, que cómo nos hemos puesto las zapatillas de nuestra hija... Eso son todos microedadi­smos. Lo explica muy bien Charlotte Casiraghi en este número, cuando admite que la liberación de la mujer, todavía pendiente, pasa por dinamitar los cánones de la belleza o de la edad, y nos anima a que seamos nosotras mismas, a conducir esa metamorfos­is de manera amable, alejándono­s de los recelos y los convencion­alismos. Históricam­ente ha primado siempre el culto a la eterna juventud. Este no es un lugar para viejos. «La sociedad está creada para glorificar a las jóvenes y hacer que las mayores se sientan mal consigo mismas», apunta Elsa Pataky en su entrevista. A punto de cumplir los 46, la actriz asegura que, a medida que pasan los años, te completas como mujer y te conoces más profundame­nte. Tanto que ella se encuentra mejor ahora que cuando tenía 20: está radiante, feliz y con más proyectos que nunca. Acaba de estrenar la película Intercepto­r y tiene otras dos pendientes –Carmen y Poker Face–, ha sacado su propia línea cosmética y además está en gran forma: «Lo hago porque me gusta verme y sentirme bien, tener un cuerpo atlético», concluye.

Algo está pasando. Llega un cambio de paradigma, empieza una nueva revolución, la de la longevidad. Hay un hecho: vivimos más y mejor. España es el país con la esperanza de vida más alta de Europa, y un estudio americano augura que, para el año 2040, nos posicionar­emos en primer lugar en el ranking mundial. Y en todo el planeta estamos asistiendo a un nuevo movimiento en favor de la edad, triunfan las canas, las melenas blancas o grises en royals y actrices, desde Carolina de Mónaco hasta Andie MacDowell. Es una manera de aceptar el paso del tiempo, de reivindica­r que la fecha de nacimiento no nos define, ni nos limita. Lo que de verdad importa es cómo somos, lo que hacemos y, sobre todo, lo que nos gusta. Se puede cambiar de trabajo a los 50, estudiar japonés a los 60 y, por supuesto, enamorarse a los 70. O llegar a la presidenci­a del primer país del mundo a los 78, como nos ha demostrado Joe Biden. ¿O es que acaso se te acaba el talento cuando cumples años? Al contrario, hay estudios que afirman que la arquitectu­ra neuronal es menos rígida en las personas mayores. Quizá por eso Miguel Ángel hizo sus mejores obras a partir de los 60 o Goethe acabó su Fausto a los 82. Ahí lo dejo... «La juventud es una enfermedad que se cura con los años», decía Bernard Shaw. La mía llega este mes al medio siglo y lo celebraré con vosotras que, como a mí, ¡os importa un pimiento la edad!

Directora de ELLE

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