Ana Jaureguizar Ruiz-Jarabo
DIRECTORA GENERAL DE L’ORÉAL LUXE ESPAÑAY PORTUGAL
«Para mí, la formación de calidad es uno de los mayores lujos, y en el que espero no dejar nunca de invertir»
Es la primera mujer que ocupa este cargo en la empresa, una división que engloba un conglomerado de 17 marcas de belleza ‘premium’, como Lancôme, Giorgio Armani, Yves Saint Laurent Beauty o Biotherm, entre otras. Con un claro foco en el negocio, la gestión de equipos y la innovación, ha trabajado en numerosos países y cuenta con una dilatada experiencia internacional.
Acaba de convertirse en una de las 100 mujeres más influyentes de nuestro país por su contribución en la transformación que está llevando a cabo el gigante cosmético L’Oréal en su división de lujo, especialmente en todo lo que tiene que ver con la sostenibilidad. Moverse en este ambiente tan selecto, y desde hace tantos años, reconoce que es todo un privilegio. «Tenemos acceso no sólo a experiencias únicas, sino también a las últimas innovaciones, estamos rodeados de belleza y de materias primas exquisitas e increíbles y, en general, de personas excepcionalmente creativas e inspiradoras», subraya, aunque no es oro todo lo que reluce. «Se trata de un sector extremadamente exigente, ya que requiere la búsqueda continua de lo extraordinario y una gran atención por el detalle. También tenemos que conseguir adaptar nuestras marcas a los cambios de la sociedad mientras mantenemos sus valores, su historia y sus códigos, lo cual crea una tensión compleja, pero apasionante al mismo tiempo. ¡Hacemos magia!», apunta esta mujer hiperactiva, para quien su gran lujo es viajar. «Es mi pasión. Soy capaz de irme a París a pasar el día o a Dubai un fin de semana. Me gusta especialmente salir de lo habitual, descubrir hoteles, restaurantes, museos, jardines o rutas fuera de los circuitos turísticos. Voy siempre a disfrutar de las ciudades como si viviera allí», dice. Entre sus retos profesionales está adaptarse a la nueva idea de la excelencia invisible y conquistar al nuevo target de alta gama. «El lujo ha ido perdiendo su condescendencia para ser cada vez más empático, quizá porque este tipo de comprador adquiere estos productos menos para parecer y busca más la satisfacción propia y de los que le rodean. Es más exigente y reclama a las marcas un sentido ético, que sean irreprochables. Por eso es importante ser consistente en el nivel de calidad y servicio y en los mensajes que transmitimos», argumenta.