La película
'Ellas hablan': no hacer nada, quedarse y luchar, o irse
Ocho mujeres de dos clanes familiares –las Loewen y las Friesen– celebran dos asambleas en el granero de la comunidad menonita de Molotschna para decidir qué hacer antes de que los hombres, y sus agresores –hermanos, tíos y primos que han abusado y violado a decenas de niñas y adultas de la comunidad, drogándolas con anestésicos y, al despertar, creían haber yacido con el Diablo o era producto de su imaginación– vuelvan a sus tierras tras ser arrestados y puestos en libertad bajo fianza. Estas mujeres, a las que se les ha negado el acceso a la lectura y la escritura, y que sólo hablan un alemán arcaico, decidirán, durante dos intensas jornadas de debate, entre tres opciones a elegir como respuesta a esas agresiones: no hacer nada, quedarse y luchar contra ellos a su regreso, o irse y abandonar Molotschna para siempre. Así comienza Ellas hablan, la novela de la canadiense Miriam Toews, que se crió entre las rígidas normas de una aislada comunidad menonita cerrada al progreso hasta que se fue a la universidad. A lo largo de casi 200 páginas documenta aquel caso real que sucedió en Bolivia entre 2005 y 2009, y que ahora la directora Sarah Polley, con un fino y mordaz sentido de los hechos, se atreve con su escalofriante adaptación al cine (17 de febrero). Para retratar el infierno que vivieron y su paso a la recuperación de su fe, se ha rodeado de un elenco de magníficas intérpretes como Frances McDormand, Rooney Mara, Claire Foy y Jessie Buckley. Una película que generará una especie de diálogo socrático entre mujeres de diferentes generaciones en busca de su destino e indagará y debatirá en ideas tan trascendentales como el perdón, la venganza, la banalidad del mal, la existencia de Dios o la validez del pacifismo.