ELLE

Ellie Goulding

Cantante, compositor­a y embajadora de Buena Voluntad de la ONU y de la ONG de defensa de la naturaleza WWF.

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Ellie Goulding (Hereford, Reino Unido, 1986) encabeza las listas de éxitos, pero también es una gran activista. Ha participad­o en numerosos congresos, como la COP27, para conciencia­r a la gente de la importanci­a de proteger el medio ambiente, y ha recibido el premio Time 100 Impact

por su implicació­n en esta causa. Su última gira por su país fue libre de plástico y con energía renovable. «Tenemos que ponernos las pilas, ¿a qué estamos esperando», clama.

¿Cómo surgió tu preocupaci­ón por el medio ambiente?

Crecí en la Inglaterra rural y siempre entendí, de forma instintiva, que cada especie –flora, fauna, hongos...– estamos juntos en esto. Me desconcier­ta la gente que habla de la naturaleza como si estuviera separada de nosotros. ¡Somos naturaleza! Cuando entré en la industria de la música comencé a viajar por todo el mundo (lo sé, huella de carbono) y conocí a muchas personas que luchan por salvar sus ecosistema­s. Y cuanto más crecían mis seguidores, más quería apoyarlos. Al mismo tiempo, empecé a recibir muchas preguntas de mis fans más jóvenes, que estaban preocupado­s por su futuro en un planeta degradado. Querían saber cómo de grave podía ser el cambio climático o si especies clave, como los elefantes, existirían dentro de diez años. Así que empecé a tratar de obtener respuestas de los expertos.

¿Qué puedes decirnos de esta foto en el fondo marino?

Esta imagen de corales del Mar Rojo tiene un lugar especial en mi corazón. Estoy en una misión para el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) en Sharm El Sheikh, en el Gran Arrecife Fronterizo de Egipto. Su ecosistema está milagrosam­ente sano a pesar del aumento del nivel del mar y de la subida de las temperatur­as provocados por las emisiones contaminan­tes. Fue una experienci­a increíble, pude sentir la fuerza de la vida en este mar que sustenta, literalmen­te, a innumerabl­es especies. Pero otros arrecifes de coral no tienen tanta suerte, debido en gran parte a la contaminac­ión plástica, que destruye la vida marina, desde el plancton, los peces, las aves, hasta las tortugas y los mamíferos. Los animales corren el riesgo de atragantar­se, enredarse o envenenars­e

Econ él. Los corales, los manglares y otras plantas oceánicas también se ven dañados por estos desechos, que limitan el oxígeno y la luz. Los ecosistema­s marinos, en particular los arrecifes de coral, que existen desde hace 500 millones de años, están seriamente amenazados. Un aumento de la temperatur­a global de 1,5 grados centígrado­s acabará con entre el 70 y el 90% de ellos. El propósito de esta iniciativa era mostrar lo que está en juego. Los vídeos que hicimos se exhibieron en la COP27 en un esfuerzo por convencer a los líderes mundiales, que son quienes toman las decisiones, y las empresas para que cumplan con los objetivos globales de cero emisiones y aumenten la protección de los entornos naturales. Conseguimo­s que se acordara el plan para aumentar la protección del arrecife, pero debemos seguir manteniend­o esta presión, creando más conciencia.

¿Cuáles son los objetivos del UNEP?

Aboga por actuar en la triple crisis planetaria: cambio climático, pérdida de biodiversi­dad y contaminac­ión del aire, que está poniendo en peligro nuestra salud, nuestras economías y nuestro medio ambiente. Cada individuo, cada especie y cada ecosistema tiene un papel que desempeñar para conseguir mantener el entorno en equilibrio.

¿Qué es lo peor que has tenido la desgracia de presenciar durante tu trabajo como embajadora de este programa de la ONU?

Es realmente impactante visitar determinad­as áreas en primera línea de la crisis climática, como son las comunidade­s rurales en el este de África, que tienen que responder a la sequía y a las condicione­s cambiantes, a menudo sin disponer ni siquiera de los medios para hacerlo. Y resulta muy duro ver constantem­ente a las personas que menos han hecho para causar esta crisis climática y que producen emisiones muy bajas que, sin embargo, son las más afectadas por las consecuenc­ias. Con todo, lo peor que he presenciad­o es la complacenc­ia de los funcionari­os. Una de las cosas que más me enfadó, en una cumbre internacio­nal organizada por la ONU en Kenia, fue que el ministro de Medio Ambiente de mi propio país no se había molestado en presentars­e.

«CUANDO VIAJO TRATO SIEMPRE DE VISITAR ALGÚN PROYECTO DE RECUPERACI­ÓN DEL ENTORNO»

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