Juan Luis Arsuaga
Paleoantropólogo, codirector de las excavaciones de Atapuerca y director científico del Museo de la Evolución Humana.
Descubrir los fósiles del homínido más antiguo de Europa en el yacimiento de Atapuerca (Burgos) colocó a este catedrático de la Universidad Complutense de Madrid en una dimensión en la que seguramente nunca había pensado: la de celebridad. Hoy Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) es toda una eminencia dentro y fuera de nuestro país. Ha dado conferencias por medio mundo, ha comisariado decenas de exposiciones, publica en las revistas científicas más prestigiosas y ha escrito varios libros de divulgación que nos acercan más a nuestros orígenes. Con su vasto conocimiento, este científico tiene claro que la historia de las civilizaciones se ha construido sobre la explotación de los recursos naturales y señala que el cambio climático condicionará socialmente a la especie humana.
Pocos saben del papel relevante que has tenido en la creación del Parque Nacional de Guadarrama. ¿Cuándo empezó tu interés por el entorno?
Desde niño. Siempre fui un salvaje.
¿Nuestros antepasados entendían la naturaleza de una forma distinta a como lo hacemos hoy en día?
Seguro que sí. Para ellos la naturaleza era un lugar lleno de historias. De algún modo, les hablaba.
¿El hombre podría haber progresado sin cargarse, como ha hecho y continúa haciendo, su hábitat natural?
El hecho cierto es que evolucionó así. El cambio llegó con la agricultura y la ganadería, y para entonces ya éramos la especie que somos ahora.
¿Crees que la conversación en torno a las cuestiones ambientales ha cambiado de una forma radical?
Hay más preocupación (que no siempre se traduce en acción política), pero también hay más destrucción.
¿A qué sacrificios nos obliga la ecología?
A renunciar a la economía del consumo constante.
¿Cómo será el futuro? ¿Esta historia de miles de años entre el hombre y su entorno tendrá final feliz?
Es necesario ser optimista. Yo, desde luego, me lo impongo como una obligación todos los días, aunque cuesta. Pero hace falta creer que se puede cambiar el curso de la historia. El pesimista no hace nada, es un ser pasivo y, en cierto modo, cómplice.